Ramón SOLA
DONOSTIA
ENTREVISTA DE GARA EN EL KURSAAL

«Somos capaces de levantar un Estado en el que todos vivamos mejor»

Una entrevista de dos horas y una sala casi abarrotada con más de 1.500 personas le ponían a prueba, y ahí Arnaldo Otegi sacó su mejor versión hablando de futuro y para todo el país. Un torbellino de ideas sobre una clave y un objetivo: lograr un «Estado digno».

Cuatro páginas parecen mucho pero se quedan muy cortas para resumir las dos horas de entrevista, sin un minuto de desperdicio, del GARA Forum de ayer en el Kursaal. Las cerró Arnaldo Otegi así, con realismo y esperanza, mirando desde el pasado reciente a un futuro por escribir: «Este país ha andado con poco pulso, en tono muy bajo. Pero no os equivoquéis –dijo a los estados–. Nos hemos tomado un tiempo, hemos tenido graves problemas, pero vamos a poner el conflicto de este país encima de la mesa. Ánimo y a por ellos». Fue el colofón a un evento de periodismo político auténtico, sin un ápice de autocomplacencia, alejado de partidismos y electoralismos, una entrevista con titulares pero sobre todo mucho contenido.

Para todo tuvo Otegi respuesta y propuesta. Y habló a todo el país, no solo a su gente. Para decirle, por ejemplo, que «el abertzalismo, el independentismo, necesita refundarse», desde un debate amplio y desde la ambición. Se declaró convencido de que «somos capaces de levantar la bandera de un proyecto nacional en el que todos y todas vivamos sustancialmente mejor» porque «hay materia gris y experiencia histórica» para ello. «Un Estado vasco soberano será capaz de hacer confluir a la gran mayoría del país, y estoy seguro de que lo vamos a conseguir antes de lo que piensan», vaticinó.

Fue ante una pregunta lanzada desde Madrid por el periodista Iñaki Gabilondo. E insistió en ello en el último minuto de estas dos intensas horas, cuando quien le interpeló fue el director de GARA, Iñaki Soto. Explicó que la prisión da otra perspectiva, «a largo plazo», y es ahí donde sitúa sus reflexiones, por encima de elecciones y de legislaturas, pensando «en generaciones». «Estamos en la fase de construir ese Estado, no de reivindicarlo. Y si no tenemos clara la hoja de ruta hasta el final, improvisaremos. Es como hacer un puzzle; si no tienes el mapa, al final las piezas se te van a desencajar».

Insiste Otegi en que ese proyecto hay que construirlo con un debate extenso, desde abajo; no bastan decisiones desde arriba, «tomadas por un Politburó». Y pensando en todos para que beneficie a todos. Eso sí, tiene claro que hay un sector concreto al que le toca impulsarlo: «Y es que cuando la izquierda abertzale, el frente amplio, pierde el pulso, este país no tiene pulso, va a un tono muy bajo», constató en referencia al momento actual. Los aplausos inmediatos confirmaron que así lo piensa también el auditorio.

El pueblo y las instituciones

Una pregunta del colaborador de GARA Haritz Larrañaga («Surflari ernegatua» en sus siempre ácidas columnas de los lunes) le dio pie a usar la metáfora del surf, muy recurrida últimamente entre la izquierda abertzale. Otegi dijo que por encima de las diferencias internas, que invitó a abordar con más diálogo y menos dramatismos, a todos los independentistas de izquierda les une la pasión por pillar «la ola perfecta» y que esta llegará «si estamos preparados» y «no fuera del agua».

