El cambio ya es un hecho, ahora toca hacerlo efectivo

El cambio político en Euskal Herria está en marcha, y el resultado de las elecciones de hoy puede afianzarlo e impulsarlo o frenarlo y retrasarlo en el tiempo. Sin embargo, a pesar de la importancia de estas elecciones, que son ciertamente históricas en varios aspectos, el tiempo en el que se mide este cambio político no es el de legislaturas, es el de generaciones. Y más allá de los legítimos intereses partidistas en liza hoy, esa debería ser la unidad de medida básica que se aplicase a la política vasca hoy en día. Ese compromiso con las generaciones futuras debería vertebrar los debates y las decisiones estratégicas que marquen estos años, los siguientes cuatro y los siguientes veinte o treinta.

Esto no quita en ningún sentido relevancia a los comicios de hoy, ni mucho menos. Los sitúa históricamente. Tal y como se ha demostrado en estos cuatro años en diferentes ámbitos, pero también en otras latitudes como Grecia o Escocia –en un sentido distinto también ayer en Irlanda–, el voto popular y las instituciones son las palancas más efectivas en nuestro contexto para provocar cambios profundos, para el desarrollo de sociedades más justas, más igualitarias y más decentes.

En Euskal Herria las condiciones objetivas para el cambio político están dadas y son evidentes. En primer lugar, está la descomposición del Estado español y el fracaso del régimen derivado de la Transición, con sus reflejos directos en la realidad vasca, particularmente en la navarra. Esa decadencia no tiene vuelta atrás, y los intentos por controlar su deriva no tienen carácter estratégico. No hay talento, solo hay poder en declive y obsesiones paralizantes.

En Euskal herria, el cambio de estrategia política de la izquierda abertzale y la proyección de un frente amplio que aglutine a las fuerzas políticas y sociales soberanistas y de izquierda, ha abierto un escenario radicalmente distinto. Esto tampoco tiene vuelta atrás. El cese de la actividad armada de ETA es el elemento más visible y significativo de este cambio de fase, pero ni mucho menos es el único. Esto, junto a las tendencias generales en relación a las formas de hacer política en el contexto de la crisis del capitalismo, que no tiene solución en términos de ciclo económico, alteran profundamente el marco de la acción política. Algunas de esas tendencias tendrán su reflejo en estas elecciones.

El trabajo local, también el institucional, adquieren una nueva dimensión aquí. Por ejemplo, la «batalla de Nafarroa» ha eclipsado otra que es parte de ella pero que tiene relevancia estratégica propia para el cambio: la revolución tranquila que ha sufrido Iruñea durante este periodo, que tendrá reflejo en los comicios de hoy. Pase lo que pase, nada será igual. Lo mismo cabe decir de otras capitales y pueblos –empezando por Donostia y Gasteiz, evidentemente, pero también en otras muchas localidades–. Las elecciones son un buen elemento de evaluación de dónde se ha acertado y dónde no. En todo caso, las dinámicas que se han desarrollado durante los últimos años en muchos municipios e instituciones ofrecen experiencias que ahondan en la inevitabilidad de ese cambio. Desde perspectivas distintas, claro, pero que pueden converger en proyectos comunes. Hay mucho margen, con poca voluntad que haya.

El discurso del cambio es ganador

Es ese aspecto subjetivo del momento histórico el que tiene más margen de mejora y mayor potencialidad. Es una obviedad, pero lo de hoy es un paso para avanzar, siempre en la perspectiva histórica apuntada. Excepto debacle, casi cualquier resultado puede facilitar ese cambio político tan necesario. Siempre que se acierte a gestionarlo. Sería necio, no obstante, negar la importancia de los resultados. En algunos sitios estos pueden cerrar el paso a propuestas segregadoras e injustas o pueden abrir la puerta a alianzas que marquen una época.
 
Quienes defienden el derecho de este pueblo a decidir su futuro en paz, y quieren que los representantes lo sean de los intereses de la ciudadanía, abogan por la igualdad entre todas las personas, asumen la responsabilidad que tiene este pueblo en mantener y desarrollar el euskara, defienden la necesidad de mantener la cohesión social con una fiscalidad más progresiva y con servicios sociales a la altura de la situación socioeconómica, quienes adoptan una visión más participativa de la política, los que promueven el desarrollo económico endógeno y sostenible de los pueblos y las comarcas, una relación natural y una vertebración lógica entre todos los territorios vascos… tienen una oportunidad histórica y una gran responsabilidad hoy. Y mañana. Voto a voto, está en manos de la ciudadanía vasca que todo ello se haga efectivo.

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