Jon CUESTA
CRISIS HUMANITARIAS 15 AÑOS DEPUÉS DE LOS OBJETIVOS DEL MILENIO (III)

Los recortes ahogan la ayuda para el desarrollo

A la espera de que se conozcan los detalles de los Presupuestos Generales del Estado español para el próximo año, la Ayuda Oficial al Desarrollo destinada por el Ejecutivo de Mariano Rajoy a cooperación y desarrollo se sitúa en el nivel más bajo de la historia. La partida económica destinada este año ha sido el 0,16% del Producto Interior Bruto (PIB), lejísimos del utópico 0,7 fijado por Naciones Unidas hace ya 35 años.

C0ntracorriente. Ese es el sentido que ha tomado la cooperación en los últimos años al abrigo de la situación económica. A pesar de que el conjunto de países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ha aumentado sus fondos un 3,4%, el Estado español ha recortado su Ayuda Oficial al Desarrollo un 70% entre 2008 y 2012. El famoso compromiso del 0,7, jamás alcanzado, está más lejos que nunca: la ayuda supone un mínimo histórico del 0,17 del PIB en los Presupuestos Generales del Estado de 2014. «Son unos recortes desproporcionados», comenta María Villanueva, técnico de investigación e incidencia del proyecto Más y Mejor Ayuda de Oxfam Intermon. «Los más de 3.000 millones cercenados a la política pública de cooperación al desarrollo no resuelven el problema de la deuda española y sí suponen el abandono de millones de personas que injustamente están en situaciones de pobreza extrema».

Pablo Martínez Osés y la organización que coordina, la Plataforma 2015 y más, viene denunciando desde hace tiempo «el desmantelamiento» de la cooperación. «Por desgracia, en España se ha ensayado la idea de que la crisis sirve como excusa para una forma determinada de gobierno», explica. «Con ese argumento, nuestra política de cooperación ha sido desmantelada y nuestra responsabilidad con los desafíos globales ha tocado fondo», constata.

Pero, ¿cómo afectan esas reducciones estatales al día a día en realidades dramáticas de nuestro planeta? Las consecuencias son innegables y repercuten directamente sobre la vida de las personas en todas las regiones del mundo. «Muchas de nuestras organizaciones se han visto obligadas a cerrar proyectos en curso, abandonar algunas regiones o incluso cerrar algunas de sus oficinas», relata Mercedes Ruiz-Giménez, presidenta de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo-España. «Eso ha provocado que se paralicen procesos en los que venimos trabajando desde hace años para mejorar las condiciones de vida de miles de personas y fortalecer a las sociedades civiles de los diferentes contextos».

Organizaciones como Médicos sin Fronteras, que dependen en su práctica totalidad de capital privado y no tienen esa dependencia del dinero público, apenas han sufrido los recortes, pero sí han visto multiplicada su carga de trabajo. «La desaparición de proyectos y programas de otras entidades financiadas con dinero público sí nos ha afectado indirectamente», reconoce Carlos Ugarte, responsable de Relaciones Externas de MSF. «Si antes la cooperación pública española estaba en Nigeria, en la República Centroafricana o en Sudán del Sur, eso implicaba que entraba financiación, apoyo técnico, más ONG sobre el terreno y que si saltaba un brote de malaria, por ejemplo, había otros actores echándote una mano».

El ébola es un claro ejemplo de viva actualidad. Una sola organización como MSF ha atendido a dos tercios de los infectados por el virus. En opinión de Ugarte, se está dando una reacción «muy torpe» de la comunidad internacional. «Es lo de siempre, ¿qué posibilidades hay de que me llegue a mí? Es una política muy ciega, primero porque la propia Organización Mundial de la Salud está diciendo que a este ritmo, como no se ponga remedio radical, dentro de tres meses va a haber 20.000 nuevos contagios. Es una bomba de relojería que está teniendo ya efectos de seguridad, políticos y económicos que no se van a quedar solo ahí», afirma este bilbaíno, que trabaja con MSF desde 1996. «Es un ejemplo de cómo prioriza el mundo rico su visión sobre el mundo sin recursos».

