XANDRA ROMERO
SALUD

La responsabilidad de la obesidad infantil (I)

En junio de este año salían a la luz las declaraciones de Margaret Chan, directora general de la OMS (Organización Mundial de la Salud), en un discurso dirigido a una de las comisiones de ese organismo encargada de plantear estrategias para acabar con la obesidad infantil. En el mismo, sentenciaba que el mayor de los daños proviene de la comercialización de bebidas azucaradas y de alimentos ultra-procesados. También destacaba que existen dos líneas rojas que la OMS no debe permitir que se traspasen: asegurarse que la industria alimentaria no tenga ni voz ni voto en cualquiera que sea la recomendación realizada por este organismo y tampoco en la formulación de políticas de salud pública, como pasa ahora. Además, Chan destacó el hecho de que algunos niños están expuestos a un importante riesgo de padecer obesidad desde el mismo día en el que nacen o incluso antes de llegar a nacer.

Con estas declaraciones de la “Dama de hierro” de la OMS, salí de vacaciones con la idea de observar en qué medida estamos inmersos en un “ambiente obesogénico”, tal y como dice Chan. El primer caso lo encuentro en mi propio barrio. Son fiestas y es el típico día del concurso de tortilla. Mientras los adultos preparamos las tortillas, observo cómo muchos padres ofrecen a sus hijos (niños de 4 años, aproximadamente) refrescos varios durante toda la jornada. Quizás algún lector no entienda por qué me llama la atención esto, pero recuerden que esta misma organización remitió una «recomendación fuerte» de que el consumo de azúcares libres en adultos y niños no debe sobrepasar el 10% de la ingesta calórica total diaria.

La siguiente escena transcurre en un área de servicio. Advierto que la familia que se sienta al lado tiene dos niños cuya comida de ese día es un plato con patatas fritas, croquetas y rabas, y cómo no, todo ello regado por una Coca Cola. No sobrepasan los 8 años.

Y la tercera la escucho involuntariamente en una cafetería. En una familia cuyos integrantes al completo sufren obesidad, la abuela le dice a su nieto (un adolescente con un grado de obesidad muy importante) que le dé una pasta, «la más dulce, como te hago yo a ti el Cola Cao, con mucha, mucha azúcar».

Me pregunto entonces cuánto “peso” tienen la industria alimentaria y la de bebidas azucaradas en este tema y si no nos estamos alejando del verdadero foco: la educación alimentaria, claramente deficitaria en la mayoría de padres y que genera y perpetúa un ambiente obesogénico para nuestros hijos.

Y vuelvo a las palabras de Chan: «Muchos de los factores que contribuyen a la obesidad infantil o que se interponen en su prevención no son clínicos. Es decir, por encima de las causas de la obesidad infantil, hay que considerar la responsabilidad moral y recordar que ninguno de los factores que intervienen en la obesidad están bajo el control del niño».

Así que no nos centremos en responsabilizar al niño enfermo, si no en ver qué podemos cambiar en su entorno o los que formamos dicho entorno que frene o remita esta enfermedad para evitar que se perpetúe ese “modo de alimentación” de generación en generación, haciendo que crezca esta epidemia.