XANDRA ROMERO
SALUD

El peso de los kilos en el embarazo

Usualmente hablamos en esta sección de enfermedades o situaciones patológicas derivadas de una mala alimentación y, en ocasiones, también de cómo prevenirlas a través de un estilo de vida saludable. En este sentido, ya hemos tratado de la importancia del peso en la mujer antes y durante el embarazo y cómo este determina el buen pronóstico del alumbramiento, así como la salud de la madre y del recién nacido. Sin embargo, poco se habla del peso normal o la ganancia normal de peso durante el embarazo, es decir, en circunstancias no patológicas (sobrepeso, obesidad, diabetes gestacional o preclampsia).

A menudo constato cómo a mujeres con un peso y composición corporal saludable se les “persigue” durante los controles habituales cuando el aumento del peso durante su embarazo se “sale” de lo normal algún mes, o quizá va más rápido o simplemente se les indica que «ojo con ganar más peso o tendremos que ponerte a dieta». Y me pregunto: ¿a qué se debe este placaje? Entonces me respondo que claro, la obesidad es una pandemia mundial y genera consecuencias gravísimas durante el embarazo, pero, ¿es coherente esta forma de “prevención” de la obesidad gestacional?

Gracias a un estudio oficial de State Medical Society of Wisconsin de 2016 llamado “Prevalence of Pre-pregnancy Obesity, 2011-2014”, encontraron que la prevalencia (proporción de individuos de una población que presentan una característica determinada) de embarazadas obesas en Wisconsin era de 27,8%; poco me parece y más para ser la Great America.

Por eso he buscado información sobre dicha prevalencia en nuestras cercanías y he dado con que en el Estado español, un estudio de 2012 llamado “Prevalence of general and abdominal obesity in the adult population of Spain, 2008-2010”, donde the ENRICA study encontró una prevalencia de sobrepeso del 24,6% y una de obesidad del 11,1% (población española adulta entre 2008 y 2010), lo que supondría una tasa global de sobrepeso y obesidad del 35,7%.

En Euskal Herria, el estudio de 2019 “Effect of maternal obesity on pregnancy outcomes in women delivering singleton babies: a historical cohort study” publicado en la Journal of Perinatal Medicine y llevado a cabo desde el Hospital de Cruces en Bilbo, encontraron que de 16.609 mujeres que dieron a luz bebés únicos en el período de 5 años (2013-2017), 168 (2,7%) tenían bajo peso, 9.778 (58,9%) tenían un IMC normal o peso saludable, 4.166 (25,0%) sufrían sobrepeso y 2.207 (13,3%) eran obesas en su primera visita prenatal. De las mujeres obesas, 1.494 eran obesas grado I (IMC 30-34,9 kg / m2), 530 obesas grado II (IMC 35-39.9 kg / m2) y 183 obesas grado III (IMC ≥40 kg / m2) lo que se conoce como obesidad mórbida.

Es decir, que de 16.609 mujeres, el 25% tenían problemas de sobrepeso y el 13,3%, de obesidad, lo que hace una suma de 38% de mujeres con problemas de peso reales frente al grueso de 58,9% con un peso saludable. A la luz de estos datos, es cierto que el 38% es una cifra a considerar pero, ¿en serio se justifica el, en ocasiones, machaque al que se enfrentan muchas mujeres que no tienen un problema para gestionar su peso?

Como nutricionista estoy al tanto del problema que supone la obesidad seguramente, incluso, somos el colectivo sanitario que más a fondo lo conoce desde hace tiempo. Sin embargo, la comúnmente llamada gordofobia parece haber calado hondo en toda la sociedad y, a veces, los sanitarios perdemos la perspectiva de lo que es o lo que era ser delgado.

Está claro que estar delgado y estar sano no siempre son sinónimos, por eso, antes de explicar, avisar y prevenir sobre cualquier enfermedad, debemos constatar el estado nutricional de la persona que tenemos delante, sus ideas sobre la alimentación, sus hábitos alimentarios comunes y su patrón dietético habitual. Después, con todos estos datos, podremos valorar si realmente necesitamos hacer un trabajo de prevención real de la obesidad.