Beñat Zaldua
Interview
PATRyCIA CENTENO

«La moda nace con la izquierda. Luego la derecha se la apropia y nadie protesta»

Patrycia Centeno (A Coruña, 1983) ha conseguido hacer de sus dos pasiones, el periodismo y la moda, su forma de vida. Camina con un pie a cada lado, a veces como periodista y crítica especializada en la estética de la clase política, a veces como asesora de imagen de esos mismos políticos. ¿De quiénes? No confiesa; se dice el pecado, pero no el pecador. No juzga ideas, sí vestimentas; siempre bajo la máxima de que las ideas, como la comida, deben entrar en primer lugar por la vista.

Además de una activa presencia en las redes sociales (@PoliticayModa), donde escruta, aplaude y critica la estética de la clase política catalana, española e internacional, en 2012 publicó el ensayo “Política y moda” (Península). Visto el éxito conseguido, un año después se animó con otro libro: “Espejo de Marx, ¿La izquierda no puede vestir bien?” (Península). Anticipamos que su respuesta es que sí, que de hecho la izquierda viste mejor que la derecha, siempre y cuando mantenga una coherencia consigo misma. Algo que no tiene nada que ver con la uniformidad, sino con la coordinación entre el discurso verbal y no verbal de cada figura política. De ahí que se pueda reivindicar del mismo modo a la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner («¿Tendría que disfrazarme de pobre para ser una buena dirigente política?», dijo) que a su homólogo uruguayo Pepe Mújica («La corbata es un trapo miserable que se transformó en coquetería masculina, y andamos ahí con esa servilleta bien incómoda», dijo el tupamaro).

Gallega de nacimiento, catalana de adopción, Centeno hace la vista gorda ante el espécimen que tiene delante y se deshace en elogios hacia el vestir de vascos y vascas. Algo que aprovechamos para someter a su escrutinio a personalidades políticas vascas de ayer y de hoy (los resultados en la página 11). Recuerda que, pese a ser Catalunya la principal potencia textil a lo largo de la historia, de Euskal Herria es de donde salieron los dos mejores diseñadores que ha tenido el Estado español (Paco Rabal y Cristóbal Balenciaga) y asegura que la mejor tienda de ropa del Estado, «aunque no lo sepa nadie», está en Bilbo.

¿Qué es vestir bien? ¿Quién lo determina?

No quiere decir nada, es algo muy subjetivo. A mí una cosa me puede parecer preciosa y a ti horrorosa. Yo no hablo de vestir bien o mal, sino de coherencia ideoestética; es decir, analizo al político y a su estética basándome en la coherencia tanto con su ideología como con el contexto concreto, que cambia según el ámbito geográfico o según el momento histórico. Sin ir más lejos, no es lo mismo vestirse para unas elecciones municipales que para unas generales; igual que no es lo mismo vestirse para ser presidente aquí o en EEUU. Además, un representante público debería ser también coherente consigo mismo, que muchas veces se nos olvida que son humanos, con sus complejos, sus caprichos y sus gustos personales.

¿Cómo ve a la izquierda ideoestéticamente?

Existe el prejuicio no solo de que la izquierda viste mal, sino que incluso tiene la obligación de vestir mal. Para mi es un estereotipo creado por el poder, que normalmente siempre ha estado en manos de la derecha. Y la izquierda, en vez de rebotarse como en otros ámbitos, lo ha aceptado. Siempre ha habido unas leyes que han dictaminado cómo se debía vestir, algo que ya los romanos hacían a través de las leyes suntuarias, dictando qué tejidos podía usar el pueblo y cuáles no. Todo esto nos ha llevado a considerar que hay ropa de izquierda y ropa de derecha, y que los primeros no se pueden beneficiar del lujo. Y no hablo de lujo como ostentación, sino entendido como el placer de la vista, de la estética. La izquierda renunció a ello, con excepciones como las de los viejos anarquistas. Es mucho más reivindicativo y valiente sentarse delante del poder vestido no igual que ellos, sino incluso mejor, superarlos. Es decir, ponerse la ropa prohibida y enseñar cómo hacerlo. Hay muchos casos de personalidades de izquierda que han dejado en evidencia a todos esos que yo llamo «yihadistas del protocolo».

