TERESA MOLERES
SORBURUA

Flores verdes singulares

En la naturaleza vegetal, el color verde es el más abundante. Para poder describir los verdes de las flores y dar nombre a su color necesitaríamos referirnos a los tonos de las acuarelas –turquesa, oliva, menta, lima, versica, Hooker, Winsor...– y aún así nos faltarían nombres. Las flores verdes añaden originalidad a las de interior y al jardín con sus matices variados, aunque los botánicos dicen que, en realidad, son solo hojas transformadas, o incluso especializadas. Algunas de estas flores son, en efecto, hojas, pero otras son simplemente de color verde, que en algunas flores exóticas pueden ser de un llamativo verde eléctrico.

Estas plantas de flores verdes tienen la ventaja de que su carga de clorofila les permite vivir en cualquier exposición. Pero, para que no pasen desapercibidas entre el follaje de verdes cercanos, hay que plantarlas y buscarles un lugar apropiado: lucirán bien en contraste con piedras, gravilla y en el jardín de rocalla, y además hay que aprovechar las formas y la coloración de las plantas vecinas para que descuellen. Por ejemplo, los colores verdes brillarán sobre un tapiz de flores blancas o rosas, y espectaculares sobre un fondo de follaje cobrizo. Y ahora que se huye de los colores estridentes, las flores verdes son especialmente demandadas para hacer ramos interesantes, fuera de lo común.

Entre las equináceas, de formas y colores diversos, nos encontramos con la Green Jewel, una joya verde fragante con fondo verde oscuro coronado de lígulas verde pistacho. La Anemone nemorosa transforma sus pétalos en hojas verde rizadas y, al igual que la anémona del bosque, le gustan los suelos ricos en humus y a semisombra. Las Euforbias characias tienen brácteas de un verde ácido. Las calas verdes o Arum Green Goddess son fragantes, de fácil cultivo y con flores más grandes que la muy popular de flores blancas. La Galtonia o jacinto del Cabo tiene campanillas de un verde luminoso y la Aloe striatula, un verde vivo con un toque rojizo. Una anual de fácil cultivo es la Campanilla de Irlanda o Molucella que, en realidad, procede de Siria y tiene una flor minúscula rodeada de un cáliz verde esmeralda. Y sin rival para ramos está el muy sofisticado eléboro de flores verde pistacho, en la variedad corsa Helleborus argutifolius. Todo ello sin olvidarnos de hemerocalis, gladiolos y claveles de tonos verde claro y la celosía, con flores verde crema.