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Londres

La cumbre de la UE sobre el Brexit recibe a una Theresa May presionada en casa

La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea sobre el Brexit, que finaliza hoy en Bruselas, recibió a una Theresa May presionada en casa por la decisión del Parlamento que le obligará a someter al voto de la Cámara la salida del bloque. Los líderes europeos esperan dar luz verde hoy al inicio de la segunda fase de las negociaciones sobre el Brexit y tratarán el futuro de la unión económica y monetaria, así como de la unión bancaria.

Los líderes de la Unión Europea (UE) se preparan para respaldar hoy la próxima ronda de negociaciones sobre el Brexit tras un primer acuerdo sobre la salida británica, un éxito para la primera ministra británica, Theresa May, quien, no obstante, llegó a la cumbre de Bruselas muy debilitada. La víspera sufrió una derrota política en la Cámara de los Comunes de su país, en la que la rebelión de parte de sus diputados posibilitó la decisión de forzar al Gobierno a someter el futuro acuerdo sobre el divorcio a una votación vinculante en el Parlamento británico, que tendrá la última palabra.

May aseguró ayer sentirse «decepcionada» con la decisión de la Cámara de los Comunes, si bien subrayó que el proceso va por la buena senda y que este imprevisto no alterará el calendario de las negociaciones.. «Si preguntan sobre la votación de la Cámara de los Comunes la noche pasada, estoy decepcionada con la enmienda. Pero, de hecho, el proyecto de ley sobre la retirada de la Unión Europea está realizando buenos progresos en la Cámara de los Comunes y estamos en la senda para cumplir con nuestras promesas sobre el Brexit», afirmó.

Ahora, «cuando negocie algo, tendrá que regresar a Londres para obtener una aprobación», dijo el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, para quien «no cambia nada la agenda, pero complica las cosas para el Gobierno de Reino Unido».

Se espera que el debate sobre el Brexit, previsto para hoy, cierre la primera ronda de las negociaciones con el acuerdo sobre los progresos realizados en relación a los términos de la salida del Reino Unido. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, propondrá pasar a la siguiente fase, la fase de transición que seguirá a la salida efectiva de Reino Unido prevista para el 29 de marzo de 2019.

Los mandatarios, reunidos sin su par británica, deben confirmar hoy que ha habido progresos «suficientes» en las prioridades del divorcio –frontera en la isla de Irlanda, derechos de ciudadanos expatriados y liquidación financiera–, según el proyecto de conclusiones consultado por AFP. Un acuerdo, el del pasado viernes de madrugada, en el que, según May, se alcanzó «un resultado justo».

Esta luz verde abrirá la puerta a discutir sobre la futura relación, si bien la voluntad de los 27 socios de May es abordar un eventual acuerdo de libre comercio a partir de marzo y centrarse primero, desde enero, en un período de transición de dos años tras la salida de Reino Unido el 29 de marzo de 2019.

«Hay buenas posibilidades de que podamos pasar a la segunda fase», afirmó optimista la canciller alemana, Angela Merkel, al llegar a Bruselas.

Los parlamentarios británicos advirtieron ayer que un acuerdo sobre la transición es «urgente».

Tusk predijo a su llegada que la segunda fase de las negociaciones será «la verdadera prueba» para los Veintisiete.

Si bien la UE mostrará unidad frente a Londres, Donald Tusk es consciente de que sus socios se muestran más divididos en otros de los temas a tratar, como la Unión Monetaria y el reto migratorio. Entre el norte y el sur, en el primer caso, y entre el este y el oeste, en el segundo.

 

División ante el reto migratorio y consenso respecto a la política de defensa común

Los líderes de la UE trataban de desbloquear la reforma de la política de asilo que lleva meses estancada y aspiran a cerrar en junio, pese a que incluir un sistema de cuotas obligatorias de acogida sigue enfrentando a los socios. Donald Tusk plantea aparcar el «ineficaz» sistema de cuotas, lo que el comisario de Inmigración, Dimitris Avramopoulos, consideró «inaceptable» y «antieuropeo».

