Oskar Fernandez Garcia

La total claudicación de los principios ideológicos

Dentro de dos meses, el 27 de septiembre, la ciudadanía catalana, ante la convocatoria de elecciones plebiscitarias, podrá, por fin, llevar a cabo uno de los mayores deseos y sueños de un pueblo: comenzar a discurrir por el camino directo hacia la independencia, asentando las bases que le posibiliten entrar a formar parte de la ONU, como cualquier otro estado en el concierto internacional de naciones libres y soberanas. Si previamente el Estado español no lo impide recurriendo a medidas violentas y antidemocráticas.

Todos los aparatos del susodicho estado –con la intransigencia, intolerancia y falta de respeto democrático que les caracteriza y define– ya se han lanzado por la senda del despropósito, la descalificación sin ningún tipo de argumentación, el insulto, la estigmatización, la injuria, la amenaza… ante la creación de una candidatura unitaria, que va a concitar y recoger esas ansias y aspiraciones de la ciudadanía catalana en pos de su independencia.

Los diferentes partidos nacionalistas: de derecha CDC, de izquierda ERC, junto con las asociaciones, organizaciones y entidades enraizadas en el tejido social: Omnium Cultural, Asamblea Catalana, Candidaturas de Unidad Popular… –en muy pocos años de intenso y decidido trabajo sociopolítico– han logrado generar una ilusión, un entusiasmo, unas ganas de emancipación y una férrea e inamovible decisión de convertirse en un estado soberano, que se ha transformado en un tsunami imposible de detener.

Pero también es objetivamente cierto que el Estado español, heredero directo de una brutal, fascista y cruel dictadura, ha seguido levantando, durante estos últimos 35 años, una sólida e inmensa muralla de incomprensión enfermiza ante la axiomática realidad de la existencia de diferentes nacionalidades sin estado en su ámbito administrativo, sometidas y subyugadas por sus implacables, injustas y antidemocráticas leyes que asfixian la existencia de esas naciones.

La sociedad catalana en su conjunto, inteligentemente, ha puesto en marcha el reloj que marcará las pautas e hitos de su independencia hacia la soberanía. Reloj que sin el más mínimo pudor ni miramiento intentará –por todos los medios– detener y destrozar el Estado español.

¿Y qué dice o manifiesta el PNV ante los embates que ha ya comenzado a blandir, a diestra y siniestra, la irracional bestia carpetovetónica? Simple y llanamente responde con auténticas majaderías, más propias de un enajenado mental que de un partido nacionalista con una trayectoria que supera con creces más de un siglo de actividad. Sus máximos dirigentes expresan con absoluta claridad la falta y ausencia total de verdaderos y auténticos principios nacionalistas, así como el desapego absoluto al proceso catalán, no manifestando ni la más mínima empatía hacia esa ciudadanía. Sus declaraciones les retratan y les hacen transparentes ante gran parte del pueblo vasco.

El Sr. Andoni Ortuzar tiene la osadía de tildar de «parafernalia» el acuerdo democrático, coherente y paradigmático de haber conseguido una candidatura unitaria. El Sr. Iñigo Urkullu sigue empecinado y obsesionado con llegar a establecer un acuerdo entre iguales con el Estado español que posibilite la creación de un Estado vasco. Los cuadros dirigentes jeltzales saben de sobra que eso es absolutamente imposible, si previamente no se establecen los acuerdos necesarios entre las diferentes formaciones políticas y todas las organizaciones sociopolíticas que trabajan en Euskal Herria. Por lo tanto mienten compulsivamente y como auténticos bellacos y encima son refractarios al proceso catalanista e insolidarios con el pueblo catalán.

La única explicación coherente, ante esa actitud deplorable y triste del PNV hacia la sociedad catalana en su conjunto y al pueblo vasco, reside en la constatación de la absoluta claudicación sistemática de los principios nacionalistas por parte de los jeltzales durante las últimas cuatro décadas.

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