Queralt Castillo Cerezuela, fotografía: Oriol Clavera
Interview
Najat El Hachmi

«Hay discursos disfrazados de feminismo que son fundamentalistas y que se han infiltrado incluso en las cátedras de estudios de género» - Najat El Hachmi

En su nuevo libro, la escritora marroquí deja clara su postura respecto a las nuevas tendencias del discurso feminista no occidental. «El problema de focalizar el discurso sobre lo que dice o hace la mujer blanca occidental es que se nos olvidan las actitudes, los valores y la mentalidad de la mayoría de los hombres musulmanes, que quedan protegidos por las mismas mujeres musulmanas», asegura.

Najat El Hachmi (Nador, 1979) acaba de publicar “Siempre han hablado por nosotras” (Planeta de libros, 2019. En catalán, Edicions 62, 2019), un manifiesto de apenas un centenar de páginas en las que la escritora marroquí desgrana de manera directa, esquemática, concisa y clara las relaciones que se establecen entre feminismo e identidad. Sin pelos en la lengua, apunta hacia el relativismo cultural de cierta izquierda al tratar el islam (que, para ella, padece una misoginia estructural) y el feminismo, y mira hacia aquellas instituciones que promueven un feminismo religioso, una construcción sintáctica que El Hachmi no comprende. Tiene claro quién es el enemigo del feminismo: el patriarcado y el machismo; no las feministas blancas o un supuesto feminismo hegemónico. Como Mona Eltahawy, rehuye de los discursos que usan el chantaje de la pertenencia y habla de la persecución de su propia tribu. «Ya es curioso que fuese en tierras europeas donde entramos en contacto con las corrientes ideológicas más conservadoras y fundamentalistas, algunas reaccionarias, que en los últimos tiempos han penetrado en los colectivos musulmanes que viven en Occidente. Unas corrientes para las cuales no hay vacuna y que ahora ya empiezan a ser representativas». El Hachmi analiza que esta situación ocurre cuando la religión se convierte en un vector de identificación, cuando aparecen las crisis de identidad, cuando los chicos y chicas jóvenes necesitan vertebrar su identidad en relación con sus creencias. «La paradoja es que ahora escogen, dicen que libremente, el pañuelo, el velo de los velos, como emblema, estandarte e insignia de este islam posmoderno. Remarcan por activa y por pasiva que nadie les obliga a taparse y olvidan que las presiones sobre el cuerpo se pueden transmitir de maneras muy sutiles». Con este manifiesto, Najat El Hachmi pone sobre la mesa un debate aún no resuelto en el feminismo y aporta un punto de vista diferente al que solemos ver en los medios.

¿Cómo surge este libro tan conciso, este manifiesto directo y sincero?

El libro surge de la situación actual y de cómo ha ido cambiando el panorama en relación al feminismo. Cuando publiqué mi primera novela, “El último patriarca”, estaba muy claro qué era el machismo y nadie ponía en duda las posturas feministas de las que venimos de familias musulmanas ante el machismo. Sin embargo, ahora las cosas han cambiado y hay ciertos discursos que se han sofisticado: discursos que vienen a quitar hierro y a negar toda la problemática derivada del patriarcado que se vive en la sociedades musulmanas, que comparte características comunes con otros patriarcados, pero que tiene elementos específicos y diferenciadores. Es una deriva muy peligrosa. Hay expertas en el islam que niegan la carga machista de la religión y esta negación lo que hace es perpetuar la existencia de este factor. Lo que se está haciendo desde diferentes ámbitos es coger los aspectos positivos de la mujer en el Corán y obviar las partes discriminatorias.

«El feminismo islámico no es feminismo, es islamismo blanqueado, pasado por la pátina iluminadora del feminismo». ¿Qué propone?

Quizás deberíamos preguntarnos qué es el islam. ¿Es el Corán? ¿Es un sistema? No sé por qué se produce este cambio de pensamiento, pero decir que las mujeres musulmanas deben estar contentas porque el Corán les reconoce un alma... Hay incluso quien dice que es un texto feminista. Esta idea se está transmitiendo a través de gente con prestigio académico o que se erige como representante de las mujeres musulmanas. Este discurso se está apoderando de las instituciones. Hace poco leía un texto institucional sobre los tópicos acerca de las mujeres musulmanas, y el machismo se erigía como tópico. Si me dices que todo el machismo que he vivido es un tópico, estás negando una situación. Son discursos antifeministas que se presentan como feministas y están haciendo mucho daño porque están influyendo en las mujeres musulmanas jóvenes. De hecho, muchas mujeres que promueven esos discursos nunca han vivido en un país musulmán. Vivir en un país musulmán no tiene nada que ver con ser musulmana en Europa. Las normas que se aplican son distintas. Como tampoco es lo mismo ser marroquí y pertenecer a la élite o ser hija de agricultores.

