Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Detrás del ruido de Vistalegre también hay política

Los resultados de la votación de Vistalegre II se conocerán, en principio, el mismo domingo 12 después de dos maratonianas jorndas. Es decir, que cientos de miembros de todas las corrientes de Podemos aguardarán, juntos y revueltos, la decisión de los inscritos, probablemente después de una noche de intercambio de pareceres a través de Malasaña o Lavapiés. Teniendo en cuenta que el ambiente ya viene caldeado entre los líderes, que la tensión se extiende entre los «believers» y que, además, el cónclave coincide con luna llena, me imagino a quien resulte vencedor saliendo de la asamblea como la protagonista de «Carrie» al final de la película: dejando el reciento entre llamas y montañas de cadáveres. Habrá que ver cómo gestionan si, como suele ser habitual en sus votaciones, tienen que retrasar el anuncio de quién se impone. Veo gente encadenada al tendido.

Quienes vivimos el Vistalegre original recordaremos que, por aquel entonces, era Izquierda Anticapitalista el reconocido como «enemigo del pueblo». Ahí hubo estratagemas, jugarretas y maniobras de dudosa ética democrática. Estaba en juego el futuro del proyecto, que es la misma retórica que se impone ahora. Y eso que, en teoría, era todo el aparato de un partido (Claro que Podemos, se llamaban, snif, qué recuerdos) frente a un sector minoritario. Eso sí, muy bien organizado en la asamblea presencial, donde casi daba la sensación del empate gracias al «aplausómetro». Ahora, sin embargo, son quienes pusieron en marcha las estrategias originales quienes pueden caer víctimas de sus propias creaciones. ¿Justicia poética? No nos dejemos caer por los sentimentalismos. Es probable que Leon Trotsky hubiese hecho lo mismo que le hizo a él Josif Stalin si hubiese tenido a Ramón Mercader de su parte.

Quizás la gran tragedia para Iglesias, Errejón y los suyos era la que relataba ayer Lucía Méndez en «El Mundo». «La Gran Coalición avanza mientras Podemos discute», afirmaba la periodista. Tres datos: a) PP y PSOE van de la mano en el Congreso pero los focos están más pendientes de una discusión interna en el hemiciclo. b) El PSOE está en la peor crisis de su historia y no parece que el partido morado le haya recortado terreno. En este punto, todavía Podemos tiene margen, ya que en Ferraz estarán hasta junio desangrándose. c) El PP celebra su Convención Nacional el mismo día de Vistalegre II y es posible que ahora mismo en Podemos se estén arrepintiendo de regalarle a Mariano Rajoy la imagen de líder triunfal mientras ellos se lanzan los trastos a la cabeza.

Es curioso, pero en las últimas semanas he escuchado a mucha gente preguntándose si la disputa entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón era algo real o impostado como estrategia para salir en los medios. Una reflexión que denota una excesiva confianza en la capacidad maquiavélica de los dirigentes del partido morado que certifica una realidad: el ruido ha sepultado el debate ideológico en Podemos. Lo hay, y muy profundo (análisis de los resultados del 20D y, sobre todo, 26J, relación con PSOE e IU, modelo de acción política y, ay, la «plurinacionalidad») pero es difícil encontrarlo entre filtraciones, puñaladas, traiciones y tantísima sal gruesa.

Solo queda, como espectadores de «Battle Royale», sentarse y esperar a ver quién sale vivo.

PD: Para los agoreros que ya certifican el fin de Podemos. Siento comunicar que el funeral todavía no tendrá lugar. Cinco millones de votos en el Estado no se dilapidan tan fácilmente ni queriendo.

 

 

 

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