Javier Orcajada del Castillo

¡Cuidado! Munipas sueltos y embisten

Los serviciales y populares alguaciles han sido sustituidos por los municipales, que tienen un perfil más lejano, con tendencia a trabajar solo lo justo y se les asocia con su disposición para quitar multas a amigos o familiares. Hasta existe una expresión para definirlos: «ser más vago que la chaqueta de un guardia». Gozan del don de la ubicuidad: estar donde no se les necesite y desaparecer en caso de conflicto. Estos defensores de la ciudadanía han creado en el Ayuntamiento de Madrid un chat histriónico en el que hacen sus deposiciones literarias para insultar a la alcaldesa y a los concejales y mantener sobre ellos la presión. En función de su contenido se puede hasta sospechar que sufren alguna perturbación mental y los servicios médicos municipales deberían decidir si necesitan tratamiento psiquiátrico. Para evitar la penosa repetición de soportar los insultos a la alcaldesa, habría que entrar en él tapándose la nariz, pues todas las lindezas que publican contra Manuela Carmena están disponibles para ser leídas por quien tenga esa curiosidad morbosa.

Sentirse impunes para expresar las excentricidades que publican hace sospechar que sufren alguna afección mental que afecte al orden público de la ciudad, que es su misión... lo grave es que al compañero que ha denunciado estas fechorías del grupo le han amenazado de muerte. A ver ahora si los jueces tienen el coraje de aplicarles algún artículo de la Constitución que sancione estos comportamientos o se echará tierra sobre el asunto.

Más ingeniosos son los de Gasteiz: quieren presionar al alcalde exigiendo condiciones laborales y económicas acordadas, quizá, en alguna juega entre vino y rosas y para conseguirlo no se les ha ocurrido otra fórmula que hacer «huelga de celo de multas». Los reivindicativos munipas están llevando una campaña meritoria de educación cívica para lo que vigilan con alevosía cualquier falta que observen y la sancionan con rigor con la correspondiente denuncia. El resultado de esa eficaz campaña es que se han multiplicado por seis su número desde que han iniciado su particular verbena. Uno de ellos, al que llaman «Txapeldun», ha batido el record poniendo 115 multas en 15 días, cuando, según el Ayuntamiento, normalmente no pone ninguna. No merece la pena describir las miserias puntuales de estos agentes de la autoridad que velan por nuestra seguridad, sólo habría que poner de manifiesto la dudosa eficacia del sistema para su selección a la hora de contratarlos.

Con el furor recaudatorio de estos iluminados, quizá con esa pasión por multar quieran demostrar a las corporaciones municipales su capacidad para incrementar la recaudación de las siempre exhaustas arcas municipales. En Madrid podría tratarse de una campaña de un grupo de policías intelectuales que quieren demostrar su elevado nivel literario en su chat y que no son simplemente los tradicionales «guardias de la porra».

 

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