El auge del fundamentalismo islámico en algunas partes del mundo, así como el auge de la extrema derecha en Europa han contribuido a la reislamización de ciertos colectivos. La crisis de identidad se ha saldado, en ocasiones, con el uso de velo como estandarte ante los discursos racistas e antiinmigración.

Hay muchas organizaciones que actúan específicamente sobre los hijos de las familias musulmanas durante los momentos de crisis. Los acogen, les dan una formación y, en cierta manera, les colonizan desde el ámbito religioso. Y nadie se da cuenta. Algunas corrientes de pensamiento religioso se están comiendo el islam autóctono, como pasa en Marruecos. Ante esta situación, nadie pone freno.

Pero únicamente se habla de estas realidades cuando se produce algún ataque.

Exacto, pero se queda aquí. Siempre me ha indignado que solo se hable de integración cuando se produce un atentado. Me parece un error. De hecho, ¿cuántos musulmanes hay que llevan décadas viviendo aquí y sufriendo el rechazo y la desigualdad y que nunca se les ha pasado por la cabeza usar la violencia? Cuando se habla de jóvenes que atentan, debemos hacer hincapié en que es un fenómeno político. De eso no se habla, se dice algo durante la semana del ataque, pero no se habla, no importa. ¿Cuándo se habla en los medios de segregación social y escolar o de exclusión? Hay indiferencia y racismo.

«Una de las formas más rebuscadas que adopta el islamismo feminizado que es el feminismo islámico es el feminismo decolonial. Según esta corriente hay un feminismo, llamado blanco occidental, que vendría a ser un instrumento de dominación colonial más que una propuesta de emancipación de las mujeres (…). Si eres blanca no hables, porque eres una privilegiada que somete al resto de mujeres. Tu feminismo, entonces, no es válido para mí porque yo soy diferente y mis reivindicaciones no tienen nada que ver con las tuyas». ¡Parece que nada a contracorriente!

Es una deriva absurda. Tú imagina que solo pudiésemos hablar de lo que hemos vivido y lo que hemos sufrido: no habría expertos en nada. Ni sociólogos, ni antropólogos, ni nada. Es más, el hecho de haber vivido una experiencia no te da la legitimidad absoluta. Toda experiencia tiene que ir acompañada de un discurso, de unas ideas, de una reflexión. Ahora estamos en el escenario: ‘Si no eres musulmana no puedes hablar de los problemas de las mujeres musulmanas’. Incluso yo estoy expulsada, entonces, porque yo no soy creyente, así que paso a no ser representativa; por lo tanto, mi opinión deja de ser válida. Es muy bestia y este ha sido uno de los motivos que me han llevado a escribir el libro. He estado en mesas redondas en las que se me ha dicho que el problema de las mujeres musulmanas no era el machismo, el patriarcado o el sistema de las sociedades de las que venimos, sino que nuestro principal problema era la mujer blanca occidental. Es injusto y aún no entiendo porqué institucionalmente se promueven estos discursos.

¿Por qué cree que está calando ese discurso?

Creo que es una válvula de escape para sofocar el malestar en algunos colectivos que sufren una situación de discriminación importante, pero lo importante aquí es que no se está actuando; por lo tanto, estos discursos no resultan útiles y generan resentimiento entre chicos y chicas jóvenes. Ellos sienten malestar y luego viene alguien y lo justifica o da forma a ese malestar. Se estimula el resentimiento en lugar del pensamiento crítico o la lucha contra la discriminación. Todo esto sirve para atacar al feminismo, porque se hace servir para deslegitimar la lucha de las feministas en general. Además, se hace mucha demagogia: he llegado a oír en charlas cómo se les recriminaba a las feministas que estaban muy preocupadas por la prostitución pero poco por lo que pasa con las mujeres migrantes, cuando, en realidad, la gran mayoría de víctimas de trata son mujeres migrantes. Es injusto acusar a las mujeres feministas blancas de todos los males del mundo cuando, en realidad, el problema es el machismo capitalista colonizador. Ahora mismo se está contraponiendo capitalismo e islam, como si el islam fuese algo esencial o biológico, pero el islam no es una religión comunista precisamente: las potencias islámicas son hipercapitalistas y poderosas. La trampa es presentar el islam como víctima, más que los musulmanes. En el caso de las mujeres, se ha conseguido desplazar su condición de víctimas del sistema patriarcal religioso y al islam se ha convertido en la víctima de Occidente. Este no es víctima, porque tiene 1.200 millones de creyentes, tiene unas potencias poderosas y muchos instrumentos para difundir sus ideas y para instalarse y penetrar incluso en las instituciones públicas. Las mujeres que luchamos contra la discriminación impuesta por la religión cada vez lo tenemos más difícil. Hay discursos disfrazados de feminismo islámico que son fundamentalistas y que se han infiltrado incluso en las cátedras de estudios de género.

