Miren Sáenz
Formando cantera 

Remo para principiantes

El remero o remera nace o también se hace en las canteras de los clubes que apuestan por el futuro sembrando en el presente. Hondarribia Arraun Elkartea es un buen ejemplo de ambas posibilidades. Aunque hoy en día ya no hace falta vivir en la costa o pertenecer a una familia de remeros para subirse al bote, y experiencias como la de Tolosaldea lo demuestran.

Los chavales y chavalas integrados en las categorías inferiores del remo están a punto de comenzar la nueva temporada. Sumergidos estos días en el ambiente que acompaña la Bandera de La Concha, esa cita singular, que se mueve entre el deporte y la fiesta, es la mejor propaganda para rendirse ante el atractivo de un deporte exigente y económicamente desagradecido del que pocos logran vivir y en el que nadie se hace rico.

¿Qué lleva a los adolescentes de hoy en día a inscribirse en un club de remo? Indudablemente ayuda nacer en un entorno favorable; vivir en uno de esos pueblos en los que el remo adquiere estatus de religión; pertenecer a una familia con algún remero entre sus miembros; inscribirse porque lo han hecho sus amigos o amigas e incluso apuntarse a un cursillo de verano y descubrir que realmente les gusta. Así lo ven José Ramón Oyarzabal y Eulogio Génova –que comparten un pasado en la élite del banco móvil y la trainera, además de experiencia en la enseñanza deportiva a niños o jóvenes– y también Joxemi Elduayen, exremero como su padre y su abuelo, y actual presidente de Hondarribia Arraun Elkartea, uno de los clubes que mejor cuida la cantera en el actual panorama vasco.

En el club bidasoarra, cerca de ochenta chicos y chicas, de entre 13 a 17 años, constituyen la cantera repartidos entre las categorías infantil, alevín y juvenil en una de las «escuelas para principiantes» mejor consideradas. Joxemi Elduayen cree que este reconocimiento se debe a su apuesta por las nuevas generaciones, a algo tan básico como sembrar en el presente para recoger en el futuro: «Sinceramente creo que también hay otros clubes que trabajan muy bien la cantera, pero nosotros cuando estos chavales van dar el último paso y tocan la puerta de la trainera de séniors, intentamos darles una oportunidad, porque para eso haces ese trabajo. En la «Ama Guadalupekoa», la mayoría son de casa y están aquí desde pequeños. Si quieres competir tienes que estar abierto a fichar remeros de fuera, pero nuestra columna vertebral está formada por los de nuestra propia cantera. A veces se quieren obtener resultados rápidos y no se tiene paciencia».

En ocasiones, el primer contacto real de los nuevos remeros se produce en los cursillos de verano, pero además Hondarribia A.E. tiene un acuerdo con los colegios e ikastolas de la zona para hacer media docena de sesiones de remo en la hora de gimnasia, clases prácticas y teóricas que se imparten en el club. Ahora, cuando empieza la nueva temporada, acostumbran a hacer un llamamiento para los interesados en probar. «Tienes que estar encima y competir con otros deportes, aunque al final la mayoría se apunten al fútbol», explica Elduayen.

Dedicación y medios. Como en cualquier actividad, una buena organización es imprescindible pero también se requieren medios para consolidar un proyecto: «Hacemos un esfuerzo importante y en el cuerpo técnico tenemos entrenadores y entrenadoras. Los chavales están muy bien atendidos. Si un chaval se medio aburre o ve que no avanza, lo más fácil es que en dos meses lo deje; tiene que haber fundamento. Entrenar, salir al agua y competir; hay que prestarles atención y dedicarles horas. Una vez que empiezas a competir es como cualquier otro deporte, te entra el gusanillo y sigues», cree el directivo hondarribiarra.

Ese es concretamente el terreno de José Ramón Oyarzabal, actual entrenador de la trainera femenina de Hondarribia, que esta temporada milita en la Liga Euskotren entre el cuarteto de la máxima categoría pero antes dedicó un década a iniciar a los cadetes del club bidasoarra en los secretos del banco móvil. Oyarzabal lo sabe casi todo de esta disciplina olímpica que le llevó a participar en los Juegos de Moscú (1980), Los Ángeles (1984) y Seúl (1988) y en los Mundiales de Munich (1981), Lucerna (1982), Duisburgo (1983), Hazewinkel (1985) y Nottingham (1986) para posteriormente ejercer de responsable del centro de perfeccionamiento técnico de remo de Legutio durante dieciséis años: «En algunas modalidades el banco móvil es más individualista que el fijo, pero es más exigente y más técnico; hace atletas porque te obliga a mover todo el cuerpo, desde los dedos del pie a la cabeza», explica.

Básicamente los chavales entrenan en seco entre semana y en agua los fines de semana. Corren en las pistas de atletismo, suben cuestas, practican esprines, se les enseña a calentar y descalentar, se ejercitan en el gimnasio, se divierten pese al móvil apagado y hasta viajan cuando lo exige la competición. «Educación, disciplina y respeto son la base y lo que más cuesta en las categorías inferiores», apunta Oyarzabal.

Testigo directo de los cambios producidos tanto en el deporte de élite como en el amateur, el técnico oiartzuarra opina que, a nivel de medios y de métodos, la mejoría es notable. Las ayudas de los patrocinadores han permitido crear unas infraestructuras en los clubes antes impensables: «No tiene nada que ver cómo se llevaba antes el remo a lo de ahora. A nivel de club hay más nivel que en aquellos tiempos en la selección española. Tenemos preparador físico, médico, masajista, ergómetro… !tenemos de todo!», exclama. «Entonces no había nada. Tenías que tener algún problema serio para que te pusieran un médico; el mismo entrenador se encargaba de hacer lo que podía mirando lo que hacían franceses, italianos o ingleses», rememora.

