Gotzon ARANBURU
ATAUN

Su última voluntad, morir en Sara Etxea

El mejor testimonio periodístico que existe sobre la muerte de Joxe Migel Barandiaran es, con casi toda seguridad, el que dejó impreso Joxean Agirre en las páginas de ‘Egin’ aquel diciembre de 1991, a partir de que el día 17 recibiera el aviso de que Barandiaran había salido en ambulancia rumbo al hospital de Donostia.

La tumba de Joxe Migel Barandiaran y su sobrina Pilar, en Ataun. (Gotzon ARANBURU)
La tumba de Joxe Migel Barandiaran y su sobrina Pilar, en Ataun. (Gotzon ARANBURU)

Joxean Agirre, junto al fotógrafo Andoni Canellada y un periodista de ETB, esperó en la entrada de Urgencias del hospital y recibió permiso para esperar a Joxe Migel Barandiaran en su habitación, a la que el sabio de Ataun fue trasladado una vez que le practicaron varias radiografías. Poco después llegaban al centro sanitario varios familiares de Barandiaran, entre ellos su sobrina Pilar, encargada de cuidarle en la casa Sara, de Ataun. Era martes.

Pilar contó que su tío había empezado a sentirse mal el domingo, con pulsaciones muy elevadas y arritmia. Ya el lunes su estado empeoró y sintió que estaba llegando su última hora: «Banian, banian beste mundura» le dijo a Pilar.

En el hospital, a media tarde Barandiaran pidió un vaso de leche, lo que hizo pensar a quienes le rodeaban que su situación empezaba a mejorar, pero fue un espejismo que el diagnóstico del doctor Jabier Orbegozo se encargó de deshacer. Barandiaran sufría una grave infección en los pulmones y los médicos no podían hacer nada por su vida. Respetando su voluntad, que era morir en Ataun, Barandiaran fue trasladado a Sara, donde exhaló su último suspiro cuatro días más tarde, rodeado de su familia y unos pocos amigos.

En palabras de Joxean Agirre «4.30ak aldera larritu omen zitzaion arnasa. Gurutze Arregi, bere izena daraman fundazioko idazkaria eta Begoña Labaka, azken bi urteotan zaindu duen moja zituen ondoan, eta ozta-ozta etxekoei abisua emateko beta eman zien. Hasperen luze baten ondoren geratu zen hilik euskal etnografiaren aita».

Tras el fallecimiento, en Ataun se siguieron los ritos tradicionales del duelo rural vasco. Como recuerda Joxean Agirre, los primeros en ser avisados de la muerte fueron los baserritarras de los caseríos del entorno de Sara. Desde primera hora de la mañana del domingo 22 la capilla ardiente de Barandiaran, instalada en lo que había sido hasta hacía unos pocos días su lugar de trabajo en la casa, empezó a recibir visitantes, entre ellos varios miembros de la Mesa Nacional de Herri Batasuna y el lehendakari Jose Antonio Ardanza.

La familia del sabio recibió la propuesta de llevar a cabo un funeral solemne, pero rechazó el ofrecimiento, sabedora de que Barandiaran quería una despedida humilde, como lo fue él en vida. Como era tradicional, el ataúd con sus restos fue trasladado en comitiva desde la casa Sara hasta la iglesia de San Gregorio, con la familia en primer lugar, seguida de las autoridades –entre ellas el presidente navarro, Juan Cruz Alli–, luego representantes del mundo de la cultura y la ciencia, y finalmente el pueblo llano. 

Así rezaba uno de los pasajes de la crónica de Joxean Agirre que había abierto la primera de ‘Egin’ aquel 22 de diciembre: «Prebisioen arabera, sekulako jendetza bil daiteke herri horretan, deskuidatuz gero pasabideak kolapsatuz. Hileten ondoren herriko kanpo santura eramango dute». Así ocurrió. Una multitud, que siguió la ceremonia mediante la megafonía instalada en el exterior del templo, despidió al sabio ataundarra, que había dejado este mundo a los 101 años de edad. El dibujante Tasio lo representó en su viñeta llegando al cielo, siguiendo a San Pedro sobre las nubes… y deteniéndose a los pocos pasos a examinar con atención un hueso que había hallado en el camino.