Javier Orcajada Del Castillo

Diferencias entre orden público y seguridad

Los ‘expertos¸ en la materia, en general militares y policías, han descubierto ahora que ambos conceptos no son equivalentes. Y eso después de una larga historia de ofensas a la población a la que siempre se ha considerado menor de edad para los derechos, pero adulta para recibir porrazos para mantener ‘la chusma a raya’, según define con agudeza Chomsky.

La Seguridad, cuyo valor a proteger es la libertad y su corolario sería que las fuerzas policiales tendrían que ponerlo en su frontispicio, deberían estar capacitadas especialmente en los aspectos psicológicos y menos en las expresiones de fuerza generalizada que afecta a la población en su conjunto.

El Orden Público requiere una infraestructura pesada, costosa y poco eficaz, como legiones de policías entrenados para ejercer la fuerza física de manera apabullante, aunque con escasa formación psicológica. Se incluyen cárceles con funcionarios preparados para controlar, reprimir y evitar que los presos se fuguen, nada más. Jueces que sentencien maquinalmente y por indicios, sin profundizar, pues el sistema exige rapidez, contundencia y sentencias contundentes para amedrentar y para no volver a delinquir.

La Seguridad es un estado filosófico de satisfacción general que deriva de la que produce la existencia y cumplimiento de leyes justas, de una sociedad equilibrada y libre de abusos que provoquen la reacción de la población. El Orden Público es una muy limitada porción de los elementos que componen la Seguridad, la cual ser bien recibida por el ciudadano, por tanto que no altere con su acción la paz, el orden y la equidad. El dilema del político es optar por la acción policial fácil y agresiva, aunque provocadora de tensiones.

En contraste con la de potenciar a unos agentes bien preparados psicológicamente, sin portar habitualmente armamento que la población rechaza por provocativa, salvo excepciones muy puntuales. Deberían poseer una formación multiusos, la menos importante es la actualmente casi única como es la de golpear, agredir y crear una situación más compleja que exaspera a los ciudadanos. Habría que llamar la atención a esos expertos que el cambio de imagen cosmético es una tentación, pero inútil, puesto que, ya se expresa arriba: la Seguridad es algo que penetra y un componente de la felicidad colectiva, por tanto, que los agentes policiales lleven uniformes de azul o verde es algo tan trivial que obviamente se destapa de inmediato. Claro que el cambio en profundidad exigiría el de toda la estructura de un sistema desproporcionado y exigiría perseguir a otro tipo de delincuencia que es actualmente la que configura el funcionamiento del sistema social de las comunidades humanas civilizadas.

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