Protocolo y normas no escritas. ¿De dónde salen? ¿Hasta qué punto hay que seguirlas?

Todas esas reglas son tácitas, no hay ningún parlamento que estipule cómo se debe ir vestido. Por lo tanto, lo que hay que mirar son los objetivos perseguidos y poner la moda al servicio del progreso. Porque la moda es eso, es progreso, y pertenece en ese sentido a la izquierda. Es la Revolución francesa la que anticipó mucho de lo que vestimos hoy en día, y fueron los sansculottes los que adoptaron una nueva vestimenta para diferenciarse de la aristocracia. Precisamente, el nombre viene del hecho de que no llevaban los calzones típicos de la aristocracia, sino un pantalón largo de raya diplomática, una camisa, una chaqueta más o menos parecida a la americana actual y un pañuelo al cuello, no muy diferente de la corbata.

 

Lo que viene a ser el traje de hoy en día...

Efectivamente. En la época fue tachado de lo peor, al estilo de los perroflautas de hoy en día. Ese estilismo que un día fue revolucionario lo recupera la burguesía y lo hace suyo, convirtiéndolo en el traje diplomático occidental, que prevalece hasta hoy. Y la izquierda se lo deja robar y renuncia a él.

Pero volviendo al protocolo, insisto en que lo importante es mirar los objetivos. Si tú quieres romper las reglas, hazlo, pero sé consciente de ello: si vas con una camiseta a una reunión en la que todos van con traje, tu camiseta se convertirá en el titular. ¿Te interesa que pase? En el caso de la CUP, yo creo que David Fernández lo hizo muy bien con su comunicación de guerrilla, porque para una formación pequeña, sobre todo cuando empieza, es una forma de conseguir repercusión mediática. Pero no sirve para siempre. Y si no quieres convertir tu camiseta en titular, viste en consecuencia con lo que quieres conseguir.

La derecha no tiene contemplaciones en apropiarse, por ejemplo, del palestino. ¿Por qué las reticencias de la izquierda, por ejemplo, con el traje?

Los tabúes en la vestimenta han existido siempre; cada prenda tiene una historia y está ligada a un momento histórico. Por ejemplo, en los años 70 y 80 la izquierda tendió a eso de buscar el centro político, ya fuese a través del eurocomunismo o a través de la socialdemocracia. ¿Qué pasó? Que acabaron todos vistiendo igual, lo que quiere decir, generalmente, vestir mal. Se dio una alienación indumentaria, que diría Marx. Llegó un momento en el que la izquierda olvidó por qué se puso traje y corbata; se lo ponía por desidia, porque sí, porque la derecha vestía así. Pero la gran mentira es que la derecha viste bien, es falso. El problema es que quien dirige las tendencias es quien tiene el poder. La prueba es ver cómo tras la Revolución francesa la burguesía adoptó la vestimenta de los sansculottes, o cómo la derecha se quitó la corbata en las municipales, cuando Podemos iba en ascenso.

La diferencia entre lo que se dice y lo que se viste puede ser abismal...

De eso hablo cuando hablo de coherencia. Pasa muchas veces que un político me está diciendo una cosa, me está proponiendo una serie de cosas y me está diciendo que tiene una serie de valores. Pero luego no los cumple con lo que lleva puesto encima. ¿Nos planteamos de dónde viene la ropa que vestimos? ¿De dónde viene no solo Inditex, sino sin ir más lejos, la ropa de Quechua? ¿Dónde se produce? ¿En qué condiciones? Porque claro, estamos a favor de un medio ambiente sostenible y de la creación de empleos justos a un precio justo, pero luego... ya nos conocemos. Por no hablar de cómo las marcas comerciales low-cost reproducen, o más bien fusilan, los diseños de otros autores. No se sostiene por ningún lado. Si algo se puede echar en cara a la izquierda es eso, no vestir peor o mejor. Atacar a un político de izquierdas porque lleve una sudadera en pleno siglo XXI me parece muy estúpido. ¿Sales a la calle y cómo va vestida la gente? ¿Con traje y corbata? Evidentemente, no.

