Ramón Zallo
Catedrático de comunicación de la UPV-EHU

26J: más allá del sorpasso

Las estrategias comunicativas están siendo sorprendentes en este 26 J: el PP ningunea a PSOE presentándose como baluarte frente a Unidos Podemos; el PSOE se comporta como un boxeador inmaduro que se equivoca de adversario; Unidos Podemos aparece como menos radical y más recoge-todo; C’s aparece como un PP liberal que se diferencia en el tema de la corrupción.

Entre los partidos vascos, el PNV, muy presente, está abusando de mensajes solo para convencidos; y Bildu, con buen cartel, se esfuerza en transmitir un mensaje de soberanismo social, aunque de forma tardía.

En caso de producirse el hipotético sorpasso, sus efectos serían de vuelco en el mapa político español, desplazándose el juego político del eje centro-derecha versus centro-izquierda a un marco más polarizado, claro y confrontado de derecha e izquierda. Esa posibilidad se ha abierto después del 20-D. El 26-J está lejos de ser una mera repetición. Algo ha ocurrido en el ínterin.

La jaula de grillos que es el PSOE, su modo engañoso de afrontar las negociaciones para formar gobierno con un programa previo pactado con la derecha liberal, el envaramiento aprendido de su líder… son algunos de los elementos que han minado su credibilidad. Y el error ha continuado cuando toda su campaña se ha centrado en reproches varios a Podemos en lugar de dar protagonismo a un programa de «cambio».

Tampoco C’s parece que vaya a salir indemne porque, a pesar del manto pactista con el PSOE, su rabioso conservadurismo liberal invitan al voto moderado a concentrar el voto en el hermano mayor, incluso con pinza en la nariz. El estilo hiperagresivo y alegremente calumnioso de Rivera le da un toque de impostura.

Quizás el factor más cualitativo a efectos electorales desde el 20-D es el acuerdo Podemos-IU. Parecen sumar más que dos y añade la estructura de IU, un partido con tradición y peso en movimientos y que aporta un líder sólido y todoterreno (Garzón). Ya son polo desdibujando los espacios lights que encarnan los partidos tacticistas (PSOE y C’s)… y afectando también a los partidos abertzales.

El factor Podemos. Ya antes de ahora Podemos entendió los males del período aunque los combatió más en los medios de comunicación (ahora se le han vuelto en contra) que en la plaza pública; planteó una nueva moral; usa un lenguaje directo con las nuevas generaciones que han sufrido la política del PP; aporta nuevos líderes, ideas y formas de hacer política; y, al final, entendió el peso del tema de las nacionalidades para el logro de alianzas.


En esto último la excepción es Euskal Herria. Recordemos que habría sido más que razonable que el acuerdo para el 26 J se hubiera extendido en Navarra a Geroa Bai y Bildu. Entiendo que era más difícil en la CAE en donde ha habido una línea roja para un acuerdo con ildu por los costes de imagen en la política española, aunque quede como un horizonte para otro contexto tras reconversiones mutuas.

El éxito social de Podemos se ha producido a pesar de sus muchas debilidades: estructura por hacer, escaso peso en movimientos sociales y sindicales, ideario de trazos poco matizados, diversidad interna, inexperiencia, discursos muy cambiantes… Además Iglesias se «pasa» recurriendo al «patriotismo» y a la «socialdemocracia», como antaño recurrió a aquel absurdo de «no somos de izquierda ni de derecha.»

