Entrevue
XABIER GUTIÉRREZ
CHEF Y ESCRITOR

«Gastronomía y sexo van unidos; son sensaciones encabezadas a mantener la vida»

Xabier Gutiérrez dirige desde 1990 el departamento de Innovación del restaurante Arzak. Ha publicado muchos libros, todos de cocina, pero ahora se ha osado a saltar al vacío con su primera novela «El aroma del crimen», un ejemplar repleto de sensaciones, también gastronómicas. Lo suyo es la sugerencia y evita a lo largo de las 400 páginas que ocupa la historia caer en una narración explícita. Él presenta, describe y sugiere; es una invitación a degustar los crímenes de una manera más sutil. Observa, huele y, finalmente, degusta.

Son las 11.15 de la mañana y Xabier Gutiérrez llega un cuarto de hora antes de lo establecido a la cita fijada en la cafetería del museo San Telmo de Donostia. Lo hace acompañado por su agente de prensa y, directamente, los dos se posan en la barra para saludar a la camarera, que ya conocen anteriormente. La periodista que escribe estas líneas pasa desapercibida -no nos conocemos- y Gutiérrez se fija en los elaborados pintxos que han sido colocados en un ordenado desorden sobre el mostrador. Tras las pertinentes presentaciones, nos sentamos en una mesa más discreta, alejada del fondo musical que haría imposible la grabación de esta entrevista. Su acompañante espera paciente en otra esquina. Un zumo de naranja natural acompaña a Gutiérrez en su cita con GARA. El fotógrafo llegará tarde, por lo que no habrá interrupciones.

Novela negra. El jefe de Innovación del restaurante Arzak se ha tirado a la piscina. «Ha sido espectacular», señala. Y lo ha hecho al más puro estilo nórdico. «Ahora entiendo de dónde les viene tanta afición por la novela negra. Con un día cómo el de hoy, cuando fuera hace un frío de pelotas, mejor quedarte en casa con un libro bajo la manta». Los cristales de la cafetería nos resguardan de la intensa lluvia y el fuerte viento que llega desde el muy cercano mar Cantábrico.

Estudió sicología y, tras varios años en el mundo de la gastronomía, Gutiérrez se topó con el maestro Juan Mari Arzak. Lleva 25 años trabajando en su casa, innovando. Se ve que es una persona inquieta. También lo reconoce él. Pertenece a la vieja escuela, en todos los sentidos. «Soy de los que he vivido con la literatura de Agatha Christie; soy de los relatos a la antigua», señala. Incluso evoca las películas de Alfred Hitchcock. «Ahora se tiende mucho a dar las cosas de forma muy explícita. Ves un vídeo en Youtube y si dura más de un minuto ni lo pones. `No, dura mucho', piensas». Lo suyo es la sugerencia, «otro lenguaje».

En «El aroma del crimen», editado por Destino, el autor casa a la perfección gastronomía y asesinatos. «La gastronomía es el hilo conductor anecdótico, aunque en ocasiones tiene mayor presencia que una pura anécdota», afirma. Reconoce que en ese ámbito es donde se siente más cómodo y que para escribir sobre ello no ha tenido que abrir ni un solo libro. Lo tiene todo en su mente. No ocurre lo mismo en todos los aspectos; ha requerido de mucha documentación sobre medicina y actuaciones policiales. Pero le apetecía, y mucho, hablar sobre la gastronomía en su primera novela. «Es un mundo muy sensual y muy sensitivo -dice, ya en tono serio-. Esa mezcla que hay de sensaciones, gastronomía y sexo, que también hay bastante, es muy atrayente, muy sugerente. La gastronomía y el sexo van muy unidos, son sensaciones primarias que están encabezadas a mantener la vida; las dos las hemos convertido en placer», añade de forma detallada.

Lo de unir sexo con gastronomía fue una decisión premeditada y tomada con alevosía. «Sí, sí, en la editorial me decían que la palabra sexo había que ponerla. ¡Pero si no hay tanto!», exclama entre bromas.

