Amalur ARTOLA
DONOSTIA
Interview
PIEDAD SOLANS
DOCTORA EN HISTORIA DEL ARTE Y CURADORA

«Las mujeres debemos trabajar el dominio de la palabra, su uso público»

Piedad Solans (Madrid, 1954) es Doctora en Historia del Arte, escritora, crítica de arte y comisaria de exposiciones. Obtuvo el Premio de Divulgación feminista Carmen de Burgos del Instituto de Estudios Históricos de la Mujer y durante estos días está en Donostia para impartir el seminario «Lo que dicen las mujeres. Lenguajes, textos, narrativas», donde se da espacio a la voz silenciada de las mujeres.

La voz que les ha sido negada a las mujeres, el lenguaje con que han sido nombradas y el que ellas han construido para designarse a sí mismas tendrán su espacio desde hoy hasta el viernes en el Museo San Telmo de Donostia, lugar que acoge el seminario “Lo que dicen las mujeres. Lenguajes, textos, narrativas”. Hace días que no hay plazas disponibles para el seminario que impartirá Piedad Solans, pero los y las interesadas podrán acudir a las ponencias que impartirán, todos los días a partir de las 19.30 y con entrada libre, Laura Freixas, Mary Nash, Arantxa Urretabizkaia y Chantal Maillard.

¿Cómo surge este seminario?

Surge de la constatación de que a lo largo de la historia a las mujeres se nos ha relegado al silencio, a la exclusión, fuera del espacio público, y se nos ha incluido en un espacio doméstico, separado, para el servicio de las estructuras masculinas. Las mujeres no han producido una voz como los hombres en el derecho, la literatura, la ley o el arte; son los hombres quienes las han producido y te preguntas qué ha pasado con las mujeres, dónde está la voz de las mujeres, qué dicen las mujeres. Te das cuenta de que las mujeres prácticamente no han existido.

Pero sí que han existido.

Solo en ámbitos cerrados y relegadas al silencio. Han existido algunas monjas que han escrito en el siglo XII o alguna pintora en el XV, pero la estructura social, política, religiosa, sexual de la sociedad ha sido organizada en torno al dominio sobre las mujeres, ejercido a través del lenguaje del saber; yo sé y te impongo a ti porque tú no sabes, y como no sabes ere ignorante. También está la idea de que la naturaleza te ha creado para procrear. El propio Lutero decía que no tiene importancia que una mujer muera en un parto, porque para eso están. Han sido como las ovejas o las vacas.

¿Qué peso han tenido en todo esto las religiones?

Las religiones han generado un dios masculino, lleno de ira y cólera, que castiga a quien ha hecho pecar al varón. Pero todo esto se junta en realidad, tanto la religión como la ley, el saber, las normativas, la filosofía de la naturaleza... todo esto va unido para el sometimiento de las mujeres. Y no solo de las mujeres; también están ahí la pobreza, la homosexualidad, las clases sociales, razas... en realidad, lo que encontramos aquí es un poder, un dominio jerárquico con unas cúpulas que han ejercido históricamente el poder y han sometido a otros y otras.

¿Cuándo se empieza a romper con todo esto?

En el siglo XVIII, cuando aparecen unos movimientos democráticos en los EEUU, en Francia con la revolución francesa, en Inglaterra, y en Alemania algo más tarde. Empiezan a surgir mujeres que reclaman derechos ciudadanos. Las primeras voces surgen en la literatura; eran mujeres escritoras que hasta entonces estaban relegadas a ser institutrices o profesoras en familias pudientes.

Las mujeres de la burguesía, que son las que tienen más poder, empiezan a rebelarse frente a la aristocracia, y también en Rusia, los EEUU o Inglaterra, los movimientos obreros empiezan a reclamar derechos sobre la igualdad; derechos de voto, emancipatorios y de lenguaje. Hay una revolucionaria francesa, Olympe de Gouges, que dice: si una mujer puede subir al cadalso, también puede subir al estrado. Es decir, si puede ser condenada a pena de muerte también tiene derecho a dejar oír su voz. Pero fue condenada a la guillotina.

En los años 20 y 30, llegaron movimientos más potentes ligados a la literatura, la filosofía, el sicoanálisis y el arte, con mujeres que ponen en duda su propia identidad, pero con la II Guerra Mundial muchas tuvieron que exiliarse. Y la segunda ola del feminismo llega en los 60, configurada por escritoras, filósofas, actrices de cine... Catherine Deneuve, Marguerite Duras o Simon de Beauvoir reclaman el derecho al aborto, se manifiestan en las calles, hacen performances. Las mujeres empiezan a reclamar el derecho a su cuerpo, intentan salir de la domesticidad y de ser un fetiche, una mujer-objeto del hombre.

En el taller, trabajarán sobre varios textos escritos por mujeres de distintos tiempos y procedencias. ¿Existe un nexo de unión en sus discursos?