En este punto, Otegi se mostró sincero y emotivo. Citó a Pepe Mujica para remarcar que «somos felices luchando por los derechos de este país y la gente más débil» y añadió que en su caso «no se me ocurre mejor compromiso de vida que darlo todo a favor de los más necesitados, es una tarea apasionante. Y ya sé que eso se paga con sufrimiento, con cárcel...». Volvió a recordar estos riesgos al augurar que un proceso independentista no va a llegar a buen puerto «sin que los estados se cobren un precio. Eso se paga. No sabemos lo que nos va a costar la independencia, pero el escándalo es lo de ahora, el coste de la dependencia». Desencadenó con ello otra de las grandes ovaciones del mediodía en el Kursaal.

La periodista catalana Mònica Terribas le había puesto sobre la mesa el procés y había planteado a Otegi cómo piensa «activarlo y hacerlo transversal». Ahí, el entrevistado insistió en hacerlo «desde abajo», en un proceso en que los aparatos solo sean los que ponen «la logística» al debate. Por eso puso en valor las consultas que van apareciendo «como champiñones» y en las que ve la virtud de que «el pueblo recupera la independencia de la agenda de los partidos y la hace propia, y eso a su vez influye en los partidos». Es lo mismo que se ha visto en Catalunya hasta provocar el giro de la burguesía tradicionalmente pactista con el Estado: «Al final han entendido que ahí no hay nada que hacer».

Esta reflexión enlazó con la del papel de las instituciones, que Otegi ya valoró el miércoles en su reunión con el grupo GUE-NGL en el Parlamento Europeo y antes en una entrevista en ETB1. Lo tiene muy claro: «Los cambios hay que hacerlos por abajo, la revolución no se hace con un Boletín Oficial, es un mal camino». Citó una anécdota del expresidente estadounidense Roosevelt, que cuando recibía a los sindicatos les decía que compartía sus demandas pero luego añadía: «Ahora, salid a la calle y obligarme a hacerlo». La conclusión de Otegi: «Los límites de la lucha institucional se ensanchan en la calle, cambiando los principios de la gente».

Más tarde volvió al tema, aún con más contundencia: «La izquierda tiene que ser consciente de que no puede prometer cosas que no puede cumplir. Sin credibilidad, está muerta políticamente. Eso no se le perdona ¡y me parece bien!».

Votar independentista

La mayor parte de la entrevista fue realizada por periodistas de GARA, en un formato muy televisivo. Además de Soto y Ion Telleria –que condujo el acto–, frente a Otegi se sentaron dos generaciones de redactores de esta casa: Iñaki Iriondo y Mertxe Aizpurua, más veteranos y con trayectoria ya en ‘‘Egin’’, e Iraia Oiarzabal y Beñat Zaldua, la hornada más joven. Se les sumaron preguntas de colaboradores e intervenciones externas que dieron variedad y vivacidad al cuestionario.

Con todo, el entrevistado volvió siempre que pudo a algunas ideas matriz, como la necesidad del «Estado digno» o de basarse en el pueblo, en línea con lo que ahora se llama «democracia participativa». «Tenemos que hacer las cosas con la gente, hablando y dándole cauces para decidir. ¿Y si perdemos? –dijo que le preguntan a veces–. Pues no pasa nada –se respondió–. La democracia que piensa que siempre ganas tú tiene muy poco de democracia. Y nosotros nunca perdemos en este proceso, porque cuando la gente decide, quienes queremos transformar la sociedad ya hemos ganado», argumentó.

Como se ve, pese a estar en un año netamente electoral, el discurso de Otegi miró mucho más al horizonte lejano. Cuando se le preguntó por los comicios del 29 de junio, sí señaló que ve un doble valor en votar a EH Bildu: por un lado, «poner en cuestión la dominación, porque el voto más radical es el independentista de las naciones periféricas, igual hoy que hace 40 años»; y por otro, tener la «mano tendida» por si en el Estado surgiera una opción de democratización en la que Otegi sigue remarcando que no cree. Pero «lo digo desde el ateísmo político –matizó–; si alguien demuestra que es posible, ahí estaremos».

