Entrevue
Ibon, Iker, Gaizka y Aitor
Componentes de Kherau

«No hacemos música tradicional, sino música con instrumentos tradicionales»

«Aukhera» es uno de los discos de corte folk y música tradicional mejor trenzados, inspirados y ambiciosos que se han publicado dentro de la escena euskaldun. Adaptaciones, composiciones, arreglos, tramas instrumentales, textos... dan forma a una hora que parece un minuto. Publicado y editado por Gaua «Aukhera» y Kherau merecen la atención de público y programadores para este o el año que viene.

Ibon Ordóñez e Iker Lope de Bergara se conocen en el barnetegi de Ondarroa, tal como cuenta la canción «Ondarroako itsasertzeko». En el barnetegi había una vieja guitarra y con una txirula que lleva Iker comienzan a tocar algunos temas tradicionales que conocían gracias a Benito Lertxundi.

Después del barnetegi Ibon llama a Iker para ver si puede sustituir al cantante de la banda en el que él toca con otros amigos. El grupo se deshace, pero la pareja continúa colaborando. Pasan los años, se hacen buenos amigos y, con el tiempo, montan un grupo en el que interpretan danzas y temas tradicionales. A Aitor Esteban Etxebarria le conocen por medio de Isa, la trikitilari que entonces toca con ellos. Ahora necesitan un percusionista e Iker se acuerda de Gaizka Andollo, al que conoce de los días de kalejiras

Del grupo de romerías dan el salto y comienzan a componer con la idea de un primer disco, ya como Kherau. Al nuevo proyecto se une Alex Garcia, al que conocen también por medio de las kalejiras de albokaris. Se suma al grupo justo antes de publicar «Munduan ortozik».

En el tema «Ondarroako Itsasertzeko» reflejan cómo Aitor con sus bertsos les une al euskara. Y cómo aquella pareja con el euskara recién aprendido se transforma en un grupo de euskaldunberris que quieren vivir en euskara.

Ibon ha pasado por grupos como Gartxot, Xaramel, Ruaille Buaille y AK-37; Iker por Urgabe y Korrontzi;Aitor por Kandela; Alex y Gaizka colaborado con diversos músicos, como Ibon Koteron o Adarrots. En la actualida, el único objetivo de todos es Kherau al que dedican todo el tiempo que les permite sus respectivos trabajos. Cada uno de ellos vive en un rincón de Bizkaia: Santurtzi, Gernika, Barakaldo, Urduliz... Sacan el compás y buscan un punto común de ensayo, Basauri en los últimos meses.

«Aukhera» es un álbum de música tradicional tramado desde el presente. Atrevido y respetuoso, centrado y abierto. Cada músico capacitado para tocar más de un instrumento y ampliar la sonoridad del grupo.

En los estudios Gaua, en el que todas sus producciones suenan impecables, Jon Asier Zubelzu y Bruno de Zabala lo han dado todo para que el disco suene con pegada y diáfano. Y el todo se ha completado con las excelentes imágenes del fotógrafo Rubén Pena y el brillante diseño e ilustraciones de Sara Prieto. Además, Kherau ha contado con un buen número de colaboradores que han terminado por enriquecer el todo.

Cada año hay más grupos orientados hacia el folk, dicho con mesura; sin embargo, parece que no termina de encajar en el circuito y que los agentes activos que pueden revalorizarlo no apuestan por el estilo.

Gaizka Andollo: Es cierto que el folk todavía se asocia solo a kalejiras y romerías, pero nosotros pensamos que hay algo más allá de todo esto. Tenemos experiencia en esos dos ámbitos y consideramos necesario el folk para acercar la música tradicional a la gente, pero nos gustaría que esos agentes activos que mencionas arriesgaran más en los carteles de fiestas y no fueran siempre a lo seguro, por decirlo de alguna manera. Si la gente va a los conciertos de los de siempre es porque tocan los de siempre, es un bucle del que cuesta salir (o no quieren salir).

No parece, no obstante, que sean los únicos contratiempos.

Ibon Ordóñez: Cierto. Hay un triple problema con la cultura tradicional y, por tanto, con la música u otras expresiones. El primero es de desconocimiento general, que en otros pueblos no sucede en general: la disfrutan, la viven y dejan que influya muy positivamente en todos los estilos musicales (solo hay que estudiar de donde viene el rock). El segundo es la asociación a clichés por parte del que desconoce. Y el tercero es el más grave e influyente y se asocia a los clichés que mencionaba Gaizka por parte del que sí conoce, porque demasiadas veces son/somos los propios implicados en la cultura tradicional los que caemos en el cliché: en tocar solo las mismas veinte piezas para triki y limitar su repertorio, o en asociar un solo instrumento con música folk. O en dedicarnos a hacer fotocopia de las treinta danzas tradicionales en cientos de grupos de danza. Estamos estandarizando y constriñendo nuestra cultura, también demasiado preocupados a veces por si nos tachan de «poco tradicionales» o «poco vascos». Y quizá deberíamos preocuparnos que lo que nosotros llamamos tradicional no lo fue en su momento, alguien lo inventó y lo desarrolló el pueblo y por eso ha pervivido. En Kherau, que como ya hemos dicho es un proyecto bastante militante, tenemos claro que si la cultura no se practica activamente, no como meros espectadores o haciendo un mero ejercicio de fotocopia, se asfixia (y más aún en una cultura cercada por muchos flancos, como la nuestra). Nos aburriríamos a nosotros mismos. Nosotros nos lo pasamos genial dando nuestro toque a una canción conocidísima del repertorio tradicional o sacando del mismo piezas que pasan desapercibidas porque parece que alguien ha decidido que no puede formar parte de ese repertorio de clichés. Y creemos que la fórmula de Kherau no va destinada a un publico mayoritario, pero sí que convence a los que se aburren, como nosotros, que es un público que no vive de espaldas a la cultura vasca o su tradición, sino que está hasta el gorro del «siempre lo mismo».

