.Mikel CHAMIZO
A
Entrevue
DAVID GÁLVEZ
DIRECTOR DE LA CORAL DE CÁMARA DE IRUñEA

«‘Arrano beltza’, una leyenda después de treinta años sin interpretarse»

El compositor valenciano David Gálvez asumió la dirección de la Coral de Cámara de Iruñea en 2013. Desde entonces, ha estado preparando a esta veterana agrupación vocal para poder abordar las creaciones vanguardistas más complejas. Darán muestra de ello esta tarde en el Kursaal, en el marco del Ciclo de Música Contemporánea de la Quincena Musical, con un programa titulado «Exilios».

La Coral de Cámara de Iruñea presenta a las 20:00, en la Sala Polivalente del Kursaal, un compendio de obras dedicadas al grupo por compositores vascos y españoles del siglos XX. Autores como Rodrigo, Pastor, Remacha, Bacarisee, Acilu y Dúo Vital. 

La Coral presenta esta tarde un programa titulado «Exilios». ¿De qué trata?

La Coral de Cámara de Pamplona, tras su fundación en 1946 y a través de sus director, Luis Morondo, estuvo muy vinculada con compositores que estaban exiliados en Argentina, Francia o México, y con aquellos que se exiliaron dentro de la propia península, en Navarra, Santander y otras ciudades. En aquellos años la Coral ejerció de elemento de cohesión entre estos creadores, que a través de Morondo se mandaban cartas y se mantenían en contacto. Como agradecimiento, estos escribieron obras para la Coral, que además era el único coro que podía hacer música de vanguardia en aquella época.

Junto a estas obras de autores exiliados, presentamos también las de aquellos que realizaron un exilio figurado. Agustín González Acilu o Koldo Pastor nunca salieron de España por motivos políticos, pero sí son creadores de izquierdas que mantuvieron una pugna y una actitud rebelde frente al régimen franquista. Protagonizaron su autoexilio personal frente a una política cultural impuesta.

Interpretarán una obra paradigmática de la vanguardia de Euskal Herria, «Arrano beltza» de Acilu. ¿Por qué fue tan significativa esta creación?

“Arrano beltza” es una obra fundamental de la historia coral española, e incluso a nivel europeo estableció parámetros que apenas se habían visto con anterioridad. Acilu escogió un poema de Hartzabal, muy político y duro, y aunque hoy afirma que no quiso entrar en harinas políticas sino experimentar con la fonética del euskera, es innegable que la música enlaza profundamente con el contenido del poema, de unas implicaciones políticas y socioculturales que aún son muy candentes.

La obra se ha convertido en una leyenda, entre otras cosas porque hace tres décadas que no se interpreta. Su estreno, en 1977, está rodeado de un aura enigmática. Varios periódicos cubrieron el evento, pero cada uno da un testimonio diferente. Se cree que allí se enarboló la primera ikurriña en Nafarroa y que se leyeron en público los nombres de los represaliados vascos, pero no hay pruebas concluyentes. El evento quedó en la memoria colectiva de Nafarroa, pero después la obra casi no se ha vuelto a repetir. Por eso estamos expectantes, porque “Arrano beltza” es un símbolo de las muchas Navarras y múltiples sentires de la gente que habita este territorio.

La Coral mantuvo, casi desde sus inicios, un lazo sólido con la nueva creación musical. ¿Sigue estando presente ese pulso en la Coral actual?

Está completamente vigente. Desde que yo entré a dirigirla en 2013 hemos encargado y estrenado una o dos obras cada año. Y, recientemente, nos hemos metido en serio con las músicas más vanguardistas. El coro ha pasado por un proceso de reconstrucción en los últimos años y por fin hemos alcanzado el nivel de calidad y preparación que nos permite abordar la mejor música que se hace hoy en día, y no el repertorio coral contemporáneo de segunda categoría que canta la mayoría de los coros. Queremos ser un conjunto en el que los compositores actuales puedan depositar su confianza.

 

¿Qué dificultades debe superar un coro que quiera adentrarse en la música de vanguardia?

Un aspecto básico es la escritura. Muchas partituras están escritas con códigos no ortodoxos, y es habitual encontrar algunas que no tienen pentagramas, notas ni símbolos tradicionales. En el caso de “Arrano beltza”, por ejemplo, Acilu inventa todo un código propio que hay que descifrar, un trabajo previo que puede llegar a dar pereza. Además está la exigencia vocal, ya que suelen ser obras que llevan la voz a los extremos. Hay que entrenarse para no hacerse daño cantándolas. Pero la clave más importante radica en entender bien lo que quiere el compositor. La música de los años 60 y 70 reflejaba conflictos políticos, sociales y personales a los que hoy en día no estamos habituados. Nos hemos vuelto más cómodos y a los coros les asusta salir de su zona de confort. Así que el primer paso es, obligatoriamente, perder el miedo.

 

¿Existe un circuito en el Estado español para estos repertorios? ¿No es una inversión arriesgada dedicar tanto trabajo a músicas que luego apenas podrán repetir?

Nosotros las defendemos en nuestro mercado local de Nafarroa y, más o menos, nos funciona. Pero es verdad que hay que enseñarle al público cómo escucharlas y proponer un programa que no sea contemporáneo puro y duro, sino un menú que mezcle lo dulce con lo salado. En cualquier caso, nuestro objetivo no es sacarle una rentabilidad económica sino cultural y social, que es nuestra responsabilidad como institución. “Arrano beltza”, por ejemplo, la vamos a llevar gratis a Altsasu, el pueblo de Acilu. Queremos que escuchen una obra de un creador de Altsasu y que además entronca directamente con su cultura y con acontecimientos recientes. La haremos también en Baluarte, no son proyectos sin futuro.