XANDRA ROMERO
SALUD

Atracones: cómo prevenirlos y controlarlos

En el artículo anterior hablamos sobre lo que se entiende clínicamente por atracón y lo que no. También dejábamos claro que, aunque bien podría ser la antesala de un trastorno del comportamiento alimentario como la bulimia o el trastorno por atracón, no tiene porqué cronificarse hacia una situación más grave si conseguimos ponerle freno.

Y esta es precisamente la cuestión sobre la que trataremos hoy, sobre cómo controlar y gestionar esta situación que mezcla cuestiones alimentarias pero con una fuerte base emocional.

En primer lugar hay algunas consideraciones básicas para evitar o prevenirlo. La primera sería huir de las restricciones o las dietas extremas y de aquellas que excluyen cualquier grupo de alimentos (alimentos reales). Si nos privamos de alguna comida principal, podemos sentir más antojos o un hambre más feroz, provocando que ingiramos más cantidad de alimento en la próxima comida, o que nos pasemos picando todo el día de forma desorganizada, porque probablemente sintamos hambre.

La segunda cuestión importante es saber distinguir entre hambre real o fisiológico y apetito emocional. Así, a priori quizá resulte sencillo, pero nada más lejos de la realidad, sobre todo para las personas con atracones.

El hambre real es aquel que está abierto a cualquier alimento, incluso en una situación más extrema, a algo que no nos guste normalmente. Esto ocurre porque esta apetencia responde a una necesidad fisiológica como la variación de los niveles de azúcar, grasa o proteína en nuestra sangre, entre otros. Este hambre puede esperar un poco para ser saciado y la saciedad es fácilmente reconocible. Sin embargo, el apetito emocional no responde a necesidad física alguna, si no que está motivado por alguna emoción que no podemos gestionar de otra forma y que se manifiesta con excusas como «me lo he ganado», «es para tranquilizarme», «es para que se me pase el disgusto» o «es que estoy aburrido o aburrida». Por eso, el apetito emocional está más relacionado con algún antojo específico normalmente dulce aunque también salado y generalmente con sabores muy, muy intensos. En este caso, la saciedad física o fisiológica no parece percibirse y se come aún cuando ya estamos demasiado llenos.

Por eso si estamos al borde de un atracón, hagámonos las siguientes preguntas:

1. ¿Tengo hambre real o, por el contrario, es emocional?

2. ¿Cómo han sido mis comidas anteriores? ¿Me he saltado alguna? ¿Han sido suficientes o eran más bien escasas e inadecuadas para afrontar mi día?

3. ¿Ha habido algo hoy que me haya hecho sentir mal: enfadado, frustrado, angustiado, triste...?

Si aún así todavía no conseguimos frenarlo, lo primero, es saber que cuando consumimos productos refinados o ultra-procesados –que son la mayor parte de los alimentos que escogemos para un atracón–, estamos consumiendo una gran cantidad de azúcar, grasa o sal en exceso. Al pasar por esto, nuestro cuerpo se deshidrata y tiende a retener líquidos.

El agua o cualquier bebida o comida rica en agua nos puede ayudar a disminuir esa hinchazón y la sensación de pesadez, así como evitar los productos light o bajos en azúcar ya que suelen ser altos en sodio (sal).

Tampoco pensemos en saltarnos comidas aún después de un atracón, pues seguro que la restricción de alimentos ha podido ser un factor importante en el desarrollo del mismo. Así que come de forma adecuada, es decir, equilibrada y, sobre todo, suficiente en cantidad.

Si esta situación perdura en el tiempo y no es posible controlarla, debemos buscar ayuda primero de un psicólogo y después de un nutricionista.