Rocío Otoya (EFE)
Johns River

Una bilbaína, en primera línea de los feroces incendios forestales de Australia

El fuego que arrasó el fin de semana parte de la localidad costera de Johns River, al norte de Sidney, se podía ver desde la granja de la bilbaína Ana Martín, quien ahora se refugia en casa de unos amigos, mientras los incendios forestales que se han cobrado ya la vida de tres personas continúan azotando el este de Australia.

Los residentes defienden una propiedad de un fuego forestal en Hillsville, a 350 km al norte de Sidney. (Peter PARKS | AFP)
Los residentes defienden una propiedad de un fuego forestal en Hillsville, a 350 km al norte de Sidney. (Peter PARKS | AFP)

Una de las víctimas mortales, que pereció al no poder escapar de las llamas que devoraron su vivienda, era una vecina de Johns River a quien Ana Martín conocía.

En esta localidad, con 320 habitantes y situada a unos 275 kilómetros al norte de Sidney, todavía humea la tierra después de que las llamas arrasarán el viernes pasado todo lo que se interpuso a su paso.

El terreno calcinado jalona la autovía que recorre la costa en dirección al pueblo, entre un olor a chamuscado y denso humo que todavía dificulta la respiración.

Una atalaya entre las llamas

«Nuestra casa tiene un poco de elevación y veíamos cómo se movía el fuego e íbamos avisando a los vecinos (...). Ves cómo avanzan (las llamas) y a los bomberos intentando controlarlas, pero (el fuego) se va escapando», rememora a Efe.

Hace tres años, Martín se mudó a esta propiedad rural de Johns River junto a su marido, el alemán Sven Stephan, donde se dedican a la apicultura.

Para acceder a su propiedad hay que recorrer un camino sin asfaltar, rodeado de vegetación y pantanos, aunque estos permanecen este año secos debido a la fuerte sequía que afecta al país.

«Aquí normalmente caen 1.800 milímetros de agua y este invierno no hemos tenido ni 300», lamenta Martín al reclamar a los políticos medidas contra los efectos del cambio climático.

Ante estas condiciones de sequía, los vientos desplazan las brasas y para cuando los bomberos se quieren dar cuenta ha prendido otro incendio, comenta la bilbaina, quien vive en Australia desde hace un cuarto de siglo.

Cuando la situación se recrudece «te dices ‘es hora de meterte en el coche’» y conducir hasta un lugar más seguro, comenta.

Condiciones catastróficas

El estado de Nueva Gales del Sur, donde se encuentra Johns River, ha declarado el estado de emergencia por los incendios y, además, en la jornada de este martes se prevé que las temperaturas alcancen los 37 grados con rachas de viento de hasta 65 kilómetros por hora.

Las brasas continúan humeando y todavía se pueden encontrar pequeñas fogatas en las cercanías del pueblo, por lo que Ana Martín y su marido optaron por refugiarse de manera temporal en casa de unos amigos.

«Cuando es de día por lo menos puedes ver por dónde viene el viento o el humo, pero las noches que hemos pasado en casa no hemos dormido nada», confiesa Martín, quien ha visitado su vivienda para constatar que no se ha quemado y que sus perros y abejas están a salvo.

Desde principios de año los fuegos han calcinado más de 9.000 kilómetros cuadrados de terreno, un área superior a la superficie de la provincia andaluza de Almería (más de cuatro veces la superficie de Bizkaia).

Unos 85 focos continúan ardiendo desde la semana pasada, al menos 47 de ellos todavía fuera de control, en los estados orientales de Nueva Gales del Sur y Queensland.

Las llamas han devorado ya 200 edificios y unas cien personas han resultado heridas, entre ellos 20 bomberos.

Más de 3.000 bomberos, con la ayuda de voluntarios y 60 aeronaves cargadas de agua, combaten los incendios a lo largo de una franja de 1.000 kilómetros de longitud en la costa este de Australia.

Antes de la temporada de incendios

La temporada de incendios en Australia varía según la zona y las condiciones meteorológicas, aunque generalmente se registran en el verano austral, entre los meses de diciembre a marzo.

En los últimos años, los incendios forestales en Australia –que este año también ha sufrido una fuerte sequía– han aumentado en intensidad y los expertos vinculan esta virulencia a los efectos del cambio climático.

«El año pasado tuvimos de 46 a 47 grados con unos vientos increíbles. Si este fuego pasa ese día, olvídate», subraya la vasca.

Los peores incendios vividos en el país oceánico en las últimas décadas ocurrieron a principios de febrero de 2009 en el estado de Victoria (sureste), cuando causaron 173 muertos y 414 heridos, y quemaron una superficie de 4.500 kilómetros cuadrados.