Dieron, por otro lado, la bienvenida a la puesta en marcha oficial de la nueva cooperación estructurada permanente (Pesco) a la que se han adherido 25 miembros para poder cooperar de forma más ambiciosa en el ámbito militar y pidieron tener listo el programa de desarrollo de la industria de defensa comunitaria para 2018.GARA

 

Tres opciones sobre la futura relación entre Londres y la UE

Las modalidades del divorcio con la UE están en gran parte regladas, y los británicos deberán ahora elegir qué tipo de relación aspira a mantener con el continente.

• La opción noruega

Noruega rechazó dos veces unirse a la UE, pero se beneficia de unas relaciones especiales como miembro, desde 1994, del Espacio Económico Europeo (EEE). Noruega participa del mercado único, por lo que está obligada a respetar la libre circulación de personas, servicios, bienes y capitales, pero sin tener voz ni voto.

El país nórdico no forma parte de la unión aduanera y tampoco depende de la política comercial común de la UE.

El conjunto del comercio noruego se beneficia de la pertenencia a la EEE, con la excepción de los productos agrícolas y pesqueros, sobre los que Oslo firmó textos bilaterales con Bruselas. Los lazos de Noruega con la UE van más allá y está alineada con las reglas comunitarias en materia de ayudas del Estado, competencia y mercados públicos.

Coopera en política internacional y de seguridad común y forma parte desde 2000 del espacio Schengen. Hay quien califica a Noruega (5,1 millones de habitantes) como un miembro «a tres cuartos» de la UE.

Si los británicos siguieran ese modelo, les permitiría preservar sin problemas su sector financiero (la City), crucial para su economía.

Pero esa opción es rechazada por los defensores del Brexit, que se oponen a la libre circulación de personas. La UE insiste en que las cuatro libertades de circulación son indisociables. Además, los británicos deberían seguir contribuyendo al presupuesto comunitario y estarían sometidos, en último término, a la Justicia europea, a la que los partidarios del divorcio se oponen.

• Un acuerdo a la canadiense

Teniendo en cuenta las «líneas rojas» fijadas por Londres (ni mercado único ni unión aduanera), la UE ha sugerido que el acuerdo de libre comercio concluido recientemente con Canadá (CETA) podría servir de modelo para una futura relación bilateral.

En vigor en su mayor parte desde setiembre, este acuerdo de «nueva generación» no se contenta con suprimir los derechos de aduana y afecta a una gran parte de las relaciones económicas entre las dos partes, en materia de normas sanitarias, de denominaciones de origen controladas y de mercados públicos.

Pero por muy ambicioso que sea cuando se trata de Canadá o de Japón, un acuerdo semejante con Gran Bretaña reduciría considerablemente su proximidad con la UE, y supondría un coste económico muy importante para las arcas de Londres.

Y la negociación sería particularmente compleja: más que de bajar al máximo los derechos de aduana, habría que decidir sobre qué productos y a qué nivel imponerlos.

Una aduana entre europeos y británicos supondría, además, un grave problema para Irlanda, que rechaza que su límite con el norte de la isla vuelva a convertirse en una frontera real por efecto del Brexit.

• las reglas de la omc

En caso de fracaso de las negociaciones, Gran Bretaña se convertiría de un día para otro en un país tercero a ojos de la UE y su relación se regiría únicamente por las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Reglas que implican por defecto derechos de aduana y barreras al comercio. Derechos que de media suponen desde la UE un 1,5%, pero mayores en el caso de sectores considerados estratégicos, como el automóvil (10%).

Según esas reglas, es poco probable que los productos británicos pudieran entrar en la UE sin controles estrictos en la frontera, lo que empeoraría con el paso del tiempo con el agravamiento de las divergencias reglamentarias.

La London School of Economics estima que ese escenario, subestimado por los partidarios del Brexit, reduciría en un 40% el comercio británico con la UE.Clément ZAMPA | AFP