A pie de calle, es probable que los recortes en cooperación no despierten la indignación de la ciudadanía, dada la delicada situación de millones de familias en todo el Estado español. «Que el ciudadano piense eso es muy comprensible», afirma Gonzalo Fanjul, investigador y activista contra la pobreza. «Si me levantara por la mañana y viera cómo solo en Madrid hay miles de desahucios, o que uno de cada tres niños en España vive en situación de exclusión y que tenemos problemas propios de la posguerra, yo también lo cuestionaría», reconoce.

Significado de las partidas dedicadas

En opinión de Luis Guridi, que dirige el Instituto Hegoa, organización civil asociada a la UPV que trabaja en la promoción del desarrollo humano, la máxima de «`primero nosotros' y luego los demás corresponde a una visión en la que cooperar es dar lo que nos sobra». Piensa que «uno de los fracasos más importantes de nuestro sector es no haber sido capaces de cambiar esa percepción».

Todos los expertos y trabajadores del sector coinciden en la dimensión global de la ayuda y en el error de pensar que un recorte tan drástico no va a afectar a los ciudadanos del Estado. «Vivimos en un mundo profundamente interconectado en el que los problemas que afectan a personas de distintas regiones del mundo están directamente relacionados entre sí», precisa Ruiz-Giménez. «Las causas de unos y otros son las mismas. No se trata, por tanto de enfrentar a pobres contra pobres, sino del 1% que se lucra ilimitadamente a costa del 99% de la población mundial». En la misma línea, María Villanueva, de Oxfam Intermon, sostiene que «no hay pobres de `aquí' y de `allí'. La pobreza tiene el mismo rostro humano esté donde esté y la desigualdad y la injusticia son problemas globales cuyas soluciones solo pueden ser globales».

La cantidad de dinero destinada a desarrollo y acción humanitaria es sin duda una declaración de intenciones de cada gobierno, pero según Martínez Osés no es lo más relevante. «La verdadera crisis no es sólo de recursos económicos, es de gobernabilidad democrática, de sostenibilidad ambiental y de un modelo político y social muy determinado por un derroche de los recursos energéticos y económicos», comenta. «Es cierto que coyunturalmente se destinan menos recursos a los problemas globales, pero los problemas no pueden resolverse sólo con inversión». Aboga por alejarnos de la «lógica del recetario económico, que tanto daño ha hecho en las últimas décadas». En ese mismo sentido, Guridi considera que el Gobierno español sigue pensando que «los problemas del desarrollo y el crecimiento están en manos del mercado. Por tanto, lo que tienen que hacer los paises es generar las condiciones macroeconómicas para que los capitales, las transnacionales y el sector privado sean quienes generen el crecimiento económico, riqueza y empleo».

A finales de mes se darán a conocer los detalles de los presupuestos de 2015, aunque desde el sector de la cooperación no se esperan sorpresas sustanciales. «Los presupuestos ya están ridículamente bajos así que será muy difícil reducirlos aún más», afirma Gonzalo Fanjul.

El Gobierno francés redujo un 10% su aportación en 2013

El Estado francés, uno de los activos económicos de la Unión Europea, tampoco ha dudado a la hora de coger la tijera y recortar drásticamente sus aportaciones de Ayuda Oficial al Desarrollo. La partida presupuestaria dedicada a cooperación y desarrollo se redujo en 2013 en un 10% a pesar de ser la segunda economía más pujante de la eurozona por detrás de Alemania.

«Francia había presentado ante el Parlamento un presupuesto que preveía un aumento, pero ha sido todo lo contrario: se anunciaron 9.890 millones de euros, pero en realidad se dedicaron 8.440 millones a la ayuda al desarrollo según la OCDE», asegura Friederike Röder, directora de la filial gala de la organización ONE.

La aportación para 2013, que supuso el 0,46 del Producto Interior Bruto (PIB), está muy por encima de la cantidad aportada por el Estado español, pero muy lejos del compromiso del 0,7% que tan pocos países han respetado.

Si repasamos los datos más recientes relativos a Ayuda Oficial al Desarrollo en los países de la OCDE, tan sólo cinco han alcanzado o superado el histórico 0,7% fijado: Gran Bretaña (0,72%), Dinamarca (0,85%), Luxemburgo (1%), Suecia (1,02%) y Noruega (1,07%). La dinámica ahorradora del Gobierno francés hace presagiar a las organizaciones no gubernamentales que el desarrollo seguirá perdiendo recursos en el marco de los recortes generales que están previstos para el período de 2015 a 2017. J.CUESTA