Françoise CHAPTAL

Deporte y tecnología, o un tenis enganchado a las estadísticas

Que la tecnología está introduciendo cambios radicales en el deporte es un hecho, y parece evidente que esos cambios van a ir en aumento. Lo que está sucediendo en el tenis puede ser un buen ejemplo de lo que está por venir en otras muchas disciplinas en los próximos años.

Podría decirse que muchas actividades deportivas se han convertido en tradiciones casi inmutables, incluso anticuadas en ocasiones, pero algunas de ellas se han subido al tren de la renovación tecnológica, y el tenis es uno de los ejemplos más significativos, tanto en el aspecto de los objetos conectados, como las redes sociales o, sobre todo, en el de la explotación de las estadísticas.

Aunque la organización de Wimbledon mantenga desde sus inicios la obligatoriedad de vestir de blanco a quienes participan en su torneo, también acepta sin discusión la utilización del video para solventar jugadas discutidas, así como el uso de raquetas conectadas en partidos oficiales, o el de los programas informáticos de análisis predictivo al borde de sus pistas.

Por otro lado, en materia de arbitraje, el tenis ha sido uno de los precursores en la utilización de ayuda tecnológica. Ya en 2006 los torneos de la ATP (masculinos) y de la WTA (femeninos) adoptaron el sistema conocido como «Hawk Eye-Ojo de halcón» -que permite comprobar el recorrido de la pelota y dónde ha botado para determinar si ha sido buena o no-, mientras otros deportes debaten todavía el uso del video como complemento para ayudar a los jueces.

A día de hoy, el tenis es la segunda actividad deportiva más conectada después del running, y el «ojo de halcón» es imprescindible en los grandes torneos. Lo mismo que está en vías de suceder con el «Slam Tracker», un software diabólico concebido por la empresa IBM y capaz de orientar el desarrollo de un partido.

Desde hace tres años, el «Slam Tracker» ha ido recopilando estadísticas que se actualizan constantemente y aumentan cada día su capacidad de análisis. Hace un par de meses, en octubre, ya había almacenado en su memoria alrededor de 41 millones de puntos disputados en los torneos del Grand Slam (Open de Australia, Roland Garros, Wimbledon y Open de EEUU).

Obsesivo

A partir del análisis de esos datos, «el programa determina qué acciones debe desarrollar el señor X para batir al señor Y. Por ejemplo, ganar el 70% de los primeros servicios, o hacer un 52% de restos ganadores», describe Patrice Poiraud, director de Análisis de Grandes Datos de IBM. «Los jugadores y entrenadores disponen así de una visión más precisa de la forma de jugar».

Una vez que el software ha revelado las tres claves del partido que corresponden a cada uno de los jugadores, estos pueden poner en práctica sus indicaciones, o realizar las correcciones que propone: «Por ejemplo, cómo hacer para tratar de evitar que el rival gane el 50% de los segundos servicios», explica Poiraud.

Y los datos (los puntos jugados) a disposición de «Slam Tracker» aumentan constantemente, disminuyendo cada vez más las posibilidades de error de sus predicciones. A día de hoy -y según afirman desde IBM-, el 98% de los tenistas que han seguido las indicaciones del programa y han puesto en práctica las tres claves propuestas han ganado. En el caso de las jugadoras, el porcentaje alcanza la perfección, 100%.

«Los jugadores están completamente 'enganchados' a estos datos, a veces de forma obsesiva», revela uno de los responsables del torneo de Roland Garros, donde este software se utilizó por primera vez en la última edición. Es como un virus que ha contaminado visiblemente los patrones del tenis mundial, pues incluso la directiva de la WTA ya ha autorizado el uso en tiempo real de las informaciones estadísticas del «Slam Tracker» por los entrenadores sentados al borde de las pistas.

Solo falta ya el auricular conectado para que los propios jugadores puedan aprovecharlo también en tiempo real.

Conexión de alto rendimiento

Balones, zapatillas, camisetas, raquetas, pronto gafas de natación... Profesionales o amateurs, de domingo o a diario, los deportistas utilizan cada vez más la tecnología de los objetos conectados para medir sus marcas... y las de sus vecinos.

«El deporte en general, y el deporte de masas en particular, se ha visto especialmente afectado por este fenómeno, porque se trata de uno de los principales sectores del mercado de objetos conectados relacionado con todo lo que tiene que ver con la salud y el ejercicio físico», señala Arnaud Saurois, profesor asociado de Gestión Deportiva en la Universidad de Poitiers, y especialista en objetos conectados.

Este profesor universitario ha identificado cientos de dispositivos para medir el rendimiento, para analizarlos los más avanzados, y a veces incluso para fijar objetivos o correcciones para el atleta o su entrenador.

Todavía no existen datos sobre su peso económico, pero los objetos relacionados con el deporte se han extendido ampliamente entre el público en general, principalmente gracias al auge de los smartphones. Más cerca de los artilugios complementarios en el caso de los deportistas ocasionales, aportan un verdadero valor añadido a la élite del deporte, gracias a su cada vez mayor precisión.

