Atacar las ONG para su particular guerra cultural

Tras haber vivido los horrores de la guerra, la pobreza o el hambre –o todas ellas–, haber culminado un traicionero viaje por tierra pasando por mafias y mercados de esclavos, y tener que arriesgarse a un viaje aún más horroroso a través del Mediterráneo, los refugiados y migrantes suman un nuevo obstáculo debido a los grupos de extrema derecha organizados para boicotear la labor de los buques humanitarios dedicados a rescatar lanchas a la deriva en el Mediterráneo, donde casi 2.000 personas han perdido la vida tan solo en lo que llevamos de 2017. Una labor vital –nunca mejor dicho– ante la inacción de las autoridades europeas y gracias a la cual decenas de miles de personas han salvado su vida en los últimos años.

Más allá de su moralizante actitud ante los refugiados, la política oficial de la UE es inhumana y mortal. Además, no hay que olvidar que los brazos políticos de esos grupos que atacan a refugiados se sientan en el Parlamento Europeo o gobiernan países, como es el caso de Hungría. Con su estrategia buscan, mediante una secuencia concreta de acciones, cambiar la actitud popular hacia prácticas consideradas totalmente inaceptables. Es un fenómeno global que opera ya sin límites ni compasión, hasta el punto de pasar de ser una oscura subcultura a convertirse en un factor, quizá el más vibrante, que aupó a Trump.

Tanto el movimiento «Alt-right» en EEUU como el identitario Defend Europe plantean su particular guerra en términos culturales. Para ellos, preservar la cultura occidental es una «virtud heroica», cultura y raza van unidas y las vallas son la mejor opción ante la «invasión». No son solo una minoría de comportamiento sociópata. Son el síntoma, la expresión de unas políticas de discriminación y de explotación que están siendo normalizadas. Son también el último recordatorio de una dinámica brutal que deshumaniza a los «indeseables» y los proyecta en los medios de comunicación como «criminales».

Recherche