LOMCE: la ecuación escocesa y la vasca

El «acuerdo parcial» sobre la LOMCE sellado por el Gobierno de Lakua y el español resulta sorprendente y grave por motivos de forma y de fondo. Las formas, en realidad, delatan el fondo: no debe estar nada convencido del contenido del pacto ni de sus propias fuerzas el Ejecutivo de Urkullu cuando lo ha ocultado de modo tan alevoso a la comunidad educativa vasca y la sociedad en general. En cuanto al fondo, la mención conjunta de Lakua y Madrid a la conformidad con el actual sistema de modelos lingüísticos puede leerse como una mera constatación de la realidad actual y, por tanto, como algo intrascendente, pero también resulta una flagrante autolimitación por parte del Gobierno del PNV, que afirma tener la competencia y debiera tener también la ambición de lograr un sistema educativo que realmente euskaldunice a todo el alumnado de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.

Dicho esto, conviene remarcar que no se trata de un hecho político aislado. El acuerdo que da oxígeno a la repudiada Ley Wert se alinea milimétricamente con el discurso rebajado del PNV en defensa del actual autogobierno, y no en exigencia de su ampliación, o con el grito en el cielo puesto ahora por Lakua contra el informe CORA sobre recentralización que hace unos meses consideraba irrelevante. En un momento en que Escocia o Catalunya abren ventanas y en que la sociedad vasca demanda también superar sus corsés, Lakua y el PNV esquivan la batalla situando el terreno de juego en lo que ya tienen y no en lo que su ciudadanía reclama.

Incluso aunque se interprete en clave táctica, la jugada política es pésima. La ecuación resulta clara. En Escocia –ese modelo que tanto elogia Urkullu mientras se cuida mucho de no ser Salmond–, la poderosa campaña por la independencia ha servido al menos para abrir camino a una ampliación competencial sin precedentes, a una descentralización total. En el caso de Lakua, evitar cualquier ofensiva en terrenos como la LOMCE solo alimenta a los partidarios de la recentralización.

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