Eran tiempos de esfuerzo sin medida, un sistema en el que se consideraba que entrenar mucho era la única manera de andar mucho. «Ahora se controla todo, también la intensidad del entrenamiento. Se utiliza el ordenador. Es una gozada y es más fácil llegar a un nivel», admite Oyarzabal.

Eulogio Génova también cree que las condiciones han mejorado, pero en esencia el remo sigue siendo el mismo: «Igual de duro que hace cien años. Aunque antes el remo y la embarcación fueran de madera y ahora de fibra, te cansas igual; el asiento está igual de duro y las olas, cuando saltan, salpican lo mismo. La preparación física es mejor, pero sigue siendo muy exigente».

Antes y ahora. Lo dice alguien que cumple todos los requisitos y ha experimentado este deporte en diversas facetas. Oriundo del muelle donostiarra, hijo y nieto de pescadores, con 12 años empezó de timonel y con 58 sigue ganando el Campeonato de España de veteranos. En la Donostia de los 70, en su cuadrilla ya remaban, además de practicar el «perrita al agua» para sacarse unas pesetas o salir de pesca en las motoras de los vecinos, que para eso eran del puerto.

Campeón mundial de banco móvil en el ocho con timonel de Duisburgo (1983) y doble medalla de bronce en Montreal (1984) y Hazewinkel (1985), también triunfó en banco fijo donde, entre otras cosas, ganó dos Banderas de la Concha con San Pedro en la época dorada de la «Libia». Concluida su primera etapa de remero entrenó a Zierbena. Ahora mata el gusanillo en la Liga de veteranos en la que lleva una década de éxitos con el ocho de Arraun Lagunak. Y es que para Génova, lo mejor de este deporte es «la sensación de hacer un trabajo en grupo. Por eso me gusta el ocho, porque es un trabajo en equipo y en la trainera todavía más. Para funcionar, te tienes que llevar bien y al final se crean lazos de amistad», confiesa.

Profesor de educación física en la ikastola de Pasai Donibane desde hace 33 años, ha visto a más de un alumno y sobre todo unas cuantas alumnas abandonar las actividades físicas a las que se apuntaban. Tiene un antídoto contra el aburrimiento: «Lo ideal sería que probaran distintos deportes, que los conocieran antes de meterse de lleno en algo. Ahora hay mucho donde elegir, los chavales hacen snowboard, surf, luego ciclismo… no es como antes que había cuatro o cinco cosas, pero siempre tiene que haber una motivación. En el remo, hay chavales que enseguida descubren que eso no es lo suyo. En cambio, el que aguanta dos años es probable que continúe», matiza.

Es cierto que la oferta de deportes se ha ampliado considerablemente, quizás por eso las disciplinas «casi autóctonas» requieren más atención. Sin embargo, pese a la buena voluntad que les asigna, no ha visto que las campañas emprendidas desde las instituciones resulten efectivas: «Hace unos años hubo un proyecto de Diputación para fomentar el remo a nivel escolar y se visitó a gran parte de los colegios e ikastolas de Gipuzkoa. Se trataba de quedar un día e ir a un río u otro lugar a practicar con una embarcación especial para enseñar a los chavales a remar. Después no se apuntó nadie», señala este donostiarra que considera que para practicar un deporte tiene que haber algo que te atraiga: «Los chavales de Orio y Hondarribia que ven pasar la trainera en vez de ser futbolistas quieren ser el tres de estribor o el cuatro de babor», afirma.

Él, por si acaso, se lleva cada cierto tiempo a sus alumnos a dar una vuelta por la bahía con una embarcación que les prestan los de Koxtape. Son chavales que distinguen perfectamente los colores de los clubes de un deporte que ha dejado de limitarse a la costa y a los pueblos de tradición marinera, para extenderse a lugares cercanos y abrir sus puertas a gentes lejanas. «Antiguamente los remeros tenían que ser pescadores, pero esto ha ido cambiando. Ahora reman los de interior, hay navarros, por ejemplo, e incluso sudamericanos y gente del norte de Europa», menciona Génova.

Sin ir más lejos, ahí está Tolosaldea –algunas de cuyas canteranas surten los clubes más potentes–, que han sacado trainera gracias a la ayuda de Zarautz A. E. y a una campaña de crowfunding en la que se han involucrado hasta 28 localidades. Sus jóvenes remeras, patroneadas por Laiene Izagirre de 14 años, han ganado una bandera en la novedosa Liga ETE, además del Campeonato de Euskadi de bateles y encima en la clasificatoria se metieron en la Concha, lo que confirma que hay ganas y nivel también entre las mujeres.

 El presidente de Hondarribia adelanta un dato: «Hasta ahora en este deporte la mayoría han sido chicos, aunque en el último Campeonato de España de infantil cadete de 1.100 remeros, casi 500 eran chicas y eso es muchísimo». El futuro del remo parece asegurado. «Lo veo bien, de la cantidad sale la calidad. Las generaciones van cambiando pero hay gente joven para sustituirles», apunta Oyarzabal. Y es que el remo se vive y el reconocimiento social de la afición es una de sus cualidades. Quizás sea otra de las razones que alimentan las canteras: «Eso el deportista lo agradece. En otras disciplinas como el atletismo o la natación, que hacen esfuerzos grandísimos, casi no les conocen. En esto los chavales se miran en el espejo de sus mayores y quieren llegar arriba. El remo tiene esa suerte: recibir el apoyo de tus vecinos vale más que todo», señala Elduayen. Muchos de ellos estarán hoy en el muelle o pegados a la televisión sin perder detalle, como confirma Oyarzabal: «Para eso no hace falta avisarles».