Koldo Campos
Koldo Campos
Memoria que respira y pan que se comparte

Pintar es un acto de fe (Conversando con Gorka Larrañaga)

Aquel niño de 5 años entonces no lo sabía pero esa fascinación que le provocaba “El triunfo de la muerte” (1562) de Bruegel el Viejo de alguna manera estaba determinando su futuro. Cada vez que se disponía a pasar de página surgía un detalle, una duda, una inquietud que volvía a situar a Gorka frente a la pintura del maestro flamenco en la que un temible ejército de esqueletos asola el mundo. No podía dejar de mirar el cuadro hasta el punto de tenerlo casi memorizado. ¿Por qué no se defendía de la muerte ese muñequito si tenía una espada? ¿Por qué esos dos personajes tenían el mismo sombrero y compartían la misma posición en el cuadro? Eran algunas de las preguntas que se hacía aquel niño de 5 años y que lo recuerda ahora, cuarenta años más tarde, mientras conversamos a raíz de su última exposición “Eskuaskotarikoa” en la galería Torre-Zuri de Azkoitia con el respaldo de la Plataforma Katapulta y con producciones de muy distintas épocas y estilos. “Todo lo que aquel cuadro generó en aquel niño es la experiencia que a través de mi pintura me gustaría compartir hoy”.

 

Natural de Azkoitia, Gorka Larrañaga se inició en el dibujo desde niño, influenciado por una sociedad que rendía culto a la imagen y que expresaba ese culto a través de la televisión, de las ilustraciones, del comic…

 

Hago una pintura para gente que tiene mucho más conocimiento de la imagen a través de los medios masivos de comunicación que de la historia del arte. La gente, por ejemplo, tiene cierta cultura en relación al cine pero si le preguntas por Monet, por el Expresionismo… la callada es la respuesta. La gente convive mucho más con esos medios masivos de la imagen”.

 

Con su entrada a los 19 años en Bellas Artes es que comienza a pintar porque, confiesa Gorka, era lo más parecido al dibujo.

 

Yo, desde chaval, tuve claro que me quería dedicar a la pintura y, en ese sentido, fue un ejercicio de perseverancia, de fe, porque siempre tuve claro que ese había de ser mi camino. Con independencia del éxito o el fracaso, eso lo dirá el futuro, la pintura, la práctica artística, es una forma de entender la vida, es mi manera de situarme frente a ella.

Cuando pinto, soy muy nervioso, tiendo a hacer muchos gestos, pequeños rituales que me hacen feliz y que los practico desde niño, ese personaje que aún llevo de la mano y al que no quiero renunciar.

Y si no hubiera sido la pintura habría sido otra disciplina artística porque todas me atraen. Me encanta, por ejemplo, la actuación. Creo que hubiera sido un buen actor.

Cuando comencé a pintar, en esos primeros años, lo hacía desde mi entorno vital, y en la necesidad de que mi mirada se reconociera con mis sentimientos, con mi interior. Me gustaba proyectar en las imágenes el voyeurista que soy. Salía por las noches y buscaba imágenes en la luz de las ventanas con el fondo de la noche de Azkoitia. En México me interesaron más los puentes del anillo periférico, el metro, el movimiento de la ciudad… Centrarme en ese entorno vital al que me refería antes me ayuda a encontrar vías de encuentro con la gente y generar imágenes con las que pueda identificarse. Me interesa perturbar un poco a la gente, brindarle la oportunidad de enfrentarse a otras imágenes.

Decía Oteiza que un artista tiene que inventar y yo busco imágenes nuevas, si acaso queda alguna por descubrirse, y perturbar con ellas a ese público y generarle una experiencia contemplativa diferente a pesar de todo el ruido que lleva en la cabeza.

Actualmente, sin embargo, al margen de recurrir al almacén de imágenes que guardo, no me interesa tanto el exterior ni contar tantas historias, ser tan narrativo o anecdótico. Ahora he entrado en procesos más propios del cuadro como ente autónomo y parto de otras referencias, también desde el conocimiento de otros autores. Primero genero una catástrofe pictórica, provoco el caos, y a partir de ahí busco y trabajo el orden apelando a recursos que trasciendan la pintura. Esa ha sido mi personal evolución, y acabar entendiendo que la pintura o el dibujo son autónomos y no le deben nada al exterior de la superficie”.

 

Cuando le pregunto a Gorka por esas referencias cita al alemán Gerhard Richter y al argentino afincado en Estados Unidos y de origen italiano Fabián Marcaccio pero, especialmente, lo deja para el final, nombra al surrealista vasco Vicente Ameztoy, con quien comparte y agradece no ya solo el uso del dibujo y el surrealismo como expresión sino el sesgo tan euskaldun de su trabajo.

 

También me gusta Velázquez y su capacidad para pintar el aire, para retratar atmósferas, como me gustan los pintores flamencos… y aunque no puedo afirmar que sea una influencia en mi pintura, lo cierto es que a veces se me ha relacionado con Dalí, que no es un pintor en el que me haya detenido excesivamente, pero con quien si coincido en el trabajo de lo orgánico, lo sintético, la estética de la mutación. Siempre me ha fascinado el cuadro de Dalí “Muchacha en la ventana”.

 

 

 

-¿Cuándo se termina una pintura?

