Iñaki Vigor
Interview
Fermín Ijurko y Mariví Irotz
Padre y madre de Hodei

«En estos diez años hemos hecho más de 800.000 kilómetros para ver a nuestro hijo»

Hodei Ijurko Irotz, detenido en la noche del 8 al 9 de marzo de 2008 en Alde Zaharra de Iruñea y condenado a 16 años de cárcel por un acto de kale borroka, saldrá libre el próximo día 20. Durante esta década sus padres, Fermín y Mariví, han tenido que recorrer más de 800.000 kilómetros para poder visitarle en la cárcel. «Ha sido duro. La solidaridad ha sido fundamental para poder sobrellevar esto», afirman.

Fermín Ijurko y Mariví Irotz posan junto al retrato de su hijo Hodei. (FOTOGRAFÍAS: Iñaki VIGOR)
Fermín Ijurko y Mariví Irotz posan junto al retrato de su hijo Hodei. (FOTOGRAFÍAS: Iñaki VIGOR)

Su hijo Hodei saldrá de la cárcel dentro de pocos días, tras más de diez años preso. ¿Cómo están viviendo esta espera?  
Estamos con los nervios a flor de piel. La gente te pregunta cuándo sale Hodei, a ver qué tal está… Él ya lleva varios meses diciendo que la puerta está abierta; está muy nervioso, y ese nerviosismo nos lo transmite a nosotros. La verdad es que tenemos una sensación un poco extraña, quizás porque no sabemos cómo va a reaccionar cuando salga.

¿Cómo lo está viviendo él?
Hodei entró a la cárcel muy joven, con solo 21 años, que es cuando estaba disfrutando de la vida. Suele decir que él se ha hecho hombre en la cárcel. Lo ha pasado mal, porque le han machacado, y ahora sale con 32 años, sin haber podido disfrutar de sus mejores años. Él está con la ilusión de que sale todavía joven, pero se le nota que está nervioso. En diez años han cambiado los amigos, la gente, la sociedad, el ambiente… pero esperamos que poco a poco, con la ayuda de la familia y de los amigos, se sienta bien.
Nuestro hijo no es de hablar mucho, pero en estos últimos meses se le ve intranquilo. Después de esos diez años que no ha vivido, ahora tiene mucha ilusión por vivir, por hacer cosas que no ha podido hacer en todo este tiempo. Pero  también le duele que en la cárcel se quede un montón de presos, y comenta que hay que sacarlos como sea. Hodei quiere salir y disfrutar, por supuesto, pero también seguir luchando y trabajando por este pueblo.

Estamos en vísperas de su última visita a la cárcel. ¿Qué sensación tienen?
Creemos que va a ser especialmente emotiva. Hodei lleva nueve años en la cárcel de A Lama, y en este tiempo hemos conocido a mucha gente, hemos hecho relaciones con personas de Galicia, han surgido nuevos amigos que incluso nos ofrecen que sigamos yendo allí de vacaciones… Por un lado, nuestra sensación es de tranquilidad, de pensar que a partir de ahora ya no tienes que organizar un viaje tan largo todas las semanas, de hacer listas, preparar dinero… Todo eso te quita mucho tiempo, te causa dolores de cabeza, pero ahora estamos con una alegría terrible porque todo eso se acaba. Hay gente preparando el viaje para traerle a casa, porque vamos a ir con familiares y amigos que nos han apoyado en todo momento, y todo eso te afecta y te hace estar más nervioso, porque ves que por fin ha llegado el momento.

La cárcel de A Lama (Pontevedra) está a 750 kilómetros de Iruñea. Eso significa que para cada visita han tenido que realizar unos 1.500 kilómetros, sumando el viaje de ida y vuelta. ¿Han calculado cuántos kilómetros han recorrido en esta década para poder ver a su hijo?
Los últimos nueve años ha estado en A Lama, pero anteriormente también estuvo en las cárceles de Logroño, Soto del Real, Valdemoro y Curtis, donde pasó nueve meses en aislamiento y le hicieron de todo. En total, calculamos que hemos hecho unos 6.000 kilómetros al mes, porque no hemos dejado de ir a verle ni una semana, e incluso hemos realizado otras seis o siete visitas más cada año. Eso supone unos 72.000 kilómetros al año y unos 800.000 kilómetros en todo el tiempo que ha estado encarcelado. Es como si en estos diez años hubiéramos dado veinte vueltas alrededor de la Tierra.