¿Un mileurista puede vestir bien sin sentir en la espalda la losa de la explotación de trabajadores textiles en Bangladesh?

Por supuesto, pero no yendo a una marca low cost. Es cuestión de prioridades. La ropa cuesta un dinero, porque la ropa cuesta un trabajo, igual que la calidad de un tejido, la producción... Unos pantalones no valen 20 euros, eso es lo que tenemos que entender. Y en ese sentido, la izquierda debe dar ejemplo. Lamentar y criticar la muerte de 1.700 personas en una fábrica de Bangladesh y reivindicar luego, como lo hizo Pablo Iglesias, la compra de ropa en un Alcampo es inaceptable. Y la derecha es peor. En vez de atacarle por esas contradicciones, lo criticaron por dejado...

¿Vestir bien tiene que ver con la clase social y la posición económica?

Para nada. El vestir bien es la coherencia; cuando hablamos de estilo, hablamos de personalidad. Si no tienes un estilo, y eso pasa mucho en la clase política, estás diciendo que no tienes personalidad ni carácter.

¿Y aquello de que la mona, por mucho que se vista de seda, mona se queda?

Para lucir la ropa también hay que tener actitud, porque lo importante no es cuál es la ropa, sino quién eres tú. Hay personas que se pondrán un vestido de 3.500 euros y les quedará de pena; y hay gente que se pone un trapo de cinco euros y flipas. Hay que entender que la ropa no tiene vida, se la damos nosotros.

La presión estética hacia la mujer es mucho mayor que hacia el hombre. ¿También en las izquierdas?

En las izquierdas más. Con el uniforme diplomático occidental, el hombre renuncia a parecer bello, solo quiere parecer útil. El hombre dice: a través de mis cosas, incluidas mujer, amante e hijas, sabrá la gente que tengo dinero; ya se embellecerán ellas, yo soy una persona inteligente y culta, renuncio a todo eso porque no me hace ninguna falta. Es la gran renunciación masculina, que creo que ha sido el peor error. Claro, cuando la mujer llega a la política surge el problema: ¿Acato el uniforme diplomático occidental masculino o creo un nuevo patrón estilístico? Algunas lo intentan, pero el sistema político es conservador, por lo que cualquier novedad se ve como una amenaza para el sistema. El maquillaje, un bolso, un tacón, una falda, un escote... cualquier cosa es vista como una amenaza.

¿Lo ocurrido en los últimos meses con las diputadas de la CUP es un ejemplo?

Clarísimamente. Es el hombre de la caverna, que aún no ha salido. Con cada vez más mujeres en la política y en la vida social, les sale el machito que llevan dentro, pero ya se les pasará.

En el seno de la izquierda, de todos modos, es cierto que hay sobre todo dos tipos de feminismo en cuanto a la moda de las mujeres en la arena política. Está la corriente más germano-británica, que apuesta por la igualdad estética entre hombres y mujeres, algo que pasa casi siempre por masculinizar a la mujer. Después hay otra corriente, más ligada al feminismo francés, que dice que, evidentemente, la mujer puede ser lo que quiera, pero que además nosotras no vamos a renunciar a nuestra feminidad estética. Porque el hombre lo hiciera no tenemos que hacerlo nosotras. Aunque con más peligros, diría que este último es el camino más valiente. Es más fácil decir «mira, me visto igual que tú, igual de rancio y de cateto que tú, y ya está, solucionado». Claro que lo contrario generará muchas más críticas, ya que somos mucho más observadas que los hombres.

Dicen que echa de menos los trajes de Antonio Baños en la arena política catalana...