 

Una pintura nunca se acaba. Crees que tienes cuadros que están cerrados y pasa el tiempo, años, y no los tocas. Los tienes ahí, de espaldas contra la pared porque no me gusta verlos mientras estás pintando pero, a pesar de ello, un día descubres que te está pidiendo que lo sigas trabajando, que le dediques más tiempo. La mayoría de los cuadros los retocas.

Decía Iñaki Larrañaga, un artista de Eibar, que el arte es un juego sin reglas, expresión que comparto. Valoro sobre todo la capacidad de juego del niño y seguir siéndolo y seguir jugando, no importa la edad que tengas, te hace insumiso ante la vida”.

 

 

-¿Que tendría que pasar en las galerías para que la gente acudiera?

 

Lamentablemente, para mucha gente el arte es algo ajeno, algo que no forma parte de su vida cotidiana, que no tienen en mente, pero en esta sociedad todo está dispuesto para que sea así. No le echo la culpa a la gente de esa dejadez, que el arte le provoque somnolencia aunque creo que debiera esforzarse un poco más por acercarse a la cultura. En cualquier caso estoy acostumbrado a que te pregunten cuándo vas a exponer después de un mes exponiendo en una galería. Gente que te dice “a ver cuándo veo algo tuyo” y que luego no pasa por la galería. A mi edad ya no llevo en cuenta eso y es algo que nos ocurre a todos. También pasa que los artistas contemporáneos se han vuelto tan encintados para el gran público, tan para dentro, que pierden el contacto con la gente. Antes, un cuadro o una escultura producía una emoción estética pero ahora a la gente se le tuerce el gesto cuando le hablas de arte. Yo sí quiero esa mirada de la gente pero, además del esfuerzo que tiene que hacer la gente, también el artista debe esforzarse por establecer ese contacto, por generar una relación. Lo decía antes y lo repito: El arte debe servir para hacer consciente a la gente.

Para los estados y las políticas públicas el arte se ha convertido en una especie de inversión de prestigio. Buscan artistas que estén dentro de los discursos de las políticas culturales europeas. En el País Vasco queremos ser muy modernos. Se busca artistas con un discurso muy avanzado desde el arte pero desconectado de la sociedad. Es arte para la Academia, para ese selecto y exclusivo grupo de artistas seleccionados y premiados”.

 

-¿Hay muchas diferencias entre México y el País Vasco en relación a la pintura?

 

Claro que las hay. Hablamos de dos países con historias muy diferentes, pero me gustaría resaltar una: la curiosidad que percibí en México durante los años que residí en ese país. Y esa curiosidad revierte en interés. Yo creé y dirigí una galería de arte (Casa Galería) en Ciudad de México, un tanto apartada del núcleo urbano, casi escondida, y todos los fines de semana llegaban alrededor de 200 personas, a veces más, a mirar, a preguntar. Querían saber. En México, donde empecé en casas de cultura, fui haciéndome más profesional y fui también conociendo las interioridades del sistema del arte.

Me contaba un amigo que suele ir a galerías de Bilbao que, además de que solo van cuatro, son siempre los mismos. Y a veces, incluso, van por compromiso. Aquí estamos acomodados en políticas institucionales y hay exposiciones, galerías, museos pero la mayoría de la gente no tiene mucho interés. No lo critico, pero es así”.

 

 

-¿Hay dificultades para pintar o exponer?

 

Todas. No es una practica sencilla la del arte cuando se convierte en tu modo de vida. Es una excelente practica para el cerebro pero cuando se convierte en tu modo de vida y debes comer a partir de ello es más difícil que cualquier otro trabajo porque siempre estas expuesto, haciendo comparaciones, preguntándote si lo estás haciendo bien. Al margen de lo que aprendes en Bellas Artes, el resto, casi todo, lo tienes que aprender por tus propios medios. Además, como pasan los años y te vas haciendo mayor, también tienes que aprender a aceptar tus limitaciones y reafirmar tus puntos fuertes.

Mi primera experiencia fue una exposición en un bar-galería “Santana” de Segovia y gracias a una bendita prima que se interesó por mis pinturas y me animó a exponerla. A nivel institucional, mi primera exposición fue en la Galería Torre-Zuri en el 2000, seis años antes de marchar a México.

Pintar es, en el fondo, una prueba de resistencia, un acto de fe, y lo más difícil, más que el mismo sistema del arte o ganarte la vida, es no perder las ganas o la esperanza, no perder la fe, no extraviar a ese niño del que hablaba antes.

 

 

-¿Qué vas a hacer en el futuro?

Además de seguir creando y exponiendo, he venido trabajando mucho la gestión cultural voy a seguir haciéndolo. He descubierto la gestión y me gustaría hacer un puente entre México y Euskalherria, generar a ese nivel vínculos, como una cooperativa, con la comunidad vasca y centroamericana y traer y llevar artistas.

Tengo la experiencia, en este sentido, que viví en México y me gustaría hacer ese tipo de proyectos. Tengo en perspectiva el museo del vino de Peñafiel en la ribera del Duero, para mayo próximo.

Ya me involucré en el pasado en Azkoitia en este tipo de gestión colectiva vinculado a un centro cultural como Matadeixe. Se trata de hacer que las cosas sucedan”.

Search