Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA
cambios demográficos, ¿NUEVA REVOLUCIóN CHINA?

«Política de Hijo Único», un adiós que deja más deudas que dividendos

Las autoridades chinas anuncian un próximo final de la llamada Política de Hijo Único. Los serios desequilibrios demográficos y sus futuras consecuencias son las razones para dar fin a esta controvertida y no tan eficaz política.

Algo había que hacer. Tras 35 años de una política draconiana de control de natalidad popularmente conocida como Política de Hijo Único, parece que las cosas van a cambiar. Según fuentes gubernamentales recogidas por medios oficiales chinos, «si todo va bien», para el fin del presente año, las parejas chinas podrán tener dos hijos. Todavía no hay un calendario concreto, no se han especificado las regulaciones, formalidades y facilidades para ese cambio, pero al parecer, está al caer. Y esa es una noticia que, por sus múltiples implicaciones, tiene un alcance global.

Esta muy controvertida política, a menudo brutalmente implementada, con evidencias de esterilizaciones y abortos forzados, e incluso infanticidios femeninos, no parece haber sido una solución efectiva a los desequilibrios demográficos de China y a los desafíos que este fenómeno representa de cara a un futuro próximo. Al margen de que el debate no sea si un niño o dos, porque la libertad reproductiva es un derecho humano básico y ningún Gobierno puede regular el nacimiento y sus periodos, no puede tomar decisiones sobre los cuerpos y las familias de las mujeres, sin respetar sus derechos, sin apreciar su dignidad y su responsabilidad social. Con todo, es evidente que esa política no ha desactivado la bomba demográfica retardada que amenaza a China.

Los datos hablan por sí solos. De los casi 1,4 mil millones de habitantes, el 13% tiene más de 60 años y en la última década los menores de 14 años han caído en un 6%. En 2000 había 6 trabajadores por cada persona por encima de los 60 años, hoy escasamente llegan a los dos.

La combinación de la política de hijo único, con una rápida urbanización de la población, una mayor esperanza de vida y unos mayores ingresos han hecho que el ratio de fertilidad haya caído hasta un 1,56, muy por debajo del 2,1 considerado como el mínimo para sostener los niveles de población. Eso, junto con el hecho de que el declive de la población en edad de trabajar no sea capaz de sostener a la cada vez más envejecida China, constituye un coctel explosivo que, además de impedir el sostenimiento de su «milagro económico», puede poner en peligro la estabilidad social y la legitimidad del sistema político del gigante asiático.

Sin «baby-boom» a la vista

Los demógrafos, sin embargo, no esperan un «baby-boom» inmediato en una sociedad cada vez más urbana (51% de la población) y más conectada a la red. A modo de ejemplo, en la capital, Pekín, una de las primeras ciudades que aplicó como experimento piloto el permiso para un segundo hijo, solo un 6,7% de las parejas pidió autorización para tenerlos.

Toda política demográfica deja sus deudas y sus dividendos. En el caso chino, resulta obvio que la Política de Hijo Único ha dejado dividendos que son visibles en el meteórico ascenso de su economía. El excedente de mano de obra, de personas en edad de trabajar que ha gozado la economía china ha sido una ventaja competitiva evidente. Ello ha permitido al gigante asiático invertir masivamente en hardware, en piezas básicas de su infraestructura industrial, marítima, terrestre y ferroviaria. Sin embargo, deja deudas que no pueden obviarse. China no ha invertido tanto en software, en programas sociales, en atención infantil y para la tercera edad y es en estas materias donde las consecuencias que deja esa política demográfica se hacen más graves y las necesidades más acuciantes.

Aunque aún está técnicamente en vigor, costará cambiar la mentalidad que impulsó la Política de Hijo Único. El Estado sigue pensando que el derecho a la reproducción de las mujereses un tema a planificar. Los datos indican que no habrá «baby-boom» a la vista, pero también que independientemente de que las leyes de control de natalidad prohíban o alienten la procreación, estén basadas en estadísticas o en caprichos de un líder, están condenadas a generar graves problemas. Las parejas chinas quizá no quieren tener más hijos, pero deberían tener el derecho, si así lo quieren, de poder hacerlo. Definitivamente, este tipo de políticas no son la solución a los desequilibrios demográficos China.

Otras derivadas

Las autoridades chinas estiman que con su política de control de natalidad se han «prevenido» 400 millones de nacimientos desde la década de los 70. Entonces el ratio de fertilidad por mujer era de 4,77 nacimientos, hoy es de 1,56. Creen que la impresionante burocracia que trabaja en la planificación familiar (7 millones de personas) y el sistema de recompensa y castigo para implementarlo han sido efectivos. Pero ya no pueden obviar las «deudas» que ha dejado ni los peligros que acechan.

Aunque esa política se flexibilice o desaparezca por completo, no parece en sí mismo suficiente para cambiar la tendencia descendente del ratio de fertilidad. La fuerza motriz del declive de la fertilidad, más que en la planificación familiar, reside en los cambios socioeconómicos y, como tendencia, es una continuidad de lo que ocurre en otras naciones en desarrollo.

No obstante, el adiós a la Política de Hijo Único sí puede tener otras derivadas importantes como el fin del «turismo de nacimientos» (a Hong Kong, EEUU y Canadá), del abuso de las peligrosas medicinas de fertilidad para inducir la concepción de gemelos o el de la lacra de los infanticidios femeninos.

 

Síndrome y dilema del «pequeño emperador»

En muchos sentidos, China es un buen lugar para envejecer. Las personas mayores tienden a ser activas, miembros comprometidos y respetados de la comunidad. Los lazos familiares y la devoción filial son muy fuertes. Tener o ser un hijo que no cumple con sus obligaciones para con sus mayores es algo vergonzoso en la cultura china. Cuando se es un «pequeño emperador», un hijo único sin hermanos o hermanas, se reciben toneladas de mimos y expectativas, hasta el punto de la sobreindulgencia y de provocar desórdenes de personalidad conocidos en la ciencia médica como el «síndrome del pequeño emperador».

Se calcula que en China hay más de 150 millones de «pequeños emperadores». Y en la medida en que se hacen adultos se presenta el fenómeno conocido como «4-2-1». El «pequeño emperador», tiene el difícil deber de dar apoyo a sus dos padres y a sus cuatro abuelos. Si por alguna razón los «pequeños emperadores» no son capaces de sostener a sus mayores, esto deja en muchos casos a las viejas generaciones sin recursos, con mayores posibilidades de dependencia, enteramente supeditados a un Estado que se ha hecho viejo antes que rico y no tiene un dinero ilimitado.M.Z.