Pero tienen tres grandes virtudes para este tiempo inmediato: expresan un estado de ánimo social que les perdona su bisoñez y los deslices; tienen credibilidad por autenticidad y por los estúpidos ataques ajenos; y aparece como un voto útil a escala estatal para contrarrestar a Rajoy y, en su caso, para forzar a Sánchez a un gobierno de izquierda que el PSOE no quiere.
¿Qué Gobierno? Ha sido incomprensible que, siendo segunda fuerza, PSOE no pactara con Podemos un programa de izquierda. Error estratégico. Ahora asumiendo como probable el sorpasso, tendría la semana que viene un dilema infernal. Si como parece probable en la investidura prefiere a Rajoy frente a Iglesias, la foto ante su electorado es espantosa y la crisis de identidad y de espacio no se la quita nadie. Por su parte, Unidos Podemos en el límite tendría –no sé si la barajarán– la opción de renunciar a una presidencia «imposible» y ofrecérsela al PSOE mediante figura de prestigio y cintura (Ángel Gabilondo, Margarita Robles...) y gobierno de coalición con programa pactado. Si el PSOE tampoco lo quisiera el suicidio sería de harakiri.

Pero hay un factor cualitativo que va más allá del hipotético sorpasso: el cuestionamiento del régimen de la Transición. La Transición se acabó hace tiempo pero le faltaban los mimbres subjetivos para ser sustituida por otro sistema más decente y democrático, en claves de refundación del sistema político, incluyendo la canalización democrática de las aspiraciones de las nacionalidades.

El modelo democrático español con los años se ha dejado en la gatera las políticas igualadoras instaurando un régimen neoliberal de búsquese la vida. La corrupción ha llegado a unos límites imposibles. Por eso la indignación es general; las nuevas generaciones, aun estando poco ideologizadas, saben qué exigir y se están politizando desde la percepción de lo concreto e injusto.
Si esto es así ¿por qué sigue siendo mayoritario el PP a escala española? Quizás por el peso de la historia. Hay una tradición española de derechas y ultraderechas que llegaron a forzar y ganar una guerra civil y vivir del sufrimiento ajeno durante 40 años. Hay así una franja lampedusiana de clases altas y medias que siendo minoritaria tiene peso económico, mediático y social y está ferozmente atrincherada en sus posiciones. Pero también supo inocular en franjas populares la incultura política, basada en el silencio y el miedo, que ahora se expresa en pavor irracional al cambio y, lo que es peor, en unas tragaderas morales increíbles para con los responsables de tanto desmán. El modelo pactado de la Transición apuntaló la incultura democrática. La minusvaloración social de la corrupción dice mucho y mal de ese electorado, sin que el número de votos dignifique esa posición.

Una lectura vasca. Las encuestas sobre el voto vasco para las generales le dan el liderazgo a Unidos Podemos, seguido por PNV y EH Bildu, quedando en zona marginal PSE y PP. Ello indica varias cosas.
Primero, estos dos últimos partidos que sacaban fruto de la bipolarización tampoco son voto útil en elecciones generales –ni son la transversalidad– y quien les quita el espacio, Unidos Podemos, se plantea una relación que acepta aunque no promueva el derecho a decidir.

Segundo, –y se ha reparado poco en ello– el voto en la CAV a las tres formaciones preferentes –PNV, Unidos Podemos y Bildu–, es un voto concentrado y útil contra el régimen de la Transición aunque de naturaleza e intensidad distinta, en unos (PNV) centrado en lo nacional y su gestión, en otros (Unidos Podemos ) con acento en lo social y en Bildu en un doble acento nacional y social.

Tercero, Unidos Podemos también le afecta a los nacionalismos (más especialmente a la izquierda abertzale) cuyos liderazgos no se reproducen en estas elecciones generales. Es por ello que deben saber ofrecer mensajes que les sitúen como un voto útil también en unas elecciones generales.

Cuarto, dentro de los nacionalismos la diferencia del voto a Bildu, PNV y Geroa Bai es bastante definida: reside en el proyecto de país, en el rol que lo social tiene en sus programas y en la estrategia soberanista (una de proceso constituyente propio y otras de bilateralismo).

Finalmente, el dilema para el electorado vasco de izquierda que duda entre Unidos Podemos y Bildu, es si el voto se ciñe a la apuesta contra Rajoy y por el sorpasso, o se avisa cualitativamente –también en unas elecciones generales y además– con un proyecto integral de país (vasco) desde la promoción soberanista del derecho a decidir en claves de proceso constituyente propio, haya o no proceso constituyente español, y que también se reclama.

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