El mundo rueda, Urkullu sigue anclado

Pocas veces se habrá gastado tanta tinta en una reunión tan intrascendente como la que celebraron anteayer en Madrid, sin luz ni taquígrafos y tras meses de dimes y diretes, el presidente español y el lehendakari. Pero si sorprendente puede resultar la forma, más todavía lo es el fondo, a tenor de las explicaciones dadas ayer por el portavoz de Lakua, Josu Erkoreka. A tres días del referéndum escocés y a una semana del choque de trenes en Catalunya, Iñigo Urkullu y Mariano Rajoy hablaron de transferencias y Cupo, al igual que podían haberlo hecho José Antonio Ardanza y Felipe González allá por los años 80. O igual que lo hacen hoy día el ministro de Economía, Cristóbal Montoro, y la presidente navarra, Yolanda Barcina, ubicada en parámetros políticos bastante diferentes a los que se le suponen al mandatario del PNV.
Que el presidente español ni siquiera diera respuesta a demandas tan mínimas solo supone la guinda al disparate. Urkullu se marchó por donde había venido, tras un desplante que se prolongaba desde primavera, sin recibir siquiera una respuesta. Al parecer, para él la reunión ya ni siquiera era un medio, sino más bien un fin. Rajoy contestará «en el menor plazo posible», dice Erkoreka. O lo hará más tarde, o no contestará, cabría añadir, sobre todo si se recuerda que el inquilino de Moncloa ha necesitado más de tres meses para hacer sitio en su agenda al jefe de Gobierno de la CAV.
El orden del día entre ambos mandatarios no se corresponde con los tiempos políticos que se viven, ni aquí ni en el contexto europeo, donde la cuestión central ya es el derecho a decidir y no una devolution insuficiente y racaneada ya hace 35 años. Pero, sobre todo, con su actitud Urkullu se deslegitima a sí mismo como representante de una ciudadanía que espera otro tipo de debates, de demandas y de actitud. El mundo rueda, avanza, y ello deja al lehendakari cada vez más anclado y desfasado. La reunión, así, solo igualó un poco más a dos campeones del inmovilismo.

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