Lo del toque nórdico de su libro lo va asumiendo cada vez más. «Al fin y al cabo, lo escribí en invierno, entre diciembre y marzo», apostilla. «En mis libros de cocina se notaba que por debajo estaba fluyendo algo. Se me quedaban totalmente cortos. Entonces, dije: `No, no. Nos quedamos desnudos delante del papel y a ver qué pasa -y sigue explicando-. Soy neófito escribiendo novelas y, cuando tienes escritos seis folios, te preguntas cómo vas a llegar a completar unas 400 páginas manteniendo el interés. Al principio se me hizo un poco cabroncete», apunta. Pero reconoce que su faceta de escritor novelista le ha encandilado. «¡Me ha enganchado de una manera...!», continúa.

Se refiere sobre todo a Vicente Parra, uno de los personajes principales de la trama. Se trata de un oficial de la Ertzaintza que se encarga de resolver la muerte de dos personas. La de Elena, acuchillada brutalmente en su mansión de Donostia. Y la de Cristian, un joven que, aunque aparentemente haya fallecido por causas naturales, esconde indicios de un crimen en toda regla. A estos personajes se les suma un amplio abanico de protagonistas que son entrelazados a través de estos crímenes y de la gastronomía.

El aroma sentimental

Su segundo plato en este menú criminológico es el del entramado sentimental. Gutiérrez maneja a personajes de alta alcurnia, trabajadores metódicos y ordenados, personas con problemas con drogadicciones, pero la mayoría arrastra una vida sentimental que despidió su plenitud hace muchos años. «Esa es la parte más bonita», señala, mientras se refresca la garganta con un trago de zumo y deja deslizarse por el cristal de la copa la espuma residual de la bebida. «En la base son historias similares. Me gusta ahondar en los personajes y he intentado huir de los estereotipos. También en lo que se refiere a la figura del asesino. Los asesinos son gentes con sus goras y sus beheras, como todos. Intento mostrar su parte más humana, más intrincada», continúa.

Y los crímenes los sitúa nada más y nada menos que en una «ñoña» -lo reconoce el autor- Donostia. Pero en todas partes cuecen habas -valga la redundancia- y la capital guipuzcoana no tiene por qué ser menos. «Donde hay una persona siempre puede haber un crimen. La persona es capaz de asesinar por odio, por celos o por las razones más variopintas que te puedas imaginar. Si en Marte existiera el hombre, también habría crímenes. Por desgracia, es nuestra seña de identidad. Y hacerlo en un marco incomparable como Donostia era una vuelta de tuerca; un plus de violencia», enfatiza.

Y entre tanto «donostiarrismo», Gutiérrez no ha podido resistirse a la tentación de introducir algunos platos que ha elaborado en el restaurante Arzak. Al ponerle como ejemplo el «Crómlech de mandioca relleno de foie y cebolla», señala: «En todo momento hay una realidad y una ficción que se van entrelazando. Tú has sabido identificar esos detalles, pero espero que si lee el libro alguien de Córdoba no lo haga. Son guiños que quería que adivinase la gente que tiene conocimientos sobre ese mundo. Casi todos los platos que menciono existen y también hago un guiño a algún amigo», detalla.

El de «El aroma del crimen» no fue el único invierno que dedicó Gutiérrez a la escritura. Han sido ya numerosos los días que se ha sentado delante del ordenador -«es una maravilla, ¡escribes todo a una marcha...!»- para dar vida a sus personajes. Y, según indica, no será la única entrega en la que el oficial Parra se involucre en nuevas investigaciones. El chef tiene previsto publicar nada menos que una tetralogía, aunque no le guste calificar así su obra. La segunda y la tercera entrega ya están escritas -«falta pulirla un poco»- y ya está maquinando cómo y dónde desarrollar las acciones de sus personajes en la cuarta.

Llega el fotógrafo e interrumpe la entrevista que hemos dado por concluida hace un rato. Llueve y aparece con el aliento desbocado. Toca sesión de fotos. Gutiérrez hace las delicias del camarógrafo; posa de forma suelta e improvisa gestos graciosos delante del objetivo. Se pone delante de unos murales que los diseñó él mismo. La cámara lanza sus ráfagas y el trabajo se da por terminado. Regresa a la mesa desde donde hemos partido. Un último trago al zumo que está ya en sus últimas y se despide agradecido. Le esperan más entrevistas. Parece que su libro ha calado.