Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Lanzar datos como quien siembra el campo

Los portavoces del PP son expertos en lanzar datos como quien siembra el campo. A cholón. Sin mesura. Parece que la consigna es que da igual lo que digas, porque nadie se va a quedar con el número exacto ni con su inconsistencia. Ocurre lo mismo si es Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado o cualquier otro vocero del partido del Gobierno. Pueden arrancarse con «un trillón de españoles confía en tener mejor trabajo» y continuar con «uno de cada dos votantes cree que Rajoy la peta». Igual hasta te sacan un gráfico. Lo importante no es la precisión ni ajustarse a la realidad sino apabullar con estadísticas como si estas saliesen propulsadas de una manguera y caigan en tromba sobre el oponente. Es como en aquellas batallas dialécticas de la infancia en la que el más espabilado zanjaba «infinito más uno. Yo gano». 

Cuatro años siguiendo los consejos de ministros del PP dan para coger callo a la hora de pillar la «neolengua». «Flexibilización del mercado laboral» como sinómino de «abaratar el despido», «liberalizar para conseguir una mejor gestión» significa, en realidad, el «privatizar» de toda la vida, mientras que «racionalizar la administración» te lleva a despedir a empleados públicos. Insistir en que el Estado español no ha sido rescatado cuando en 2012 se pactó una inyección de más de 40.000 millones de eurazos a cambio de un memorándum eleva el embuste a la categoría de arte.

Con los datos, Rajoy y sus subordinados han añadido un elemento a su maestría dialéctica con el eufemismo. Lo explicaba a la perfección la periodista Belén Carreño en «Eldiario.es». En el debate del lunes, que sigue dando cola, la maestría de la vicepresidenta a la hora de hacer malabarismos con las cifras le llevó a presentar datos de empleo que poco tienen que ver con la realidad. Sin embargo, ahí se queda, tan ancha. Un día antes, en la discusión sobre Economía en «La Sexta», el nuevo valor de la derecha, Pablo Casado, tiraba del mismo manual: enterrar en datos al resto de contrincantes y confiar en que las técnicas de márketing político dicen que no tiene sentido dedicarte demasiado tiempo a desmontar al rival ya que corres el riesgo de quedar como alguien sin propuestas.

Al margen de las obligaciones del guión, el PP juega aquí con una ventaja. Es un partido con base sólida y que no ve al grueso de sus votantes amenazados. Después del descalabro de VOX a su extremísima derecha, Ciudadanos es el primer partido que puede darle un bocado. Sin embargo, su margen de actuación no es tan amplio como el que nos venden y no hay más que recordar el batacazo de Nick Clegg al frente de los liberaldemócratas británicos después de apoyar un Gobierno del conservador David Cameron. Todo un aviso para Rivera y su gente. Con este cálculo en la mano, Rajoy puede dedicarse a cuidar su perfil campechano, heredero del mejor Juan Carlos de Borbón, y dejar que sus escuderos le cubran los flancos con cientos de números inventados. Como repelentes-niños-vicentes recitando una lección que nadie va a corregir. Habrá que concederles que es meritorio jugar con semejante rostro de cemento. 

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