¿Entonces feminismo islámico es una contradicción?

Imagina que tú das un discurso feminista y yo te digo que no estás incorporando la voz de las feministas católicas, o la de las feministas del Opus o la voz de las feministas de Vox. Pues eso es lo que está pasando con el feminismo islámico: es un feminismo religioso que pretende que los derechos de las mujeres se desprendan de la lectura de los textos sagrados; no defiende la libertad y la dignidad como seres humanos sin más. Yo no quiero ir a las escrituras sagradas para saber o reivindicar mis derechos. ¿Qué pasa entonces con las personas no creyentes? Quedan fuera. Todo lo que yo he leído sobre feminismo islámico deja fuera una cuestión esencial en el feminismo: la liberación sexual, ya que se considera este tema una frivolidad y algo propio de las culturas occidentales. Hay que recalcar, llegado a este punto, que además se está construyendo un estereotipo de lo que es la mujer blanca occidental en base a la consideración de que la libertad sexual es una indecencia y una perversión. El mundo islámico no se ha salvado de la explotación sexual de las mujeres: Marruecos es uno de los primeros destinos del turismo sexual. No se trata de cómo vayamos vestidas, sino de la actitud de los hombres, que consideran que las mujeres se pueden violar, asaltar, etc. El problema de focalizar el discurso sobre lo que dice o hace la mujer blanca occidental es que se nos olvidan las actitudes, los valores y la mentalidad de la mayoría de los hombres musulmanes, que quedan protegidos por las mismas mujeres musulmanas.

El colectivo Afroféminas es muy crítico con otras asociaciones feministas. En 2018 no quisieron acudir a la manifestación del 8 de marzo porque decían que no se sentían representadas.

¿Cuál es el objetivo del feminismo negro? ¿Qué persigue: la igualdad de derechos, social y la igualdad a todos los niveles de las mujeres o tiene otros objetivos? Se dice que el feminismo será antirracista o no será. Yo digo otra cosa: el antirracismo o es feminista o no será. Creo que el antirracismo está neutralizando el discurso feminista. También me da mucha rabia que se hable de un feminismo hegemónico. ¿Alguien, de verdad, cree aún que el feminismo es hegemónico? Si lo fuese, no sería hegemónico ni hablaríamos de estos temas.

En el discurso feminista hay diferentes posturas respecto a diferentes cuestiones. ¿Cree que esas divisiones ayudan o empobrecen la lucha?

Yo no veo problema en que haya debate alrededor de diferentes temas, el problema viene cuando hay discursos que se dicen feministas pero que son machistas porque niegan la existencia de elementos que son claramente discriminatorios. En la cuestión de la prostitución se ve claro: tú puedes hablar de cuatro hiperprivilegiadas que tienen la posibilidad de escoger, pero todo el resto de las mujeres son víctimas de la trata. Se habla mucho últimamente de los menores no acompañados, pero ¿y dónde están las menores? Nos lo podemos imaginar. Creo que uno de los problemas del feminismo es que nos quedamos con la teoría pero, a veces, la realidad no tiene nada que ver con las teorías. Hay quien dice que el islam es compatible con la homosexualidad, pero eso está totalmente lejos de lo que ocurre en los países musulmanes con este colectivo.

¿Cómo está funcionando el libro?

