La reforma laboral en manos de Macron

El Ejecutivo francés comenzó ayer una ronda con los agentes sociales para presentarles las cuestiones sobre las que ya ha tomado una decisión en relación con la reforma laboral. Los temas que mayor controversia suscitan posiblemente no se conozcan hasta que presente el decreto legislativo a finales de este mes. De esta manera reduce sustancialmente la posibilidad de un debate público, toda vez que a principios de agosto el Gobierno consiguió que el Parlamento diera luz verde a que pudiera legislar por decreto sin el correspondiente debate en el legislativo.

La reforma laboral en ciernes suscita dos reflexiones. La primera en cuanto al proceso formal. Un cambio en la legislación laboral es una modificación de gran calado para la organización económica de un país. Además, si el cambio que se propone resulta controvertido lo lógico es que se habiliten todas las instancias para que pueda darse un debate amplio y en profundidad que es, precisamente, la esencia de la democracia. Sin embargo, el legislativo francés se ha lavado las manos en este tema cediendo sus funciones legislativas al Ejecutivo con el fin de evitar el más que probable desgaste. Elude un debate incomodo pero vacía de contenido la democracia. En cuanto al fondo de la reforma, pocos detalles se conocen. Sin embargo, los rumores apuntan a una flexibilización de las relaciones laborales, es decir, la esencia del cambio que está pergeñando Macron es restringir el poder de negociación de los trabajadores, lo que se traducirá a medio plazo en mayor precariedad, en un retroceso de los sueldos y una pérdida de poder adquisitivo, como dejó en evidencia ayer un estudio de la multinacional Adecco para el Estado español.

Todas estas reformas que exige Bruselas, mal llamadas estructurales, no son más que un proceso sistemático para debilitar la capacidad de negociación de los trabajadores y no tienen otro objetivo que desmontar el Estado de Bienestar y, de paso, vaciar de contenido la democracia.

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