Me acuerdo que cuando lo nombraron candidato de la CUP, con su chaleco y su corbata, la gente decía: «Están locos, ¿cómo se atreven? Después de David Fernández y su sandalia». Pero lo genial sería ahora que hubiese un Baños femenino, en la CUP o donde sea. Diría que eso es más rupturista, que salga alguien y reivindique una minifalda o un tacón.

 

LA ESTÉTICA DE FIGURAS POLÍTICAS VASCAS, A EXAMEN

UXUE BARKOS E IÑIGO URKULLU

«De ella, lo que me impresiona es que haya sido capaz de vencer al cáncer y, además, sin ponerse la peluca que cualquiera de nosotras nos habríamos puesto. Chapó, eso hace mucho por la gente que sufre esa enfermedad», dice Centeno sobre la lehendakari de Nafarroa.

«Lo de Urkullu te puede gustar o no. Yo le haría trescientos cambios, empezando por el nudo de la corbata y por el puño de la camisa que le falta, pero lo cierto es que representa muy bien al PNV», afirma sobre su homólogo de la CAV.

DOLORES IBARRURI «LA PASIONARIA»

«Esta señora decía que vestir de negro era lo lógico para su condición social y que de negro podía ir vestida a todas partes, tanto a un acto cultural o a un mitin, como a un entierro. Y además le queda bien», dice Centeno sobre la histórica dirigente comunista, de la que destaca que el luto «casa con la imagen de madre de buena parte de los perdedores de la Guerra Civil». «Chapó, es supersencilla y superaustera, pero tampoco hace falta más; simplemente, saber qué quieres comunicar, y eso esta mujer lo hacía muy bien», añade.

ARNALDO OTEGI

«La verdad es que fue peor cuando vistió una corbata mal puesta para ir a Westminster. Lo siento, pero eso no», dice Centeno sobre el líder abertzale, sobre quien añade que, por lo demás, «viste muy bien cuando viste de él, tiene buen porte cuando no se disfraza». «Recuerdo que después del Parlament tuvo un acto en la calle y se cambió, con unos tejanos, americana clara y una camiseta con la foto de un hombre con txapela (Periko Solabarria). Eso estuvo mejor, yo lo vi bien, pero a ver si se pone txapela alguna vez, no solo en la camiseta», concluye.

LUCIO URTUBIA

«Tengo que reconocer que tengo debilidad con la txapela. ¡Qué le vamos a hacer, es así!», arranca Centeno al presentarle al albañil y anarquista ribero Lucio Urtubia, famoso por el robo limpio de millones de dólares mediante la falsificación de cheques de viajes. «De todos modos, se nota muchísimo que ha pasado una época de su vida en París», apunta Centeno, quien sin embargo, asegura que en Euskal Herria «hay más influencia británica, aunque la izquierda haya bebido también mucho de la ‘gauche’ parisina».

MARIAN BEITIALARRANGOITIA Y ONINTZA ENBEITA

«Yo insisto en que la izquierda debería apostar por la feminización de la política, pero que la gente siga criticando ese flequillo me parece patético, más cuando viene de la I Guerra Mundial, cuando las mujeres ocuparon los puestos de trabajo de los hombres que fueron a la guerra», apunta Centeno, quien recuerda que «hasta Audrey Hepburn lo utilizó». «Por lo demás, más allá de los gustos de cada uno, la camisa de cuadros y la americana con camiseta son muy propias de la izquierda», añade.

TELESFORO MONZON

«Impoluto, eso es vestir», dice sobre el histórico militante abertzale Telesforo Monzon, el primero de negro por la izquierda en la fotografía, tomada en los años de la República. «Coherente, con elegancia y sofisticación, respeta lo que representa y da dignidad a su causa», añade Centeno, que se anima con una reflexión más global: «La gente dice que uno se viste para los demás, pero eso es mentira. Primero de todo uno se viste para sí mismo, y así muestra respeto por sí mismo. Y eso se nota mucho en esta foto».