Ainara LERTXUNDI
bilbo
Interview
EDUARD ESTIVILL
MÉDICO PEDIATRA ESPECIALISTA EN EL SUEñO Y AUTOR DE «DUÉRMETE, NIñO»

«Hay que luchar para terminar la jornada a las siete de la tarde»

El doctor Eduard Estivill, especializado en Neurofisiología Clínica y Pediatría, dirige desde 1989 la Clínica del Sueño Estivill del Hospital Quirón-Dexeus, y desde 1999, la Unidad de Alteraciones del Sueño del Hospital General de Catalunya. Es también autor de «Duérmete, niño», traducido a quince idiomas y del que dicen haber vendido tres millones de ejemplares, o «Pediatría con sentido común».

El nombre de Eduard Estivill está irremediablemente asociado al libro ‘‘Duérmete, niño’’, un método «científico» –insiste en este concepto– para enseñar a dormir a los niños en su cuarto y solos desde que nacen. Una metodología que suscita opiniones encontradas y apasionadas. Autor de más de 200 publicaciones en revistas científicas, Estivill acaba de publicar ‘‘Niños descansado, niños felices’’, «una guía práctica para conseguir que los niños aprendan buenos hábitos en casa, se acuesten felices y se levanten descansados».

Pero su análisis va más allá. Aboga por adelantar los horarios, porque la falta de tiempo es uno de los grandes males de las madres y padres de hoy, pese a estar mejor preparados.

¿Por qué el nombre de Estivill y el método que usted defiende genera opiniones tan dispares?

Las opiniones divergentes sobre lo que nosotros escribimos solo están en internet, que no es un foro científico. La Sociedad Americana de Pediatría y la Academia Americana del Sueño recomiendan las mismas normas que nosotros. Yo no doy opiniones; soy un científico que trato de explicar con palabras fáciles lo que la ciencia ha descubierto. En Internet, evidentemente, hay opiniones de todo tipo, desde cómo fabricar una bomba hasta formas de suicidarse. Aunque es una herramienta muy necesaria, internet no es fuente científica. Lo que recomiendo a los padres es que cuando quieran saber algo sobre la salud de sus hijos, consulten con su pediatra, el único que sabe realmente.

Para muchos, su método se resume en «dejar llorar al niño hasta que se canse».

Eso es producto de quienes no se han leído el libro. Es muy lógico en el sentido de que quien no ha leído bien el libro tendrá una opinión que no es la correcta. Hay que leer muy bien la primera parte, que es la teórica. Luego viene la científica, que da seguridad a los padres. No soy un gurú de la educación; soy un científico. Transmito información y esta información proporciona seguridad a los padres. Después, puede surgir la duda: ‘Este hombre lo ve muy claro, pero no está por la noche con este niño’. Y les comprendo, pero ahí entra en juego la entereza de los padres. Es muy importante que los dos estén muy de acuerdo, porque si cada uno piensa una cosa diferente, ya la hemos liado. El niño enseguida buscará su estrategia para hacer fracasar tanto a la madre como al padre. La coherencia es fundamental.

¿Tenemos miedo a dejar a llorar a nuestros hijos?

Dejarle llorar un poco al niño es enseñarle que no puede tenerlo todo. El llanto es también una forma de comunicación. Lo primero que hace un niño al nacer es llorar, pero no lo hace porque esté traumatizado por salir del vientre materno para vivir en otro sitio, como sostienen algunos. ¿Acaso todos los seres humanos estamos traumatizados por pasar de la barriga de la madre a otro medio? Me parece poco científico. Claro que después de haber pasado todo el día trabajando, con miles de cosas en la cabeza, tienes a un niño llorando y te pones de los nervios.

Con tanta información y opiniones circulando, una puede llegar a sentirse «perdida», sobre todo con niños pequeños. En la cuestión del sueño, por ejemplo, una de las inquietudes más frecuentes es la conveniencia o no de compartir la cama con el recién nacido en aras a fomentar el vínculo materno. ¿Eso es correcto?

Mira, la Sociedad Americana de Pediatría recomienda que los niños pequeños no duerman con los padres para evitar, precisamente, el síndrome de muerte súbita. El vínculo afectivo no se consigue solo durmiendo con el niño; se logra hablando con él, teniéndole en brazos, sacándole de paseo, dándole la comida, cantándole... y esto lo puede hacer tanto la madre como el padre. No hay que justificar el vínculo afectivo con el dormir conjuntamente.

Y sin embargo, afirma que los padres de hoy en día están mejor preparados y son mejores...

Se preocupan más por la educación de sus hijos, leen más, van a conferencias e intentan hacer lo mejor. Pero tienen un gran handicap; el tiempo. Las mujeres habéis hecho el peor negocio del siglo; os habéis incorporado al mundo laboral, pero no os habéis desincorporado del mundo de la casa, con lo cual llegáis con la cabeza llena de cosas, de responsabilidades, etc. Y el marido, igual. Ambos tienen poco tiempo para estar con el niño y, entonces, entramos en una desconfianza con nosotros mismos que nos lleva a decir cosas como ‘pobrecito, no vamos a frustrarle ahora’; ‘si no he estado durante todo el día, cómo le voy a decir ahora que tiene que recoger la habitación, comer de todo, lavarse los dientes...’ Eso nos lleva a la sobreprotección.

Observa la diferencia de cuando eras pequeña. Seguramente, al llegar a casa preguntarías a tu madre ‘qué hay para cenar’ y ella te respondería ‘hoy toca sopa y pescado’. Ahora, los niños llegan a casa y la mamá les pregunta qué quieren para cenar. Es el niño quien le dice a su madre lo que tiene que hacer. No vamos bien. Conscientes del poco tiempo que tenemos, hemos escrito este libro, “Niños descansados, niños felices”, donde explicamos que no es tan importante la cantidad sino la calidad de ese tiempo. Damos herramientas y pautas de cómo organizar las dos o tres horas que tenemos para estar con nuestro hijo, para no sentirnos culpables y hacer un niño feliz.

