El siniestro negocio del comercio de armas

Varias ONGs rompieron ayer el silencio que pesa sobre el comercio de armamento y pidieron el cese de la exportación de armas a Arabia Saudí. Argumentaron que no hay garantías de que no se estén utilizando en la guerra de Yemen, donde se han cometido graves violaciones del derecho internacional con total impunidad y donde más de 5.000 civiles han muerto desde que se inició el conflicto. Una petición razonable que choca con el hecho de que se trata de una actividad altamente lucrativa. Tarde o temprano las armas compradas terminan utilizándose en alguna contienda bélica, lo que da pie a nuevas remesas de pedidos que reportan grandes dividendos.

Sabedores de la importancia económica y política de este comercio, todos los gobiernos tratan de que pase lo más desapercibido posible. Con este fin suele ser declarada materia clasificada y, así, la rodean de una tupida red administrativa que oculta la información. Paradigma del oscurantismo es que se hayan enviado desde el puerto de Bilbo 312 contenedores con explosivos a Arabia Saudí durante los últimos dos años, pero que esta información solo se haya conocido porque un bombero se negó a participar, por razones de conciencia, en el preceptivo retén de bomberos durante las tareas de carga del material bélico.

Además de ser una actividad poco ética vinculada a oscuros intereses, la industria y el comercio de armas están directa e indirectamente relacionados con el hambre en el mundo. Ayer la FAO apuntó que de los 815 millones de personas que pasan hambre, 489 millones lo padecen como consecuencia directa de los conflictos bélicos. Por detrás quedan el cambio climático o la crisis económica. Pero además, indirectamente, los recursos que se utilizan para la guerra no se emplean para superar la malnutrición y la inseguridad alimentaria. Por ello, transparencia y cese de las exportaciones cómplices, que deben ir acompañadas de una reconversión de la industria armamentística.

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