Oihane LARRETXEA
DONOSTIA

La sima de Kiputz nos lleva a la última glaciación en San Telmo

San Telmo inaugura ‘Kiputz, un abismo en la prehistoria’, una exposición que recoge el tesoro arqueológico y paleontológico hallado en esta sima ubicada en el valle del Deba y descubierta en 2003. Se han extraido más de 18.000 fragmentos óseos de bisontes, renos y rinocerontes lanudos que habitaron estas tierras hace 20.000 años.

Los expertos destacan la buena conservación de los fragmentos óseos. (Maialen ANDRES/FOKU)
Los expertos destacan la buena conservación de los fragmentos óseos. (Maialen ANDRES/FOKU)

Kiputz es un agujero casi circular de 2,5 metros de diametro y seis de profundidad. Era una trampa mortal para los animales que caían en él. No había forma de salir y su muerte era cuestión de tiempo. Se ubica al final del valle del Deba y fue descubierta en 2003 por el grupo de Arqueología Munibe de Azkoitia.

En 2004 comenzaron los trabajos de excavación realizadas por un equipo multidisciplinar de la UPV/EHU, Aranzadi y Munibe Arkeologia Taldea para la recuperación de lo allí encontrado; fueron cuatro veranos consecutivos en los que se recogieron 18.296 fragmentos óseos. Esta mañana, en la presentación de la exposición que el Museo San Telmo inaugura mañana, el equipo de expertos que ha participado en las labores de recuperación ha recordado emocionado varios momentos. No es para menos: en Kiputz IX se han contabilizado los conjuntos paleontológicos más abundantes de renos y bisontes de toda la Peninsula Ibérica, así como de ciervos. A menudo, según han explicado, estos esqueletos se han recuperado casi completos y unos pocos incluso en posición anatómica, es decir, en la misma postura que adoptaron antes de morir.

Pedro Castaños, comisario de la muestra junto a Xabier Murelaga, ha explicado el valor incalculable de lo encontrado y el perfecto estado de los dientes, huesos y cornamentas descubiertas, la mayoría de ellas de hace unos 20.000 años. La sima, que nunca fue habitada por el ser humano, refleja con mayor fidelidad la fauna del entorno y, por tanto, las condiciones de este ecosistema durante el Último Máximo Glaciar.

En palabras de Castaños, se ha podido identificar el 70% del material hallado y determinar con exactitud a qué especie pertenecía. El resto, por sus escasas condiciones, no se ha podido clasificar. «Esta sima tiene una riqueza excepcional –ha afirmado–. Era como una gran trampa de mariposas. Los humanos no cazaban todo lo que había, sino que seleccionaban. Al tratarse de un lugar que no fue habitado, no había selección, a Kiputz cayó todo lo que habitaba».

La muestra se podrá visitar desde mañana hasta el próximo 9 de febrero y nos acercará a ese mundo ya desaparecido a través de la reconstrucción de esqueletos de reno, ciervo y un bisonte, cuyo cráneo está casi completo y es único en la peninsula. También se han reproducido los frisos hallados en Altamira, donde aparecen pintados los bisontes cuya presencia se ha podido constatar en Kiputz.