BERTA GARCIA
CONSUMO

Consumo programado

Con el verano al caer, salta a la vista que afloran nuestras costumbres reprimidas durante una larga cuarentena y, quien más quien menos, anda revolucionado por exprimir el presente, como si no hubiera un mañana. No es para menos, porque tras escuchar hasta la saciedad que el mal estaba en el exterior, ahora parece que el riesgo está en casa. En fin, y sin ánimo de banalizar, da la sensación de que somos una sociedad bipolar y el ejemplo lo hemos visto en los gobernantes que, de andar “lentos pero seguros” en la desescalada, han metido el acelerón en pro de sanear la macroeconomía.

Como buena parte de la sociedad de consumo tenemos bien interiorizado lo de usar y tirar, tanto da objetos que información, los fríos datos estadísticos de contagiados y fallecidos ahora son sustituidos por las pérdidas económicas en este u otro sector. Al lema de “sé responsable y quédate en casa”, le sustituye “sé solidario y consume”, hasta el punto de priorizar la estancia en las terrazas de los bares sobre los encuentros con la familia en casa. Y es que el orden importa y mucho, porque parece que se trata de que interioricemos que el consumo es gratificante.

Viejas fórmulas. Pobres ilusos los que esperábamos que la mejora medioambiental era un hecho irreversible; que, gracias al cambio en los hábitos consumistas, habíamos protegido la vida a gente que muere cada año por contaminación ambiental o malas prácticas laborales (aunque no contabilicen); que podríamos reinventar nuevos negocios, nuevos modos de producir y consumir. En definitiva, que otro mundo era posible. Pero las viejas fórmulas de manejo de nuestras emociones han vuelto a la carga, para programarnos en lo políticamente correcto hasta en las urnas.

Pues eso que, aunque cabe la posibilidad según algunos científicos y expertos de que en otoño pueda darse un rebrote de la pandemia, hay quien recurre al “que nos quiten lo bailao”.

Estamos intentando reflotar el Titanic, aunque se hundan las pequeñas txalupas (autónomos, pequeña economía local, etc), daños colaterales ineludibles que dicen. ¡Consumid, consumid malditos!