En varios pasajes de la entrevista dejó claro este escepticismo. Recordó haber visto el documental de la televisión francesa sobre Juan Carlos de Borbón en el que este explica que Francisco Franco solo le pidió «un cosa»: «Juanito, la unidad de España». Partiendo de esta ilustrativa anécdota, Arnaldo Otegi constata que Madrid no va a abrir la puerta de salida ni a Euskal Herria ni a Catalunya, y nota que sigue teniendo en su subconsciente el fantasma de «la tragedia de 1898» con la pérdida de Cuba y Filipinas.

Otegi en plena forma

No todo fueron reflexiones de calado. Los últimos seis años y medio de cárcel no le han quitado a Otegi un ápice de humor, que empieza por reírse de sí mismo. Así, cuando el jugador de la Real David Zurutuza le preguntó si su afiliación txuriurdun supone «una penitencia añadida», recordó que estando preso últimamente en la tele siempre emitían en abierto partidos de la Real y habitualmente con malos resultados, de modo que «llegué a pesar de verdad que era una maniobra del CNI para que saliera hecho polvo».

En otro momento bromeó con que «no voy a hacerme el bolchevique porque Urkullu se pondrá nervioso y empezará a decir lo de ‘izquierda radical’ y esas cosas». También arrancó risas al contar que en 2007 tuvieron que volver de Zurich en tren porque a Rufi Etxeberria le espanta el avión, «¡y luego dicen que es el más duro!». Y volvió a ironizar sobre sus propias penalidades cuando recordó que de aquella cita crucial en Suiza pasó en apenas tres días a la cárcel de Martutene, y ahora ha saltado casi seguido de la prisión de Logroño a Westminster: «Nadie podrá decir que no tengo una vida interesante... y gracias al Gobierno español».

 

«Cada preso menos es un elemento menos con el que chantajearnos»

R.S. |

Fue la pregunta en vídeo de Iñaki Gabilondo la que puso ante Otegi la cuestión de las consecuencias de conflicto. El periodista vasco afincado en Madrid le planteó si no piensa liderar una petición de desarme y disolución a ETA. El entrevistado dijo ver «condescendiente» esta tesis, porque a estas alturas no cree Otegi que al Estado le interesen siquiera esos pasos, sino seguir «anclado» en el pasado y en las «políticas antiterroristas». Tampoco entiende que sea cierta la tesis de Gabilondo de que ello facilitaría excarcelaciones. Para Otegi, que al Estado no le interesa la paz es una certeza.

Como hizo ya en Elgoibar el mismo día en que recobró la libertad, alertó de que los presos vascos hoy día han sido convertidos por el Estado en «un pasivo» o «una hipoteca», para paralizar así un proceso independentista, de modo que «son más rehenes que nunca» y «el Estado ha conseguido crearnos frustración».

¿Qué hacer frente a ello? En primer lugar, explicó, reivindicar que todos los presos y huidos deben volver a sus casas como ha ocurrido en los conflictos resueltos a lo largo y ancho del mundo. Y en segundo lugar, dejando esto primero bien sentado y remarcado, ¿cómo hacerlo? «Por todos los medios –siguió–. Cada preso que sale es un rehén menos, una victoria nuestra y un elemento menos con el que chantajearnos». Pasan a «activo».

La apuesta por las vías legales dio pie a hablar de la autocrítica. Otegi la reivindicó, pero en sus justos términos: «Me dicen ‘¿por qué pedimos disculpas si ellos no lo hacen?’ Pues porque no somos como ellos. Porque si somos como ellos, nos han ganado. Y no es hacer autocrítica porque nos la pida un periodista, ni el EBB, ni la Guardia Civil, ni todos juntos. No. Nos autocriticamos si nos lo pide nuestra gente, nuestro pueblo. Nos debemos a él, es nuestro único juez».

De su gira internacional, Otegi destacó la incomprensión general sobre la cerrazón de Madrid. Reveló que ha tenido una parte privada con «gente bastante importante» en la que «hemos trazado una pequeña hoja de ruta futura».

