Javier Orcajada Del Castillo

Los ertzainas no portarán armas fuera de servicio

Una decisión inteligente de la Consejera de Interior, pues supondrá evitar situaciones irreversibles que pueden derivarse de la prepotencia de los cuerpos policiales con una deficiente formación psicológica que les impulsa a usar el arma como sistema de solucionar conflictos. Los sindicatos policiales se han quejado esgrimiendo argumentos típicos de colectivos armados que ignoran que las armas que portan se las presta el pueblo para ser usadas con la medida adecuada para no temer abusos frecuentes de quienes están fuera de servicio y, por tanto, sujetos a las mismas reglas de conducta que cualquier ciudadano. ¿Será necesario recordarles su obsesiva defensa a ultranza en defensa de los que mataron a Cabacas? Es irritante para la ciudadanía civil escuchar las quejas de los sindicatos policiales que consideran que no portar armas les coloca en posición de indefensión, como si el arma fuera el argumento para mantener la paz. Es un problema de educación, pues parece que confunden orden público con seguridad. El orden público tiene connotaciones de sumisión a los poseedores de la fuerza. La seguridad proviene de una educación y convicción de que la libertad es un valor en sí, que reprimir es el recurso de los que no les han enseñado a razonar, pues la seguridad exige escuchar, dialogar y arriesgar razonando ante puntos de vista enfrentados a los que los policías no están habituados, pues no lo necesitan: se limitan al uso expeditivo de la fuerza con la superioridad mental que supone disponer de artefactos susceptibles de producir la muerte como argumento incontestable, que provoca miedo y resentimiento en la población que no comprende que los conflictos tengan que solucionarse mediante la violencia. Los ertzainas tienen que aprender a cumplir con su misión con la fuerza de la razón y que las soluciones con el uso de la fuerza son el caldo de cultivo en sociedades artificialmente enfrentadas porque se sirven de agentes con escasa formación y una agresividad que se fomenta a base de dar valor a la fuerza física sobre la razón. Los sindicatos policiales, deberían defender la dignidad moral, profesionalidad y los límites de actuación de estos ferreamente disciplinados agentes que utilizan la fuerza bruta para imponer los objetivos de políticos que se sirven del orden público para mantener el sistema injusto del que son los beneficiarios privilegiados.

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