Con su publicación he visto que la situación es mucho peor de lo que me pensaba. Hay asociaciones que tachan cualquier discurso crítico con el islam de islamófobo y sí, me han criticado por el libro. Han criticado mis opiniones personales e incluso los medios que me han entrevistado han sido tachados de islamófobos por el simple hecho de hacerlo. Lo han hecho organizaciones que se autodenominan representantes de la comunidad musulmana, pero que nadie ha votado. Aquí nos topamos con el tema de la representatividad: cualquiera que se monte una asociación que lleve la palabra ‘musulmán’ se ve con derecho de hablar en representación de todos; pero lo cierto es que, en muchas ocasiones, estas asociaciones tienen poco contacto con las comunidades musulmanas. Se aprovechan de la situación y usurpan su lugar. Muchas veces son organizaciones que vienen de fuera y que se instalan aquí, pero el contacto con las familias migrantes es nulo.

¿Hay un sobreuso del concepto islamofobia?

Creo que sí. Últimamente se está usando para criminalizar a las feministas laicas que venimos de familias musulmanas. ¿Quién decide lo que es islamofobia? Evidentemente, el racismo y el rechazo al ‘moro’ sigue existiendo. Las feministas laicas también lo hemos sufrido, no se crea nadie que lo hacemos para hacernos las buenas inmigrantes o para hacer la pelota a la sociedad. Es así como se criminaliza nuestra protesta.

¿Contribuyeron en alguna medida las primaveras árabes a la liberación sexual de las mujeres musulmanas?

Yo las viví a través de los medios, así que no te puedo decir demasiado. Mona Eltahawy sí que habla de eso en su libro, en “El himen y el hiyab” (Capitán Swing, 2018). Ella explica cómo, en ese momento de revolución, los hombres no tenían demasiado claro en qué lugar se tenían que colocar las mujeres. También ha pasado recientemente en Argelia, donde la gente se ha lanzado a la calle para protestar contra el régimen. Las feministas han aprovechado para cuestionar el modelo de familia y las han amenazado sus propios compañeros de revolución.

En la plaza Tahrir, en 2011, hubo violaciones y abusos a mujeres.

Exactamente. Eso siempre ha pasado: las feministas creemos que vamos con los hombres en el mismo barco [a la hora de reivindicar derechos], pero no es así: nuestros compañeros de viaje no terminan de entender nuestras reivindicaciones y nuestras luchas.

También ocurre en los partidos políticos y los movimientos de izquierda. En la CUP y Podemos se han dado casos.

Lo que no entiendo en el caso de la CUP es por qué no sabemos el nombre de esa persona, no entiendo esa cortesía hacia el agresor. Esto hay que airearlo y tratarlo públicamente. No porque se trate de la izquierda tenemos que callar. El silencio siempre es cómplice. Ahí se ve que el discurso feminista no siempre coincide con las agendas políticas y no todo el mundo tiene el feminismo como eje central de la definición de democracia.

En el libro habla de salir del marco cultural impuesto. ¿Cuándo y cómo consigue hacerlo?

En algún momento sentí la necesidad de vivir una vida diferente a la que había vivido mi madre. Fui a una escuela catalana y en casa tenía imposiciones de origen religioso, pero siempre imaginé que tendría un futuro como el de mis compañeras de clase. Me imaginaba estudiando una carrera, siendo escritora y con la libertad de poder escoger a mis parejas. Lo interioricé como una necesidad importante, pero no sabía cómo hacerlo. Cargaba con mucho sentimiento de culpa y durante muchos años traté de hacer compatible las dos cosas para evitar la ruptura y el enfrentamiento directo. Al final, me di cuenta de que el proceso de negociación y las renuncias solo las estaba haciendo yo. Estas me llegaron a afectar incluso a la salud. Me casé con 20 años porque era la única manera de poder salir de casa. Era impensable salir de casa si no me casaba; me convencí de que eso era lo que quería, pero, en realidad no era así. Tuve un hijo con 21 años.

Aun así, se me pedía que no trabajase, que no estudiase, que no saliese. El control social en un lugar como Vic [la localidad donde ella reside, en Catalunya] es grande. Hubo un momento en que no lo soporté más y tuve que romper con todo eso. Fue doloroso. Me da rabia ver a niñas que, a día de hoy, sufren la misma situación que tuve yo. Lo que es curioso es que haya mujeres en la esfera pública diciendo que el uso del pañuelo está bien. Eso tiene un efecto muy importante en la realidad. Que en las instituciones públicas haya mujeres musulmanas con pañuelo no es cualquier cosa: ¿Qué pasa con las niñas que no lo quieren usar? Las familias señalarán a las instituciones y les dirán: ‘Mira ahí lo llevan’.