Mikel Zubimendi

Chagos, justicia para un pueblo víctima de un genocidio ocultado

En un auto histórico para los habitantes expulsados por la fuerza, la Corte Internacional de Justicia de la ONU ha rechazado la soberanía británica sobre las Islas Chagos.

Manifestación de víctimas del genocidio británico en Chagos. (NAIZ.EUS)
Manifestación de víctimas del genocidio británico en Chagos. (NAIZ.EUS)

Chagos es un archipiélago de siete atolones paradisiacos del Océano Índico formado por 60 islas tropicales llenas de palmeras y playas cristalinas. Pero, en contraste, la historia de sus habitantes es escalofriante: expulsados por la fuerza, engañados con mentiras, traicionados y condenados a la pobreza más extrema, fueron víctimas de un genocidio, quizá uno de los menos conocidos del mundo.

Las penurias y calamidades de los chaguenses comenzaron en el año 1965, cuando la posesión colonial británica de Mauricio encaraba el proceso de descolonialización y su constitución en república independiente.

Tres años antes de culminar ese proceso, bajo la amenaza de «independencia sin Chagos o la guerra para perder Chagos», los británicos compraron Chagos a Mauricio y la convirtieron en una posesión del Territorio Británico del Oceáno Índico.

Derechos humanos por armas nucleares

Años después alquilaron Chagos a los EEUU a cambio de rebajas en la compra de armamento nuclear estadounidense, y estos establecieron su primera base militar en el Índico, en plena Guerra Fría, que actualmente alberga a bombarderos estratégicos con capacidad de utilizar armas nucleares, 30 buques de guerra, una base de satélites para espionaje y un basurero nuclear.

Desde esa base, llamada Diego García, se han bombardeado Afganistán e Irak, y ha sido sede de las prisiones secretas de la CIA, donde cientos de secuestrados en países musulmanes han sido salvajemente torturados.

Pero para que todo ello fuera posible tuvieron que expulsar por la fuerza y el engaño a todos sus habitantes originarios. Los cablegramas británicos de la época son elocuentes: «Junto con los pájaros, hemos tenido que expulsar a los "Tarzanes" y los "Man Friday" –en alusión al nombre que Robinson Crusoe dio a su servidor indígena–.

Durante años fueron expulsados todos, los 2.000 habitantes. O dejaban su país o los mataban, llegaron a gasear y ejecutar a muchos, engañaron a otros con vacaciones o tratamientos médicos en el exterior y nunca más tuvieron el permiso de volver, a los que se negaron a dejar su tierra los dejaron sin suministros. Para 1973 se había concluido una operación de limpieza étnica brutal, ya no había habitantes originarios en Chagos.

Los expulsados se establecieron en Mauricio y en las Islas Seyhchelles. Sin la bienvenida de sus nuevos vecinos, estigmatizados, pobres y sin techo, los chaguenses no recibieron ninguna compensación, muchos murieron de hambre y enfermedades y sin poder regresar a su paraíso, otros optaron por el suicidio.

La base militar de Diego García era presentada como un bastión para la seguridad de occidente, la llamada «guerra contra el terrorismo» se operativizaba desde allí y el destino de los chaguenses parecía estar echado. El cinismo de las relaciones internacionales pesaba, y entre sus derechos y la «seguridad del mundo» todo indicaba que no habría retorno.

Resultado inesperado

Sin embargo, en contra del Gran Bretaña y EEUU, de toda su maquinaría de lobby, muchos países africanos y asiáticos, incluida India, y paradójicamente, en la Unión Europea post-Brexit también el Estado francés, Alemania e Italia votaron en la ONU que la situación de Chagos y la lucha de los chaguenses merecían un pronunciamiento de la Corte Internacional de Justicia e la ONU.

Acaba de conocerse la sentencia: a ojos del Derecho Internacional, el proceso de descolonización de Chagos no fue legal y Gran Bretaña debe poner fin a su administración del archipiélago. Aunque no sea legalmente vinculante, el significado moral, político y diplomático de la sentencia es innegable, motivo de gran emoción y satisfacción para los chaguenses.

No hay ningún pueblo en el mundo que desea ser colonia. Y mucho menos desaparecer de la historia a fuego lento. Ironías de la vida, los partidarios del Brexit defendían esa opción para que su país no siguiera siendo una «colonia de Bruselas», pero no tienen vergüenza alguna en seguir siendo colonizadores de países y territorios en los cuales cometieron genocidio.

Los británicos proponen ahora permisos para los chaguenses para que puedan realizar «visitas de herencia» de unas pocas horas a su país, un reconocimiento limitado del derecho al retorno. Pero el pueblo de Chagos, sin embargo, lo tiene bien claro. El derecho de autodeterminación no es una cuestión de «herencia». No están, no estamos, en la África de finales del siglo XIX y principios del XX. No, estamos a principios de 2019.