Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

El mismo régimen podrido (fin de la cita)

«Rajoy se levanta y ofrece un largo discurso. El resto de líderes hace lo mismo. No necesitamos esto. Necesitamos preguntas y respuestas rápidas de ida y vuelta». Sonya Downsett, corresponsal de Reuters, ofrecía en Twitter la mejor definición sobre las formas de la comparecencia de hoy de Mariano Rajoy para hablar sobre el «caso Bárcenas» y la corrupción del PP. La sesión pasará a la posteridad como el «día de la cita». O, mejor dicho, del «fin de cita», convertido en hastag por los expertos en marketing del PP. Porque lo de hoy apenas puede considerarse un monólogo a varias voces en el que, entre el ruido, ni siquiera se extrae algún dato de interés. Quizás el único aspecto relevante, que no desconocido, es constatar nuevamente la progresiva decadencia de un régimen que, como Cánovas del Castillo y Sagasta, o como los zombies de The Walking Dead, está muerto y hace como que no lo sabe.

La jugada retórica Rajoy de recurrir a frases de Alfredo Pérez Rubalcaba es la nueva modalidad del día del «y tú más», verdadero argumento de peso en cualquier debate en el Congreso español. No creo que ese fuese el efecto deseado pero, desde luego, que Rajoy cite al jefe del PSOE para justificarse sobre la corrupción solo demuestra una cosa: que Génova y Ferraz, o Ferraz y Génova, son dos caras del mismo sistema corrompido hasta los tuétanos. Desde Filesa hasta Roldán, pasando por los EREs, Naseiro, Gürtel o Bárcenas, la podredumbre es el verdadero nexo de unión, la columna vertebral del régimen heredado del franquismo. No es el detalle, es el ADN. Cualquier observador se daría cuenta de que lanzándose la pelota de barro, lo que verdaderamente evidencian es que tanto PP como PSOE son dos actores dentro de la misma representación del esperpento. Aunque va a ser que, de puro soberbios, sus portavoces son  incapaces de verse más allá del estrado. Si no, resulta incomprensible que Rubalcaba suelte eso de que "nunca he enviado SMS a delincuentes". Hay que ser cínico. Aunque claro, que él podría argumentar cuando fue a honrar a los asesinos Vera y Barrionuevo a la cárcel tras ser condenados por el GAL, todavía no existían los teléfonos móviles.

No voy a hablar aquí del fondo del debate. Por ahora, me quedo con las (insustanciales) formas. Y entiendo que cualquier ciudadano que haya presenciado el lamentable espectáculo tenga ganas de agarrar una antorcha y plantarse frente al Senado antes de que sus señorías abandonen a toda prisa el hemiciclo. Citar (porque hoy era el puto día de la cita) a Netzsche, Popper o a Bertrand Russell solo es parte del atrezzo de este inmenso circo, de esta gigantesca e hipócrita representación donde todo son medias verdades y a nadie le interesa ir al fondo del asunto porque implicaría ponerse delante su propio y enfangado espejo. Desde el alarido constante a los gritos hooliganescos de la bancada, pasando por las mentiras abiertas y las falacias contrastables, sesiones como la de hoy son solo el reflejo tangible de un sistema político reducido a mamarrachada. Equiparados en el fondo, Rajoy y Rubalcaba (y otros, que aquí hay para la mayoría) se refugian en el detalle superficial y en la frase facilona. Lo contrario, abordar el problema real del Estado español, implicaría poner en jaque todo ese sistema convertido en un casino en el que las grandes élites (ellos mismos y los constructores con quienes comparten mesa y mantel) han jugado a ganar o ganar. Pero esto ya estaba en el Lazarillo de Tormes. Y siguen igual desde entonces. Fin de la cita.

 

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