XANDRA ROMERO
SALUD

La composición corporal frente al peso corporal durante el cáncer

No es la primera vez que sacamos en esta sección la importancia de la composición corporal. En mi trabajo, el peso corporal no es ni de lejos el parámetro más importante; más bien, acostumbro a que la base de las evaluaciones, diagnósticos e intervenciones sea la composición corporal.

Técnicamente, la composición corporal (CC) es aquella rama de la biología humana que se ocupa de la cuantificación de los componentes corporales, las relaciones cuantitativas entre los componentes y los cambios cuantitativos en los mismos relacionados con factores influyentes. La CC se considera una medición precisa del estado nutricional y el riesgo para la salud, por lo que su estudio resulta imprescindible para comprender los efectos que la dieta, el ejercicio físico, la enfermedad y el crecimiento físico, entre otros factores del entorno, presentan sobre el organismo. Asimismo, su evaluación resulta imprescindible en aquellas enfermedades en las que la valoración nutricional y la estimación de los compartimentos del organismo permiten diagnosticar alteraciones que influyen en la mortalidad y pueden condicionar la planificación terapéutica.

Así pues, la CC comprende la cuantificación del tejido muscular (órganos, vísceras y músculos como tal), agua corporal (dentro y fuera de las células), grasa corporal total y grasa visceral (adherida a las vísceras) y, por último, masa ósea.

Ya hemos mencionado la importancia que la evaluación de la CC tiene sobre una infinidad de enfermedades pero, recientemente, su evaluación está siendo muy relevante en la elección, planificación y duración de los tratamientos oncológicos, ya que se asocia con los resultados del cáncer, incluidas las complicaciones quirúrgicas, la quimiotoxicidad (efectos secundarios de la quimio en otros órganos y sistemas) y la supervivencia.

Y es que, aunque la mayoría de las quimioterapias se dosifican según el peso, se cree que la CC (es decir, la cantidad y distribución de tejido muscular y graso) está asociada con la tolerancia y adherencia a la quimioterapia. Y lo cierto es que así lo revelan algunos estudios como uno muy reciente publicado en la revista “American Medical Association Oncology (JAMA Oncology)” y que observó que el exceso de tejido graso, tanto visceral como intramuscular, se asoció con una menor intensidad o efecto de las dosis de quimioterapia. En consecuencia, con una peor supervivencia específica del cáncer de mama. Por el contrario, una mayor masa muscular se asoció con una menor probabilidad de efectos secundarios tóxicos de tipo hematológicos debidos a la quimioterapia. Otros estudios similares también demuestran que un nivel de masa muscular bajo en el momento del diagnóstico de cáncer se asocia con una peor supervivencia en pacientes con tumores sólidos.

En resumen, tener más peso porque se tiene una buena masa muscular puede ser beneficioso durante y posteriormente a la quimioterapia, pero tener exceso de grasa corporal repercute seriamente en el resultado del tratamiento y, por lo tanto, en las posibilidades de éxito del mismo. Por lo que la evaluación de la CC se convierte en una herramienta que ayuda a identificar a los pacientes que probablemente experimenten efectos tóxicos y posteriores retrasos o reducciones de la dosis, lo que podría comprometer la eficacia quimioterapéutica, pero además es interesante porque permite personalizar las intervenciones en el estilo de vida durante la terapia del cáncer y durante el período de supervivencia.

Sin embargo, y aunque esto suena muy “bonito” y a pesar de su valor pronóstico, la composición corporal rara vez se evalúa en pacientes con cáncer o se utiliza en la toma de decisiones clínicas. Esto puede deberse, en parte, al dichoso “pesocentrismo” en el que vivimos todos, incluido buen número de sanitarios: centrarnos únicamente en el peso corporal como único criterio del estado nutricional.