Un gobierno de cambio no debe vetar ni segregar

La decisión del Gobierno de Nafarroa de revocar el nombramiento de Imanol Haranburu Karrera como jefe de Negociado de Escuelas de Idiomas y Acreditación es grave. La inhabilitación ajena al Derecho aplicada por el consejero de Educación, José Luis Mendoza, es consecuencia de una denuncia de UPN y ha sido justificada por «su relación en el pasado con ETA» (Haranburu estuvo preso durante dieciséis años y salió tras cumplir su condena hace ahora trece). La cosa empeora cuando el mismo comunicado afirma que «esta decisión en ningún caso cuestiona el conjunto de los derechos civiles que asiste a todo ciudadano y ciudadana una vez cumplidas sus deudas con la sociedad» (y, sin embargo, le inhabilita pese a su idoneidad para el cargo). Y se tuerce aún más si se tiene en cuenta que Haranburu ya ha tenido cargos en este ámbito –formó parte del equipo directivo de la Escuela Oficial de Idiomas de Tutera– cuando gobernaba UPN.

Cabe recordar que el régimen ya intentó criminalizar al propio José Luis Mendoza por haber estado involucrado en la revolución sandinista. También que entre sus compañeros hay personas como Bixente Serrano Izko, que sustituyó a Uxue Barkos en Madrid, condenado a 42 años en el año 1974 por el secuestro del industrial Felipe Huarte. El ahora diputado de Geroa Bai fue liberado con la amnistía de 1977. Paradójicamente, con este caso arranca el libro ‘Relatos de plomo. Historias del terrorismo en Navarra (1960-1986)’, coordinado por Javier Marrodán, prologado por Yolanda Barcina y financiado por su Gobierno. Cuidado con dejar a criterio de UPN qué derechos tiene quién.  

El mandato del Gobierno del cambio es eliminar la segregación y los vetos, garantizar todos los derechos de toda la ciudadanía navarra. Haranburu no solo tiene el perfil requerido para el cargo, sobre todo tiene todos sus derechos vigentes. Y recortar derechos era la práctica habitual del anterior Ejecutivo. Este no debería cometer este error, por razones políticas, éticas y profesionales. Por decencia.

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