«Hace unos años, la ciencia solo estaba al servicio del deporte de alta competición, pero ahora vivimos una verdadera revolución en la práctica amateur desde la implantación del smartphone. Hoy en día los objetos conectados te proporcionan pedagogía por una suma modesta. A partir de 150 euros en golf, en tenis... ya se dispone de un pequeño análisis. De seis meses en seis meses se puede ir viendo el progreso, aunque el margen de error sigue siendo importante», explica Saurois sobre su fiabilidad.

«Cuantificación de la perfección»

Por ejemplo, la raqueta conectada se utiliza tanto por aficionados como por los jugadores profesionales que gestionan su entrenamiento a través de información proporcionada por los sensores instalados en el mango. Los sensores de registro del rendimiento están en todas partes: en los remos de las regatas, entre los omoplatos de los judokas, en el tobillo de los patinadores...

En este nivel, no tiene nada que ver el «entrenador personal» que se vende en las principales tiendas de deportes, accesible desde unas decenas de euros, y el material para los pocos afortunados que pueden desembolsar varios miles en su vivienda. Sin embargo, en ambos casos, la tentación de compartir sus datos es grande, para desafiar a sus compañeros de entrenamiento presentando sus datos de rendimiento en Internet.

«Estos sensores son extremadamente útiles en el entrenamiento para repetir gestos hasta que salen perfectos, y para cuantificar esa perfección. También es muy divertido para los jugadores», explica el entrenador de un club de balonmano, adepto al «sport tracking». Y las evoluciones posibles son infinitas. Muy pronto deberían aparecer en el mercado los brazaletes para mediciones fisiológicas (frecuencia cardiaca por supuesto, pero también la medición de glucosa, lactatos, etc.), y a continuación los videos que, a semejanza de la consola Wii, permiten a un deportista medirse virtualmente a un futuro rival muy real.

«Hay un potencial y una democratización ilimitados. Y también una oportunidad de cambiar las disciplinas. La WTA ha permitido el uso de los datos del `Slam Tracker' durante un partido. Eso va a transformar la práctica. El deporte ha sido siempre un laboratorio para desarrollar artículos de consumo, tales como en el automóvil. A las federaciones les toca regularlo -el fútbol no ha aceptado todavía el uso del video en el arbitraje- y propiciar la evolución en la formación de los entrenadores», avanza Arnaud Saurois para un futuro bastante más cercano del que se pudiera pensar.

Porque más allá de los objetos, el deporte en su conjunto se ha convertido en 2.0. Hoy en día, más de un contratista de obras no concibe un estadio sin prever su conexión wi-fi. Y en los estadios, cada vez son más los espectadores provistos de una pantalla que subtitula, comenta e ilustra el espectáculo que han pagado para ver.

«Pronto tendremos que dirigir a los jugadores como en un videojuego»

El profesor universitario Arnaud Saurois está convencido de que las nuevas tecnologías van a revolucionar muy pronto la práctica y la gestión del deporte «conectándonos de los pies a la cabeza». Saurois explica que el gran interés deportivo de estos dispositivos es que «el objeto conectado reemplaza al entrenador». «En el caso del swing del golf, el software integrado en el guante ofrece los objetivos que te aproximan al gesto perfecto. El argumento que se utiliza para su comercialización es que se trata de crear entrenadores digitales. Por ahora, la relación es entre el objeto y el practicante. La incógnita es saber cómo van a utilizarlos los organismos deportivos apropiados para hacer evolucionar la práctica de sus actividades», deja en el aire.

Por esa razón, y aunque reconoce que el siguiente reto es el de «mejorar la fiabilidad de los resultados y optimizar el uso de datos», tiene claro que «dentro de poco nos dirigiremos hacia una gestión de los jugadores comparable a la de los videojuegos, con los datos básicos vitales y de fuerza, sobre todo en los deportes de equipo. Los sensores utilizados para el alto nivel no son los que se utilizan en las personas normales. Hay una evolución más lenta. La revolución que se avecina es la de la gestión de los grandes volúmenes de datos, como ha hecho IBM con el `Slam Tracker'».

Preguntado sobre las dudas éticas que puede generar este tipo de avances, como el de las apuestas deportivas frente al análisis predictivo, el profesor opina que «el principal problema ético que se vislumbra es el uso de estos datos, accesibles para todos, por las aseguradoras». Según explica, «cuando hay un rastreador de actividad, los datos se almacenan en un servidor vinculado a la aplicación. Si los servidores venden estos datos a las aseguradoras...» Ante esa situación, propone que «la legislación también debe evolucionar, pero esto demuestra que hay un verdadero interés económico en que se practique el deporte. Los objetos conectados, en el terreno del deporte-salud, van a cambiar las relaciones con el personal sanitario». F. CHAPTAL