XANDRA ROMERO
SALUD

Lactancia materna contra enfermedades

Si hay un tema de nutrición sobre el que aún hoy muchos hacen oídos sordos, a pesar del aplastante número de estudios científicos que lo avalan, es la lactancia materna. Pero por si todavía quedasen dudas de algún tipo sobre sus beneficios, ahora los investigadores de la Universidad de Washington han descubierto el posible papel de este genial alimento en la prevención de enfermedades autoinmunes como son, por ejemplo, las alergias, el asma y el eczema, entre otros.

Tal y como ya sabíamos, existe evidencia científica de que, durante los primeros días de vida, los componentes de la leche materna pueden influir en la forma en que determinados genes se expresan, con efectos que pueden durar de por vida; por ejemplo, contrarrestando la predisposición genética a la obesidad o a otras enfermedades crónicas. En este caso, parece que la leche materna no actúa sola, sino que lo hace a través de la microbiota, es decir, la población de microbios que habitan en nuestro intestino.

Este conjunto de microbios desempeña funciones esenciales en el cuerpo, como digerir nutrientes esenciales, generar vitaminas, protegernos de patógenos o entrenar al sistema inmunitario. La importancia del contacto con los microbios en la vida temprana para la salud posterior ha sido objeto de intensa investigación durante las últimas dos décadas. Por ejemplo, sabemos que las alteraciones en el establecimiento del microbiota intestinal inicial, que normalmente son causadas por partos por cesárea, en vez de vaginales, o por exposición a antibióticos en la vida temprana, se han relacionado con el riesgo de afecciones mediadas inmunológicamente de tipo inflamatorias, como los trastornos atópicos o enfermedad inflamatoria intestinal en etapas posteriores de la vida.

Y es que, en este sentido, los mamíferos hemos desarrollado una serie de mecanismos que nos permiten vivir y beneficiarnos de estos microbios sin que ello resulte perjudicial para nuestra salud. Uno de esos mecanismos es la tolerancia inmunológica a estas bacterias, pero hasta ahora se desconocía cómo se establecía esta estrategia protectora.

Sin embargo, hace escasas semanas los investigadores de la Universidad de Washington han descubierto que hay un intervalo de unos pocos días, entre la segunda y la tercera semana de vida, en el que las células encargadas de producir el moco de la barrera intestinal, que contiene a las bacterias en el intestino e impide que se dispersen por el cuerpo, producen unas sustancias que favorecen la creación de glóbulos blancos, un tipo de células de defensa.

En términos más sencillos, podría decirse que, en esos días concretos, el sistema inmunitario aprende a desarrollar tolerancia hacia los microorganismos que habitan en nuestro colon. Y este proceso, que es clave para evitar que más adelante el organismo ataque a sus propios tejidos y cause enfermedades autoinmunes, parece estar mediado por la leche materna.

Y es que la lactancia materna parece ser la responsable de enseñar o guiar a la microbiota intestinal a regular el sistema inmunitario y, por tanto, es clave en el establecimiento de la tolerancia.

Lo que todavía no se ha podido establecer es qué sustancias concretas de la leche materna son las encargadas de modular el sistema inmune. Y no es porque no se hayan hecho estudios, si no porque la leche materna es un fluido muy complejo, que varía en su composición así como de una mujer a otra, y que, además, depende de la duración de la lactancia materna, la dieta materna durante la lactancia y la edad en la introducción de alimentos complementarios, lo que puede afectar diferencialmente la forma en que la lactancia materna puede actuar sobre la salud infantil y el desarrollo inmunológico.

Por todo esto y mucho más que estoy segura que se descubrirá en el futuro, sería conveniente que, a pesar de que existe libertad en la elección, las futuras madres y padres tengan muy en cuenta que, en este caso, sí estamos ante un superalimento.