TERESA MOLERES
SORBURUA

Cerezas de km 0

Los cerezos más comunes en nuestro país son los Prunus avium, nativos de Europa. Son árboles grandes, de 8 a 15 metros, con diversas variedades de frutos obtenidos por numerosos cruces. Interesa plantar distintas variedades para conseguir una buena polinización y para escalonar la producción. Hay que tener en cuenta que el cerezo es natural de zonas templadas y se muestra muy sensible a las heladas. Aguanta bien el tiempo de sequía y no necesita mucha agua; de hecho, el exceso le perjudica. Le va bien un suelo aireado con poca arcilla y buen drenaje que tiene que ser profundo para que las raíces encuentren agua. Le gusta una vista despejada, pero siempre protegido de los vientos fuertes.

En general, son árboles imponentes, por lo que necesitan espacio. Además de por su interés frutal, no hay que olvidar su floración perfumada y la coloración otoñal de su hojas. La poda debe limitarse al mínimo y hacerla en agosto. Cortar las ramas al ras puede provocar gomosis cuando la savia en forma de goma fluye por la herida debilitando el árbol. Lo mejor es dejar que crezca a su antojo. En Euskal Herria son famosas estas variedades: la aurrazkeitza, de Zerain; las variedades muy dulces de la navarra Milagro; además de las conocidas como garrafal, goizbera, keburu, ampola, kinda y San Isidro Keiz. En la lista no podrían faltar las autóctonas de Itsasu, en Lapurdi. Es curioso que el patrón del pueblo sea Saint Fructueuse, en euskara Jodoni Murtutse, lo que indica la antigüedad del cultivo de cerezas en esta zona. Sus tres variedades más conocidas son la zapata, la amarilla-anaranjada –algo ácida– y beltza. Con esta última se fabrica la confitura con denominación de origen que se utiliza como relleno de los gâteau-basque (pastiza o biskotxa, en euskara).

Las cerezas atraen a convidados no deseados como los escarabajos, a los que se les impide la subida por el tronco con bandas de liga o cola. El ataque de la mosca frutal se limita con trampas de feromonas y otro peligro importante lo constituyen los pájaros, sobre todo los estorninos, que son capaces en dos días de vaciarlos de fruta. Hay que asustarles con objetos brillantes: a los gatos, con una radio forrada de plástico para protegerla de la lluvia, y a las ratas y lirones ajustando al tronco un collar metálico muy liso que desarma a estos trepadores.