Jesus Valencia
Educador social

¡Feliz año rebelde y levantisco!

A punto estamos de concluir un año convulso e importante. Las arremetidas sociales y económicas que hemos soportado durante los últimos doce meses han marcado el presente y dejarán importantes secuelas en el futuro.

Vivíamos en el reino de Babia creyendo que habíamos tocado la felicidad con la punta de nuestros dedos y dimos por bueno el modelo consumista que el capitalismo nos ofreció. Las cada vez más abundantes autovías se vieron anegadas por un tsunami de vehículos motorizados. Las casas resultaron pequeñas para contener la avalancha de los nuevos artilugios que nos ofertaban. Nuestros armarios acumularon vestimentas que quedaban obso- letas sin apenas haberlas estrenado; cuando alguien pasaba por el portal recogiendo ropas usadas, nos permitía aligerar nuestros recargados roperos. Hipnotizados por el supuesto estado de bienestar, dedicamos poco tiempo a la lectura, y lo que leíamos eran gacetillas repletas de frivolidades; se nos caían de las manos escritos enjundiosos que nos ayudaran a descifrar los verdaderos problemas. Dedicamos demasiado tiempo a la televisión basura y a los omnipresentes partidos de fútbol. Recorrimos mundos sin conocer la vida real de sus gentes. Y hemos convertido nuestras tertulias en ridículas soflamas contra el poder sin que vayan acompañadas del menor gesto rebelde.

Toda esta idiotez, minuciosamente planificada, tenía un precio. El capitalismo nos cedía cuatro reales de sus ingentes beneficios para mantenernos atontados; convertidos en máquinas de consumir, que no de pensar; recolectores de las mierdas con las que atiborra nuestras mentes y estómagos. Mientras tanto, él -enemigo de la humanidad- sigue desarrollando sus hábitos depredadores hasta límites insospechados. Mutiló cerros en busca de materiales con los que construir viviendas excedentes. Se enriquece destrozando entornos, horadando montañas y recubriendo de cemento valles sosegados por los que circule un tren tan veloz como innecesario. Cuando tanto despilfarro se le indigestó, fijó sus ojos voraces en las masas adormecidas. Y llegó a la conclusión de que éramos naranjas jugosas a las que podía exprimir los cuatro dinerillos que habíamos ahorrado. Ha hecho falta que nos dejaran casi en cueros para que nuestra sociedad abotijada restregase sus ojos y comenzase a reaccionar.

Más vale tarde que nunca y no hay mal que algún bien no tenga. Agoniza 2012 con una agresión capitalista como nunca hubiéramos imaginado. Y también con el despertar de una ciudadanía en la que despuntan valores que parecían perdidos: conciencia crítica, movilización activa, respuesta social... La solidaridad de clase, todavía frágil, va en aumento. Buen preámbulo para un año nuevo. Solo la lucha popular garantiza derechos y aviva esperanzas. Inmersos en ella, vamos recuperando rasgos sustanciales de humanidad, lucidez y conciencia que estaban semienterrados. El nuevo año preludia bronca en defensa de dignidades amenazadas. El capital no cejará y es de suponer que los sectores populares tampoco. A quienes se aprestan para el jolgorio y la pelea, les deseo un año feliz y combativo.

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