En el siglo XVIII-XIX, cuando empiezan a reclamar la igualdad, el voto, tienen un discurso mucho más político en el sentido de que reclaman el uso público. No hay una voz tan personal como va a haber a partir de los 60-70. A partir del siglo XX empiezan a reivindicar su propia identidad y a explorar muchos mundos. En los años 20-30, hay voces como Virginia Woolf o Claude Cahun, que ponen en duda la identidad y utilizan muchas veces técnicas que son masculinas en la fotografía o la manera de escribir. Pero tienen una cierta distancia también.

¿Y en los años 60?

En los años 60 surge una serie de movimientos que quieren rompen con la domesticidad, con la idea de la mujer como madre, pero al mismo tiempo están incluidas en él. Me estoy refiriendo a mujeres como la poeta Alejandra Pizarnik, Alfonsina Stornio, Sylvia Plath o la propia Woolf. Una serie de mujeres que sufren en esta disyuntiva: aman a un hombre, tienen hijos con él, son escritoras y al mismo tiempo él las eclipsa, porque tienen más poder y porque ellos no quieren que ella sea libre.

¿Cómo es en ese momento la voz de la mujer?

Es una voz desgarrada, una voz dolorida de impotencia, muchas veces de rabia contra la figura del hombre, del padre, del marido, del propio hijo, y muchas de ellas se suicidan, como Plath o Stornio, acaban en un siquiátrico o tienen muertes trágicas como Ingeborg Bachmann. Son mujeres que sufren esta condición.

¿El objetivo del seminario pasa por conocer todo este pasado para trabajar el futuro?

Sí, por supuesto, por un lado queremos empoderar a las mujeres y también a los hombres que quieran venir, que se ha apuntado alguno. En el seminario analizaremos varios textos y cada asistente hará una lectura de los textos. Después tendrá un tiempo para escribir sus reflexiones y, al final, se hará un debate en común, que creo que es lo que nos falta: la conversación en común. Estamos demasiado aislados para debatir, prácticamente no se habla, y tampoco nos expresamos. Y eso es especialmente importante para las mujeres, para el uso público de la palabra, porque no hemos tenido toda esa formación que han tenido los hombres en el dominio de la palabra. En el seminario, vamos a experimentar y debatir. Es un laboratorio, pero dentro de un marco.

¿En ese marco hay textos actuales?

Sí, hay textos de Elfriede Jelinek, filósofas y teóricas como Judith Butler o Gayatri Spivak, que es una filósofa hindú que también trata el tema de la subalternidad en el sujeto postcolonial mujer. Es decir, qué son las mujeres: la mujer europea, norteamericana, africana, en el mundo árabe... son pequeños espacios dentro de lo que es la mujer y también voy a incluir estas voces. Voces del mundo afroamericano como Angela Davis y también del mundo árabe como Nawal el Saadawi.

¿Cómo es la narrativa de estas mujeres?

Las narrativas difieren. Por ejemplo, Jelinek hace toda una crítica a la sumisión de las mujeres, al abuso masculino de su propio poder, pero también a la sumisión de las mujeres y al uso de los instrumentos con que los hombres han dotado a las mujeres a través de los siglos, como la llamada belleza, la mujer fetiche, la dulzura, la represión del placer... utilizan todos estos instrumentos para hacer un juego de dominio, pero también de sumisión. Hay muchas voces actualmente, pero no tanto reclamando un espacio propio como se hacía en el siglo XX; son voces muy críticas y también muy colectivas. Por ejemplo, las mujeres del mundo árabe reclaman la no violencia y la igualdad, el derecho a su voz y a su propio cuerpo. Es un discurso diferente al de Europa o los EEUU. Sin embargo, hay otra cuestión: a partir de los años 60, la publicidad, los mass-media, actualmente internet, las redes sociales... están volviendo a construir la mujer-objeto. He investigado bastante y es realmente terrible lo que existe.

¿Cómo se representa a la mujer en la actualidad?

En internet, los comic, videojuegos, YouTube... la mujer, como objeto sexual, es violada, es abusada, asesinada, pero siempre como si fuera un juguete. Es algo tremendo. Parece que en nuestro mundo no existen estas cuestiones pero existen subterráneamente; se está construyendo de nuevo esa imagen de la mujer como objeto de deseo y es algo que ha de manifestarse. Sin embargo, este problema que hay en el mundo de la hiperinformación no existe tanto en los países árabes musulmanes, porque evidentemente la problemática es otra.

¿En qué se diferencian?

En Sudamérica están luchando por la cuestión de la violencia, desaparecen muchas mujeres, se las trata muy mal y está muy activo el tema. En el mundo árabe esto es un tabú, no se reclama el derecho al aborto, pero sí el de la herencia, el divorcio. Es una lucha colectiva que examina también lo que dice el Corán, donde no se dice que las mujeres han de ser sometidas. Las mujeres hacen uso de la sabiduría religiosa para poder decir "esto no es así". Es otra historia. Y en Israel, por ejemplo, surgió un grupo de mujeres hebreas que se llama Mujeres de Negro y que luchan por la libertad de las mujeres árabes, que luego se propagó por todo el mundo: las hay en Rumanía, Bulgaria, España, Grecia… Suelen ser grupos que luchan, ya no tanto por la igualdad, sino contra la violencia.