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Negarra eta loa-El llanto y el sueño

Hace más de 20 años en USA un tal Dr. Ferber escribió un libro con un método para dejar llorar al niño poco a poco cada día más y que se durmiera solo (esto es lo que se denomina un método conductista). Pero hay motivos más que justificados para no estar de acuerdo con esto, ya que está científicamente demostrado que el llanto tiene efectos negativos, entre otros los siguientes:


1. Hace que una parte del cerebro (la amígdala), que tiene el control de las emociones, llegue a una situación de estrés extremo, haciendo que el individuo se encuentre en un estado de shock. En ese estado la capacidad de comprensión está muy mermada y no hay posibilidad de que entienda lo que se le está diciendo. Así, el decirle a un bebé que está llorando a moco tendido que le queremos y que volveremos enseguida no sirve para nada.

2. Con el llanto también se produce la alteración de otra parte del cerebro que se encarga del habla. Así, aunque quisiera, un niño no nos puede decir qué le pasa porque no puede hablar (teniendo en cuenta, además, que muchos todavía no saben).

3. En la etapa lactante el desarrollo cerebral está en su auge máximo, así que podemos hacernos una idea de las connotaciones futuras que tendrá para el comportamiento de un cerebro que ha estado en una situación de shock tan impresionante.

4. Se generan una serie de hormonasdebido al shock del abandono y del lloro, y precisamente esas hormonas son las que causan el vómito (como cuando hay una repulsa al ver un cadáver o algo similar). O sea que no es que el niño vomite “porque es muy listo” o “un manipulador” y “quiere llamar la atención” sino porque su cuerpo genera una respuesta al maltrato en forma de cóctel de hormonas que le causan un vómito involuntario.

En la sociedad actual, son muchas las personas que hacen pensar a los padres que sus hijos tienen un problema de insomnio porque no les han enseñado a dormir, cosa totalmente incierta, porque el sueño es un proceso evolutivo, y los niños aprenden a caminar, a aceptar los alimentos sólidos y a hablar sin necesidad de obligarles, sólo cuando están preparados.

Mediante un método conductista los niños aprenden (a un precio muy alto) que por más que lloren cuando es de noche nadie les atenderá (muchos llegan incluso a vomitar o tirarse de la cuna) y que sus propios padres no les hacen caso porque les catalogan de manipuladores.

No es que aprendan a dormir con el “método”, porque todos los niños hasta los 3-4 años tienen breves despertares nocturnos (igual que los adultos los tenemos pero no los recordamos al día siguiente), sino que al saber que nadie irá a atenderlos vuelven a dormirse sin “molestar” a sus papás.

Antes de entrar al cuarto de nuestros hijos cada 15 minutos para decirles que les queremos mucho pero que deben dormirse solos, deberíamos pensar si los adultos somos capaces de dormir si nuestra pareja no está en casa por la noche (teniendo en cuenta además que nosotros somos conscientes de lo que pasa y los niños no); menos aún dejarles que esto dure varios días para ver si se “acostumbran” y comportarnos como un robot autómata ignorándolos (entrando a limpiar si vomitan o diciendo que les queremos pero que se duerman), cuando podemos ofrecerles nuestro amor y compañía.

Esto no debería suponer un problema para la familia si todos los miembros de ésta lo consideran algo natural que pasará con el tiempo, y hay múltiples soluciones. Por ejemplo, en Japón los niños suelen dormir en compañía de sus padres hasta los 7 años aproximadamente, y si pasada esa edad tienen un abuelo en casa el chico duerme con él como norma de cortesía para que el anciano no esté solo.

Al contrario de lo que pueda parecer, los países donde se practica el colecho (compartir el lecho) tienen tasas más bajas de muerte súbita que en Europa. Los bebés aprenden los patrones de vigilia-sueño y de respiración-pausa mucho mejor si duermen cerca de un adulto, ya que tienden a imitarlos inconscientemente. El colecho debe practicarse de forma segura, para evitar accidentes no deseados.

Si nos ponemos en el lugar de un bebé (que espera amor, comprensión y compasión de sus padres) que recibe rechazo e indiferencia por la noche, deberíamos pararnos a pensar ¿qué les estamos  enseñando desde pequeños? ¿a no confiar en que tienen a sus padres cuando tienen miedo, dolor de dientes, malestar….? Luego nos quejaremos de que los adolescentes no confían en sus padres, y no es ni más ni menos que lo que se les está enseñando desde pequeños: a buscarse la vida por sí mismos de la manera más dura, ignorando gran parte de sus necesidades.

“… al saber que nadie irá a atenderlos vueven a dormirse sin “molestar” a sus papás.”

Según el Artículo 9º de la Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959...

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