Nadja BOURAKAN
Bejaia (Argelia)

«Pouvoir, assassin!»

En mitad de unas protestas sin precedentes en la historia reciente de Argelia, la Cabilia honra a su mártir más venerado cuando se cumplen 21 años de su muerte a tiros.

Una mujer hace el signo de la victoria en el estadio de Bejaia. (Karim TOULIEB)
Una mujer hace el signo de la victoria en el estadio de Bejaia. (Karim TOULIEB)

Las calles llevaban días cosidas con carteles de la convocatoria pero el lleno estaba asegurado aún sin ellos. El estadio de Bejaia –en la costa cabil– acogía hoy un concierto a la memoria de Matoub Lounés, el escritor, pensador, poeta, ateo militante y látigo bereber contra la ortodoxia arabista imperante en este rincón del mundo. Tras su muerte a tiros, el 25 de junio de 1998, el Gobierno apuntó a los islamistas tras el crimen; los bereberes, a los servicios secretos argelinos. Dos décadas más tarde, el retrato de un Lounés de gesto taciturno resulta casi tan icónico para su pueblo como su bandera.

El estadio está repleto de ellas, desde la grada hasta el cordón que rodea las sillas alineadas en el centro del campo. «Esto es territorio liberado», dice orgulloso Morceg Taouti, un activista recién liberado tras dos años de cárcel. «No es mucho para nosotros, no está mal. Es lo que les espera a la mayoría de los que han sido detenidos estos días por sacar la bandera amazigh», subraya el veinteañero. Se habla de en torno a una veintena de arrestos desde que Ghaid Salah, jefe del Estado Mayor del Ejército, anunciara la semana pasada la prohibición de la enseña bereber. Mucho de ellos fueron interceptados durante las protestas del pasado viernes en Argel.

Desde el área de penalti, Ghilas Ainouche, un reconocido caricaturista local apunta a un ambiente «cada vez más sofocante» desde el inicio de las protestas. «Solo aquí, en Cabilia, van más de doscientos detenidos y la lista sigue creciendo», explica este colaborador habitual de "Charlie Hebdo", entre otras muchas cabeceras. Sobre las protestas, Ainouche no anticipa cambios a corto plazo. «Salir a la calle es fácil; lo difícil es cambiar la mentalidad de la gente hasta que acabe entendiendo conceptos como los de ‘igualdad’, ‘democracia’ y ‘laicismo’ en toda su dimensión», subraya el cabil.

La convocatoria era a las 19.30, pero son casi las ocho y sigue sin haber movimiento sobre el escenario. Justo al lado, Nadia Lounés, viuda del homenajeado, saluda con sendos besos en las mejillas a algunos de los rostros más visibles del movimiento. Llegan desde prácticamente cada enclave bereber de Argelia y ninguno quiere volver sin su retrato con la que acompañó al mártir hasta el mismo momento de su muerte: viajaba con él cuando el coche fue interceptado por pistoleros en un una carretera de montaña al este de Argelia.

Enfundada en un vestido tradicional cabil, Lounés atiende paciente a decenas, probablemente centenares de invitaciones a posar para un selfi, entre ellas la de Kacem, un activista mozabita de Ghardaia –a 700 kilómetros en de la costa– que prefiere no dar su nombre completo. Sus razones son de peso: ha sido arrestado tres veces desde los enfrentamientos con la Policía que se saldaron con docenas de muertos en los incidentes de 2015. «De dos años de cárcel pasé uno entero incomunicado, sin contacto con la familia y ni siquiera con otros presos», recuerda este hombre de 52 años. Según dice, un evento como el de hoy sería «impensable» en su Ghardaia natal. A su lado, Salah Dabouz, también mozabita, coincide. La vida de este abogado de 70 años transcurre dese hace tiempo entre citas con presos y sus familiares, y las tres veces a la semana que tiene que pasar por comisaría para firmar.

La violencia entre bereberes mozabitas y árabes en se remonta al año 1975, con nuevos brotes que se reprodujeron durante los año 80 y 90. La elevada tasa de desempleo y el malestar causado por las expropiaciones de tierras que se dan a colonos árabes se suman a las reivindicaciones identitarias, convirtiendo a la región de M´zab en un «agujero negro» más del desierto argelino.

Pan negro

Dan las nueve de la noche, la grada se impacienta y lanza una sonora pitada; las luces de los móviles se encienden como luciérnagas en la oscuridad mientras un grupo de mujeres sentadas en el centro del campo se une a la protesta con gritos asombrosamente parecidos al irrintzi vasco.

«Imazighen, imazighen» («amazighs, amazighs»), acaba coreando rítmicamente la multitud. Solo entonces dejan en paz a la viuda para que pueda subir al escenario. La acompaña la familia de Kamel Edhin Fehar, activista mozabita muerto en la cárcel a finales del mes pasado. El público estalla: «Pouvoir, assassin- Pouvoir, assassin!» («¡poder, asesino!»), repiten, ahora en francés, miles de personas haciendo el signo de la victoria con el brazo en alto. Callarán para guardar un minuto de silencio por los mártires antes de volver a la carga: «Pouvoir, assassin-pouvoir, assassin!».

Lounés será breve: es un homenaje a su marido, pero también a los mártires de la llamada «Primavera Negra» –una cadena de incidentes de 2001 en la Cabilia en los que murieron decenas de personas–. Los músicos, continúa Nadia, interpretarán una o dos versiones de Matoub. Miles de teléfonos móviles iluminan la noche mientras recogen el momento. La atención pasará después a Oulahlu «el blanco», el guitarrista ciego y albino que tocaba con Louné. Aplausos. Irrintzis. «Pouvoir, assassin!».

Ali Ideflawen es recibido con la misma ovación; parece no haber nadie que no se sepa la tonada. «Comí el mismo pan negro que tú en prisión», le acompañan todos. La canción está dedicada a Ferhat Mehenni, arrestado en trece ocasiones y hoy presidente del Gobierno Provisional de la Cabilia en el Exilio con sede en París desde 2010. Seis años antes fue su hijo el ejecutado, en la capital francesa. Luego llega el turno de Malika Domrane, Ali Amrane, Zedek Mouloud… Todos nombres de sobra conocidos en esta parte del mundo. La catarsis se alarga hasta altas horas de la madrugada: «Pouvoir assassin!», gritan miles en algún lugar de la costa argelina.