Ese «sentimiento de culpa» que usted describe, ¿es uno de los peores enemigos de las madres y los padres de ahora?

Lo importante es no sentirse culpable y no caer en la sobreprotección. La madre no tiene la culpa de trabajar fuera de casa hasta las 20.00 y no poder disponer de más de tiempo para compartir con su hijo. El pensamiento debe ser ‘el tiempo que tengo, lo voy a hacer muy bien’. Aunque solo sea durante media hora, tres cuartos de hora... este niño va a ser feliz y tendrá a su madre todo el tiempo.

Aquí, de todas formas, hay una lucha impresionante que nada tiene que ver con los libros, sino con la reivindicación de que por una vez por todas nos cambien el horario al cual estamos sometidos. Es inhumano tener que trabajar hasta las nueve o diez de la noche. Hay que luchar para terminar los horarios laborales a las seis o siete. ¿A qué hora es el prime-time en EEUU? A las ocho de la tarde, porque acaban a las seis.

¿El sentido común puede llegar a ser el menos común de los sentidos?

Sí. Uno de los últimos libros que hicimos fue el de ‘‘Pediatría con sentido común’’. Los padres de hoy en día están bien preparados y lo único que necesitan es un poco de tiempo para pensar un poco y volver a las ideas que le ha transmitido la familia, la abuela... En este libro explicamos las enfermedades que puede tener un niño y la mayoría se pueden pasar en casa sin necesidad de salir corriendo a Urgencias. No hablaría de falta de sentido común, sino de agobio, de angustia por no tener tiempo. Por eso los padres agradecen tanto este tipo de obras basadas en estudios científicos.

En todos sus libros subraya la importancia de mantener una rutina y unos horarios fijos...

Las rutinas, los hábitos dan seguridad a los seres humanos. A un niño lo que le provoca una sensación de tranquilidad es saber lo que va a pasar. Cuando un niño de año y medio va a la guardería, sabe perfectamente que tiene que dejar su abrigo en un lugar determinado, coger su bata, sentarse a su silla, sabe dónde tiene que hacer pis... Tenemos un niño feliz cuando sabe lo que va a pasar. A los adultos nos sucede lo mismo. Tú eres periodista y trabajas en esto. Pero imagínate que te dicen que mañana tienes que trabajar de electricista, y que pasado mañana en vez de hacer tal cosa harás otra... O que te dicen: mañana conducirás por la derecha, mañana por la izquierda y pasado marcha atrás. ¿Qué pasaría? Pues que te pondrías histérica. Es necesario que cualquier hábito sea rutinario para tener seguridad.

¿Toda persona puede modificar su conducta? No parece tan fácil...

Un hábito es algo que no sabemos hacer y que a base de repetición aprendemos. Un hábito es comer la sopa con cuchara, pero esta es una forma de hacerlo aquí, porque si vamos a Japón, comeremos sentados en el suelo y utilizaremos palillos. Un hábito se puede aprender en cualquier momento de la vida. Solo hace falta que alguien te enseñe ese nuevo hábito y practicarlo mucho.

El sueño es una necesidad del cuerpo, pero a dormir bien es una cosa que se aprende. Muchas mamás me comentan que su hijo es ‘muy nervioso y por eso no duerme bien’. La pregunta sería; ¿un niño muy nervioso aprende a comer con cuchara? La respuesta es afirmativa. ¿Y un niño muy nervioso? También. ¿Cuál esa la diferencia? Pues, seguramente, ese niño nervioso necesitará un mejor maestro, unos padres más seguros y tranquilos, que le sepan transmitir seguridad. Si la madre es intranquila, nerviosa, evidentemente, ese niño nunca aprenderá a dormir, ni a comportarse bien...

Los niños no son ni buenos ni malos; tienen un carácter y aprenden cosas. Un niño de tres años que va con sus padres a un restaurante y en el momento de pedir estos le dicen al camarero que solo le saquen un plato pequeño porque picoterará de lo que ellos coman, estará sentado, quieto y portándose bien. Al lado, hay otro niño de edad similar pero con un videojuego, mientras sus padres revisan sus respectivos móviles. Los otros, en cambio, están hablando con su hijo, comentando lo que están comiendo, etc. El niño que tiene el móvil se moverá, estará inquieto, y al acabar sus padres les dirán a los otros ‘qué suerte habéis tenido’. ¿Qué han de decir los papás que lo están haciendo bien? Pues ‘qué suerte ha tenido este niño con estos papás’. El mérito no es del niño, sino de quienes enseñan, es decir, de los padres.

A un padre le acaban de imponer una orden de alejamiento por pegarle una bofetada a su hijo adolescente, que llegaba tarde a casa reiteradamente.

Es significativa esta falta de respeto entre hijos y padres, y entre padres y educadores. La gran proliferación de otras formas de educar en la no-frustración del niño y en dejarle hacer lo que quiera nos lleva a que cuando ese niño sea adolescente pueda pegar a sus padres. Estamos entrando en una falta de líneas educativas, no rígidas pero sí más concretas, para que el padre pueda recuperar la autoridad en casa y el maestro en la escuela. Se debe educar en valores. Un niño debe entender que no va a conseguir todo lo que quiere en todo momento. La vida es una frustración continua. Y eso al niño le da seguridad en sí mismo, le proporciona autoestima. Para que un adolescente se porte bien, hay que educarlo desde pequeño. Si lo hemos hecho mal antes, llegaremos tarde.