Josu Iraeta
Escritor

El PSOE y sus clonaciones

Se dice que el ir sumando décadas en la vida, hace que las personas adopten costumbres y manías que no son frecuentes entre los jóvenes. Una de ellas es sin duda la tendencia a dar consejos, incluso cuando no son solicitados. Debe ser verdad lo que dicen, he aquí una muestra de ello.

Es evidente que la socialdemocracia española vive tiempos difíciles –es un catarro que viene de lejos– y no parece que quienes tienen, o han tenido capacidad de influencia, estén, dispuestos a una revisión mínimamente crítica de su pasado. Aconsejaría –además de una pequeña cura de humildad a la actual «gestora», la lectura de un libro titulado “El arte de la manipulación política”. No es un panfleto, como sería del gusto de aquellos que aún creen en una ensoñación inevitablemente caduca del “felipismo”, ni es un ensayo político de los que pudieran inspirar las contradicciones del exdirigente sevillano.

Para continuar,  permítanme una entrada en la «capital del reino», para recordar que allá por el 23 de febrero de 1981, un guardia civil que se expresó a tiros en el Congreso de Madrid, dictó con su «viril actuación» el camino a seguir por la democracia española. Tras este oscuro capítulo de la historia de España, –uno más– fueron muchas las personas que acertadamente levantaron acta de defunción, del impulso que hizo crecer las organizaciones de izquierda en los últimos años del franquismo.

Y es que en aquella época todo era tan difícil (?) que la mayoría de los movimientos sociales se estrellaban ante la impermeabilidad del sistema político español, que con su centralismo extremo, hacía que fuera imposible llegar a variar lo más mínimo la política gubernamental.

Así es como desmovilizaron a las organizaciones feministas y neutralizaron al movimiento antinuclear –esto ya obra del PSOE– derrotando la campaña contra la guerra del Golfo (Bush  padre).

Para mayor paralelismo con el presente, quiero recordar la sustitución en la presidencia EEUU de James Carter, por Donald Reagan, pues es evidente que tuvo repercusiones directas en la política española, ya que las exigencias del «amigo americano» incitaban a una rápida integración en la OTAN.

A mediados de 1981 se crearon los primeros comités anti-OTAN, el propio PSOE protagonizó una campaña con el ilustrativo lema «OTAN, de entrada NO».

De todas formas en octubre del mismo año, el Congreso aprobó la integración. A destacar la brillante y sólida intervención de Felipe González, afirmando que «si se entraba en la OTAN por mayoría simple, se saldría por mayoría simple».

Si en la actualidad, la izquierda española en su conjunto, es débil en cifras, licuada en pensamiento y roma en proyectos, hace tres décadas no estaba mucho mejor. El Partido Comunista de España (PCE) estaba próximo al desguace. Su ciclo desintegrador dio comienzo en Catalunya, siguiendo Euskadi, Madrid, etc. Divisiones, escisiones, enfrentamientos, lo cierto es que no frenaron hasta que se fue –en mi opinión– el artífice y causante de todo, Santiago Carrillo, consiguiendo que sus seguidores se integraran en el PSOE.

Todo ese movimiento enfrentando y destrozando una organización sólida y de fuerte prestigio, no fue por casualidad y la prueba se vio en las elecciones de 1982, el masivo desmarque de los comunistas hundió al PCE y metió a Felipe González en la Moncloa.

Ante estas sucesivas clonaciones que se dan en el PSOE, quizá cabría preguntar a la sucesivas direcciones de IU, sobre su aportación al desarrollo de la izquierda española, cuando ante el retroceso importantísimo producido por el desplazamiento del voto hacia el PSOE, una y otra vez, concluían diciendo «ser una aportación necesaria al servicio de la izquierda».

Entonces como ahora, el PSOE abrió las puertas de la administración a personal político no etiquetado expresamente de derecha y en particular a cierta «intelectualidad orgánica», polivalente y camaleónica.

Entonces como ahora, el PSOE absorbió muchos cuadros políticos, tránsfugas con distinta denominación de origen, que a pesar de su discutido y escaso juego, ahora los «controla» y los mantiene dentro.

Es así como lo hicieron entonces, y es así como ahora han decapitado lo que quedaba de izquierda en el panorama español.

Con la llegada del PSOE a la Moncloa, los españoles creían (como creen ahora) que su gobierno de izquierdas será una ruptura con la historia reciente de España, pero la ilusión dura poco. Muy pronto se dieron cuenta que la política del PSOE era de derechas. Baste recordar la Reconversión Industrial, la aplicación de la Ley Antiterrorista (1983) incorporada al Código Penal, la orientación neoliberal de la política económica, la aceptación de la OTAN, la defensa que de los grupos parapoliciales (GAL) hizo Felipe González al referirse a «los desagües del Estado».

El PSOE lleva décadas buscando las instituciones, las «necesita» para subsistir. Fruto de su progresiva debilidad, se ha visto obligado a «colaborar» con la derecha tanto vasca como española, aportando «estabilidad» a las instituciones, ocultando –de hecho– la defensa exclusiva de sus intereses.

La democracia del PSOE se fundamenta en la aritmética, pues equipara la mayoría numérica a la posesión de la verdad y la razón –no es el único– y esta es una ecuación peligrosa, porque la mayoría numérica –aunque sea defendida por el aparato– no equivale al monopolio ni de la verdad ni de la razón. Espero que esto sea realidad en los próximos días.

El PSOE de mañana, debiera alejarse de la «derecha maja» que le aplaude cuando es pequeño y débil, exigiéndole responsabilidades de Estado, y afrontar una refundación que lo sitúe en su posición natural, no lejos, sino frente a la derecha neofranquista actual.
 
La dirección actual –gestora– dirige un PSOE que lleva décadas sumergido en la indefinición. Abandonado el socialismo, su carácter actual también se aleja de la socialdemocracia, hoy es una mezcla de liberales, comunistas reciclados, verdes y democristianos. Esta composición la considera necesaria para mantenerse y crecer, pero se equivoca como lo hizo en su día el gobierno de González. Quienes obtengan el respaldo necesario en las primarias deberán afrontar la caducidad del actual modelo de Estado.

No hay otro camino, la socialdemocracia española no puede seguir colaborando con la debilidad moral e ideológica de un gobierno que se ha desnudado ante Europa, mostrando que el 23 de febrero de 1981 no tuvo lugar un frustrado «golpe de Estado», sino un auténtico golpe de timón en el rumbo a seguir por la democracia española.

Sinceramente, suerte.

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