¿Qué coste económico y humano ha tenido para ustedes el alejamiento de Hodei?
Cada visita supone unos 300 euros en gastos de gasolina y de estancia, a lo que hay que añadir el dinero que le metemos a Hodei cada mes, ropa y comida, porque allí les dan mal de comer. Y además están los gastos extras para dentista y otras necesidades, el desgaste del coche, las averías, las multas de la Guardia Civil por ser quienes somos... Al final, es un dineral.  

¿Cómo ha vivido Hodei esta situación de alejamiento?
Lo que más le duele a Hodei y a todos los presos vascos es el sufrimiento que tenemos que pasar los familiares y amigos para poder visitarles. Nosotros hacemos 1.500 kilómetros cada viaje para estar con él un par de horas, pero los amigos hacen ese mismo recorrido para estar solo cuarenta minutos. Y hay que tener en cuenta que, para visitar a otros presos, sus familiares y amigos tienen que hacer más de 2.000 kilómetros, con todo lo que eso conlleva. Hodei suele llamarnos para preguntar cómo hemos llegado, para saber si estamos bien, si hemos tenido algún problema, y creemos que esa es una preocupación común a todos los presos vascos.

Hodei entró a la cárcel con 21 años, cuando ni siquiera había Whatsapp, y va a salir con 32 años. ¿Les ha comentado qué le gustaría hacer a partir de ahora?
Todo el tiempo que ha estado dentro lo ha aprovechado para estudiar, y eso le ha servido para tener la mente ocupada. Ahora va a salir con la carrera de Antropología casi terminada, porque solo le quedan dos asignaturas y se examina justo la semana antes de salir de prisión. Si no fuese por los estudios, estaría veinte horas al día encerrado en una celda de doce metros cuadrados. Suele comentar que le gustaría comer lo que no ha comido en la cárcel, utilizar cubiertos que no sean de plástico, ir al monte, andar por la hierba y disfrutar de la vida, que es lo que no ha podido hacer en estos diez años. Si te contamos todo lo que quiere hacer, igual tienes que escribir un libro. Lo que tiene claro es que va a terminar la carrera, que está ilusionado con ella, y que quiere hacer el proyecto de fin de carrera en torno a la violencia de género.  

¿Qué ha supuesto para ustedes el apoyo y la solidaridad que han recibido en todo este tiempo?
Esa ayuda ha supuesto muchísimo, ha sido vital para nosotros, y queremos mostrar nuestro agradecimiento a todos los que nos han apoyado en estos diez largos años. Hemos salido adelante gracias al apoyo que hemos tenido por parte de la familia y de los amigos, que no han dejado ni un sábado de ir a visitarle y nos han ayudado muchísimo. También nos han apoyado mucho los vecinos de Etxarri, un pueblo que se ha volcado con nosotros y con todos los presos; los jóvenes de Mirentxin, que todas las semanas realizan traslados a las cárceles sin cobrar un duro y ofreciendo todo tipo de amabilidades; los miembros de Etxerat, que nos han ayudado siempre que lo hemos necesitado, y muchas personas a título individual.
Aunque en este pueblo estamos acostumbrados a ver condenas muy elevadas, de veinte y treinta años, diez años de cárcel son muchos años. Eso es realmente duro, y la solidaridad es fundamental para poder afrontarlo. Si no fuese por todos los que nos han apoyado, sería muy difícil poder sobrellevar esto. Nosotros tenemos claro que no van a terminar con este pueblo, porque esa solidaridad es la que nos mantiene unidos y vivos.