Del disco anterior, «Munduan ortozik», al presente ha transcurrido tres años y medio. No sé si la valoración es de mínimos, de máximos, irritante...

Iker Lope de Bergara: Hemos tocado entre 15 y 20 conciertos por año y nos damos por más que satisfechos con esta contribución. No hacemos ni rock ni ska. Sabemos lo que hacemos y que tiene un público más reducido que otros estilos, sin olvidar tampoco que nacimos en plena crisis. Y sinsabores ha habido un montonazo, la verdad, pero hemos ido asumiendo que esto es una prueba de fondo y la resistencia ya es una declaración de principios e intenciones. Creo que en estos años hemos definido un estilo propio y que nos gusta. De paso, nos sorprendemos de que cada vez nos sigua más gente. Algunos son folkies, pero no la mayoría. No hacemos música tradicional, sino música con instrumentos tradicionales. Poco a poco nos vamos abriendo camino y cada vez estamos más a gusto. Tenemos más ilusión que cuando empezamos.

«Badakit zagozana» es una canción muy delicada, preciosa voz femenina, y arreglos de gran belleza, ¿qué tiene del pasado y cuánto del presente?

Ib.: Hay dos elementos de partida en la canción: una pieza tradicional muy conocida para triki que se llama «Ama zuriak niri» y entre varias estrofas, una realmente sensual y que captó nuestra atención, la que abre el tema, que fue recogida en Zeanuri a Bittoria Artetxe, por parte del proyecto AK-37, del que tuve la suerte y honor de formar parte en su día. La melodía se trabajó en su momento en AK-37 y a continuación quisimos darle una nueva vuelta en Kherau e intentar aportar la desnudez o melancolía que nos inspiraban letra y melodía tradicionales. Eliminamos lo superfluo y nos quedamos con lo esencial, con algún cénit instrumental, pero bastante minimalista también. Y la letra tenía que tomar esa estrofa de partida para llevarla a un terreno más profundo, más desgarrado, e Iker y Aitor hicieron un trabajo redondo desarrollando unas estrofas nuevas para una historia (para un desenlace con sorpresa incluida) que pretende transmitir también esos sentimientos.

Ik.: Las chicas que cantan la canción son justamente las chicas de AK-37. Nos parecía indispensable contar con ellas en esta revisión y mucho más teniendo en cuenta la temática que surgió a partir de esa primera estrofa, con el amor imposible entre dos chicas en 1800.

La comprimida «Laumillagarrenetik» nos habla en un euskara robótico...

Aitor Esteban Etxebarria: En algunos temas, volvemos a épocas pasadas para -como dice Iker- establecer paralelismos de diversas problemáticas que se repiten cíclicamente cada década o siglo. En este caso, metimos la sexta y nos situamos en el año 4000, donde los robots hablan euskara en bertso, (pues los euskaldunes no hemos sido capaces de mantener el euskara como lengua viva), y de alguna manera, en ese año 4000 se llega al cénit de la mercantilización del ser humano y la panacea consumista del capital... pero en ese ente que antes era hueso y piel y ahora es un programa de ceros y unos (lehen hezur ta azal / orain bi zenbaki), hemos intentado reflejar que algún resto de humanidad queda. Esa duda profunda que entra a veces de quién cojones soy y qué hostias hago en este perro planeta. Sin más, un poco de crítica, un poco de marcianada, un «hamarreko txiker». Y sí, comprimido porque es la intro de «Salbatzaile».

Una canción, «Sabaltzaile», que funde tradición y rap, con la txalaparta y la alboka en primer plano, y que llama al esfuerzo.

G.: «Salbatzaile» es una tema atemporal, un toque de atención a toda la gente que piensa que otros harán algo por cambiar las cosas que no nos gustan social y personalmente. Una invitación a abrir los ojos y a darse cuenta de que es uno mismo el verdadero (Mesías) salvador.

En «Aukhera» hay mucho trabajo en arreglos, producción, detalles escondidos -como la grabación de una alboka en el jardín, y riqueza rítmica...

Ib.: Contamos con pinceladas de muchos folklores. Al fin y al cabo las músicas tradicionales, como las culturas, tienen influencias de su entorno, hay transmisión e intercambio. En este disco tenemos referencias al folklore norteamericano, músicas ibéricas y andinas, Este de Europa... Tampoco nos va el rollo ese de ser muy explícitos y que se vea que al bakalao al pil-pil le hemos puesto tabasco, pues quizá esos detalles pasan más desapercibidos.