XANDRA ROMERO
SALUD

Papillas de cereales, ¿una necesidad creada?

Alguien recuerda si había vida antes de las papillas de cereales para bebés? ¿Nadie se pregunta cómo se alimentan los bebés de países en los que la mayoría de la población no tiene acceso a estos productos? Lo cierto es que parece que estas papillas llevan toda la vida con nosotros y cuesta imaginar que puedan existir otras opciones mejores para alimentar a nuestros pequeños.

Pero, las papillas comerciales para bebés no son el alimento más adecuado por varias razones:

El primer aspecto importante es que muchas de estas, por no decir la mayoría, se venden para ser consumidas por bebés de 4 meses, tal y como anuncian sus cajas, pero no es hasta los 6 meses cuando se inicia la alimentación complementaria. La OMS lo tiene muy claro: lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses. Por tanto, aconsejar algo diferente a la leche materna o leche de fórmula antes de esa edad va contra las recomendaciones de salud pública. Pero la industria vende papillas, potitos e incluso galletas para bebés de menos de 6 meses porque es legal e, incluso a veces, te lo puede recomendar tu pediatra.

Otro aspecto que contempla la OMS es que no hay que añadir azúcar a la comida de los bebés. No la necesitan y además, si la añadimos, estaremos favoreciendo su predilección por los alimentos dulces, algo innecesario. Sin embargo, algunas famosas empresas de nutrición infantil y algunas marcas blancas tienen a la venta productos para bebés de 4 meses con azúcar añadido como segundo y tercer ingrediente; es decir, muchísima cantidad de azúcar. Es por esta razón que, tal y como ocurre en la alimentación para adultos, la moda «sin azúcares añadidos» también ha llegado a la sección de cereales para bebés.

Sin embargo, aquí nos lo ponen más difícil para entender el etiquetado, y a algunos padres les surge la siguiente pregunta: ¿Por qué en algunos cereales que se anuncian “sin azúcar añadido” observamos en la etiqueta que tienen un 30 o 40 % de azúcar “naturalmente presente”? Esto ocurre porque los cereales industriales suelen hidrolizarse, es decir, se convierten los carbohidratos complejos (de cadena larga) en simples (de cadena corta, azúcar en gran parte) de forma que se pre-digieren para que sean más fáciles de tolerar por el sistema digestivo, aún inmaduro, de los bebés. La consecuencia es que el resultado son cereales que son azúcar, que saben muy dulces y encima la ley permite escribir en la caja “sin azúcar”.

Visto lo visto, la mejor opción es hacer en casa las papillas (siempre a partir de los 6 meses) aunque teniendo cuidado con el concepto de que por ser “casero” todo vale. Pues no. Lo que vale son papillas solo de cereales como la avena, el arroz o la quinoa cocidos, triturados y mezclados (idealmente) con leche materna o de fórmula, en su defecto, y ya está. No añadas azúcar como tal, ni la típica galleta maría (azúcar), ni miel, por supuesto.

Por último, otro detalle. Aparte del tipo de cereal y el azúcar, es importante que la textura de la comida vaya variando, pues este también es un aspecto clave de la alimentación complementaria y las papillas comerciales siempre tienen la misma textura a diferencia de las que hagamos en casa. Por lo tanto, también estaremos contribuyendo a que el bebé aprenda a comer distintas texturas pues, además, esta etapa de la alimentación también es fuente de desarrollo neuromotor y modula los gustos futuros.