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El cielo celebra una orgía planetaria poco frecuente

Este será un verano especial para la observación astronó- mica. Casi todo el Sistema Solar será visible, una coincidencia inusual, que se une al eclipse lunar del próximo día 27 y a las tradicionales Perseidas, que serán el 12 de agosto.

El cielo ofrece este verano seis planetas visibles y un eclipse lunar. (THINKSTOCK)
El cielo ofrece este verano seis planetas visibles y un eclipse lunar. (THINKSTOCK)

El firmamento ofrece este verano una visión extraordinaria que suele darse cada bastantes años. Hasta seis planetas de nuestro Sistema Solar –hay que recordar que lo componen ocho– se pueden observar entre el atardecer y pasada la medianoche, una coincidencia excepcional que bien merece la pena vivirla en directo.

A continuación vamos a explicar cómo ubicarlos y diferenciarlos del resto de cuerpos celestes. Lo fundamental que debemos saber es que los planetas, a diferencia de las estrellas, no tienen luz propia. En realidad, brillan porque reflejan la que emite el Sol, al igual que lo hace la Luna todos los meses. Esa particularidad ya nos permite conocer su principal característica distintiva, el resplandor que irradian es totalmente plano, a diferencia de las estrellas, que titilan.

Con ese esencial indicio ya podemos ponernos manos a la obra y adjudicarles nombres a lo que hasta ahora eran solo unos puntos relucientes en el firmamento. Por orden de aparición en la bóveda celeste, Mercurio no es precisamente el más sencillo de localizar. El pequeño tamaño, pero, sobre todo, la cercanía al Sol impiden que su visualización sea fácil. Una buena manera de intentarlo es esperar a que el astro rey se esconda en el horizonte por el oeste y observar justo encima de su estela. Un diminuto punto blanquecino entre el fondo anaranjado será la recompensa para quienes dispongan de una mayor agudeza visual. No hay que desesperarse si no se encuentra, pues es una tarea complicada, a diferencia del resto de planetas, que sí son fácilmente visibles.

Así ocurre con Artizarra, que es como se conoce en euskara a Venus, un vocablo que posiblemente derive de la unión de los términos «argi» e «izarra», explicación plausible por su gran luminosidad. Se trata de una característica que dicho astro lleva a su máxima expresión este verano, siendo observable al atardecer, también en dirección hacia poniente, y algo más alejado del Sol. Viviendo una especie de continuo calentamiento global, Venus tiene una particularidad que le diferencia del resto de planetas. Ayudados de prismáticos o de un telescopio, se puede discernir cómo, al igual que la Luna, vive diferentes fases crecientes o menguantes, en función de su posición respecto a nuestra estrella más próxima.

Un poco más elevado y dirigiendo nuestra mirada hacia el sur, nos topamos con Júpiter que, a pesar de ser bastante más grande –tiene un diámetro más de 11 veces superior al de Venus–, su brillo es menor, debido a la enorme distancia a la que se encuentra de nosotros, casi 594 millones de kilómetros cuando está más cercano.

El mayor de los planetas del Sistema Solar sí que merece la pena ser visionado con ayuda de algún elemento óptico. Utilizando un telescopio de mediana potencia, se pueden apreciar sus curiosas bandas e incluso su famosa Gran Mancha Roja, un enorme remolino anticiclónico de dos veces el diámetro del tamaño de la Tierra, que se calcula pudo iniciarse hace 300 años y en cuya zona exterior se dan vientos de hasta 400 kilómetros por hora.

No acaba ahí el espectáculo que ofrece este objeto gaseoso. Si disponemos de los suficientes aumentos, también pueden distinguirse como unos pequeños puntitos los cuatro satélites galineanos –denominados así al ser descubiertos por el ilustre y perseguido Galileo–. Europa, Io, Calisto y Ganímedes pueden variar su posición respecto al planeta en función del día y hora a la que lo observemos.

Un Marte majestuoso

Todavía más hacia al sur y prácticamente a la misma altura, observaremos otro punto de luz plana. Es Saturno, uno más de los cuerpos celestes con características propias que le hacen especial y distinguible, como son los majestuosos anillos que le rodean. En estos momentos, además, su inclinación es la ideal para observar los miles de trozos de roca de los más variados tamaños que le envuelven sin poder escapar al tirón gravitatorio del planeta.

Como en anteriores objetos, si lo observamos empleando un telescopio, podremos discernir entre las diferentes tonalidades de los distintos anillos e incluso apreciar la denominada División de Cassini –la separación más marcada entre aros–, en honor del astrónomo italiano que la descubrió allá por finales del siglo XVII.

Lo bueno se hace esperar y no será hasta la medianoche cuando aparecerá uno de los fenómenos del cielo veraniego. Mirando hacia el sureste, surgirá un Marte grandioso, debido a su gran aproximación a la Tierra –casi 58 millones de kilómetros–, una distancia que solo será menor allá por 2035.

Por tanto, es una magnífica oportunidad para apreciar lo que a simple vista es ahora mismo un marcado punto de luz con un tono rojizo espectacular, que alcanzará su mayor esplendor el próximo día 31. Apreciar detalles de un astro que ha estado rodeado de misterio durante mucho tiempo exige de bastantes aumentos, por ejemplo si queremos divisar sus casquetes polares.

Caso de que todavía no estemos empachados con semejante cúmulo de objetos y las templadas temperaturas nocturnas lo permitan, la gira planetaria concluye con la observación de Neptuno, ubicado ya muy cercano al este y que aparece algo más tarde que Marte. En este caso, sí que son necesarios, como mínimo, unos prismáticos, pues se trata de un minúsculo puntito, debido a lo alejado que está de nosotros, nada menos que 4.300 millones de kilómetros.

El eclipse más largo

Además de esta orgía planetaria, hay un día marcado en rojo para los observadores astronómicos: el 27 del presente mes. En apenas dos semanas, podremos visualizar el eclipse lunar –la Tierra se interpone entre nuestro satélite natural y el Sol– más largo del presente siglo, con una prolongación de una hora y 43 minutos, si bien a la Luna le costará casi cuatro horas recorrer la zona sombría terráquea.

Hay dos factores que explican semejante duración. Pasará casi exactamente por el centro de la sombra, lo que hará que le cueste más transitarla, y se encontrará en el punto más alejado de su órbita respecto a la Tierra, lo que añadirá más tiempo.

De este fenómeno se podrá disfrutar en Euskal Herria a partir de las 21.30, que es cuando asomará por el horizonte, aunque para ese instante, nuestra sempiterna acompañante ya se encontrará totalmente eclipsada y adquirirá un tono rojizo característico cuando se alinean los tres astros, de ahí que se le conozca como luna de sangre.

Se completa esta guía celeste veraniega con un acontecimiento tradicional en la época estival. Se trata de las Perseidas, la más famosa de las lluvias de estrellas.

En realidad es nuestro planeta el que atropella con su atmósfera a los miles de restos sólidos dejados por el cometa SwifTuttle, cuyo último paso fue en 1992. Este año la máxima incidencia de meteoros se dará el 12 de agosto.