 

El lema del Che, actualizado frente a capitalismo, machismo y xenofobia

R.S. |

Por la ventana abierta a la calle que era la gran pantalla del Kursaal entraron la imagen y las voces de los trabajadores de Arcelor de Zumarraga, símbolo del azote de la crisis. La periodista de EiTB Ane Irazabal puso ante Otegi la lacerante cuestión de los refugiados, con su añadido de los mensajes xenófobos que proliferan también en Euskal Herria. Y la columnista de GARA Itziar Ziga unió en su pregunta cárcel y feminismo. Tres cuestiones sociales de candente actualidad ante las que Arnaldo Otegi recuperó la conocida máxima del Che Guevara: sentir como propia cualquier injusticia en cualquier parte del mundo.

«El capitalismo es un sistema sin corazón, le da igual qué pase en Zumarraga o en una de sus familias», subrayó Otegi tras la ovación solidaria de toda la sala para los trabajadores afectados por el cierre. La solución pasa antes que nada por decidir aquí, explicó el entrevistado; si no, «deciden otros por nosotros».

Aquí sí apuntó la responsabilidad del PNV y Lakua (fue la única vez en toda la mañana en que entró al cuerpo a cuerpo). Recordó que Iñigo Urkullu ha defendido «con orgullo» que «se ha cumplido el 80% de su programa. Bien, pues entonces ese programa no vale», constató, recordando el desempleo, la precariedad, la emigración juvenil... Auguró que «será diferente si decidimos aquí», pero para eso echa en falta un gobierno y un lehendakari dignos, «a los que no se pueda humillar».

Sobre la cuestión del feminismo, planteada por Ziga y Oiarzabal, Otegi –que se expresó durante la entrevista tanto en masculino como en femenino– fue rotundo: «La renuncia de los hombres a privilegios nos hace mejores y hay que entenderlo así». Consideró que la actual lucha tiene tres dimensiones, no solo dos: «Nación, clase y género». Y valoró la reivindicación feminista porque «dudar y cuestionar es positivo». En otra parte de la entrevista también incidió en la importancia de la duda y reconoció la preocupación que le suscitan quienes tienen certezas muy absolutas.

Preocupado con los refugiados

Irazabal, corresponsal en sitios como Idomeni, expresó en su pregunta la inquietud por los discursos que se escuchan sobre la inmigración, también aquí y entre gentes de izquierda. Otegi confirmó que él también oye cosas en su entorno que le preocupan. «¿Qué ha hecho mal la izquierda para ello?», planteó la periodista. «Dejarse comer el terreno», respondió el político. «Acabamos debatiendo siempre en sus marcos, eso lo hacen muy bien –lamentó Otegi–. Nos dicen que vienen a robar, a comerse nuestros servicios sociales, a tener una casa gratis... Yo planteo un ejercicio muy fácil: que cada uno mire en esas fotos al otro lado de la verja y me diga por qué esos hombres, mujeres y niños no tienen el mismo derecho a vivir como nosotros».

Para Otegi, la solución está en entender que todos formamos parte de una gran familia universal y que venimos a este mundo a ser lo más felices posible (de nuevo Mujica como inspiración): «Sé que luego eso no es tan fácil, pero esta es la filosofía. Y hay que combatir con fuerza esos comentarios que oímos. No son ladrones, son seres humanos, personas con los mismos derechos que nosotros, son hermanos y hermanas».

Con la pregunta de Ziga confirmó que en la cárcel ha vuelto a encontrar lo mismo de siempre: pobres, drogadictos... «Es un instrumento del sistema para sacar de la calle a quienes consideran indeseables. Y no conozco cárceles que reinserten. Allí nadie cambia de vida. La izquierda tiene que tener entre sus objetivos que algún día, en algún estado, se pueda prescindir de las cárceles. No se puede hacer una sociedad mejor de un día para otro, pero la izquierda debe apuntar lejos».