Alberto PRADILLA
Madrid
ANIVERSARIO DEL 15M

5 AñOS DESPUÉS DE LAS PLAZAS

Hoy se cumplen cinco años de aquella manifestación que derivó en acampada y que terminaría marcando la historia reciente del Estado español. Un lustro después del 15M la crisis estructural sigue presente y muchos de sus protagonistas están en las instituciones.

Cuando Segundo González decidió trasladarse desde Marsella, donde realizaba su Erasmus, hasta Madrid, dos días antes del 15M, no sabía que estaba dirigiéndose hacia una manifestación que supondría uno de los grandes terremotos políticos del Estado español. En aquel momento, a una semana de unas elecciones municipales y autonómicas, José Luis Rodríguez Zapatero, todavía presidente por el PSOE, había dilapidado aquel «no nos falles» con que le recibieron tras su reelección para La Moncloa; Mariano Rajoy, líder del PP, se preparaba para ser su sucesor dentro del lógico turnismo y la sociedad española observaba cómo todo el sueño del crecimiento económico se desmoronaba bajo sus pies. Comenzó en Sol, en Madrid, se extendió a otros lugares como Barcelona e incluso llegó, aunque con menor intensidad, a las cuatro capitales de Hego Euskal Herria. Cinco años después de la acampada que supuso un antes y un después en la política del Estado, muchos de sus protagonistas han dado el salto a las instituciones, las penurias económicas abrieron una profunda crisis estructural todavía irresuelta y muchas de las proclamas de aquellas plazas se imponen como sentido común pero todavía no han logrado fijarse como logros tangibles. Hoy se cumplen cinco años de aquel día que marcó a una generación y abrió un ciclo político completamente nuevo.

El 15M fue algo que mutó rápidamente. Desde una primera irrupción más «naif» hasta la autodisolución de la acampada. Desde la ampliación de las comisiones, las interminables asambleas, algunas similares a un grupo de autoayuda, hasta su expansión a los barrios. Desde la explosión que se concentró en la plaza a convertirse en una especie de «apagafuegos» que, a través del activismo, intentaba hacer frente a dramas sociales como los desahucios. «Madrid es una ciudad de motines, y el 15M abrió un ciclo de movilización y motín», afirma Jorge García Castaño, entonces concejal de Izquierda Unida y actualmente edil en Ahora Madrid, que ostenta la alcaldía de la capital española en la figura de Manuela Carmena.

«Recuerdo la manifestación perfectamente. Había el ambiente de que iba a ser un acto que iba a cambiar el ciclo político», dice García Castaño. Él es de la gente que se acercó a la marcha con un bagaje militante previo. Sin embargo, si en algo coinciden todos los protagonistas de aquel mes de protestas es que el cambio vino de lo que ahora se definiría como «transversalidad». Es decir, tras la pancarta no estaban únicamente los activistas de toda la vida. Se respiraba otro ambiente. Así lo recuerda el periodista Juan Luis Sánchez, subdirector de “Eldiario.es” y uno de los informadores que se introdujo en Sol y prácticamente convirtió la plaza en su lugar de residencia. Según señala, la unión de personas que ya estaban activas en los movimientos sociales con «hacktivistas» y perfiles no habituales en la protesta fue lo que avanzó un desarrollo diferente. Segundo González, por ejemplo, recuerda su participación en una comisión con una trabajadora de Google. Era algo distinto para quienes llegaban de un activismo más tradicional pero que sí que aspiraban a modificar el discurso y acercarlo a su generación.

Los que se quedaron a dormir

A partir de aquella manifestación, la historia es conocida: unos 40 jóvenes se quedaron a dormir, al día siguiente fueron desalojados y el 17 de mayo se convocó una gran protesta que desbordó Sol. En ese momento se levantó el micromundo que ocupó la plaza durante más de un mes y que marcó el inicio de un ciclo de movilizaciones. El discurso, la irrupción de un sentido común que señalaba a los culpables de la crisis y que apelaba a una democratización de un sistema que desde 1978 se había desarrollado plácidamente son algunos de los logros de aquella acampada. El «no nos representan» se fundió con gente normal, personas que no eran habituales en las movilizaciones sociales. Y esto hizo que una parte de la izquierda mirase con desconfianza al nuevo movimiento. Una izquierda fosilizada que, al no comprender lo que ocurría, intentó incluso combatirlo, con escaso éxito. «Hubo quien no se enteró y lo combatió. Este fue uno de los grandes problemas de IU durante esta fase y lo que hizo crecer a Podemos», apunta García Castaño.

El cambio de público también implicó una modificación del lenguaje. «Nos obligó a renovarlo», argumenta el concejal. En la misma línea, González insiste en los perfiles de los asistentes a la marcha, que serán también los que se concentren a diario en Sol. «Era un fenómeno diferente. Muchos no venían del activismo. Esto hizo que se lanzasen demandas más pegadas a la realidad, de lucha contra corrupción o de señalar a los culpables de la crisis, que hasta ese momento se veía como si fuese un fenómeno meteorológico», afirma.

El salto a la política institucional

Aunque quizás el gran salto se produjo hace aproximadamente un año, cuando muchos de los activistas dieron el paso a la política institucional, tanto a través de Podemos como de IU y las candidaturas de unidad popular como Ahora Madrid, que logró arrebatarle la alcaldía a la supuestamente imbatible Esperanza Aguirre. Como recuerda Segundo González, una de las coletillas a las que se aferraron los políticos del PP en aquellos tiempos de «pocilga fotogénica», que es como Aguirre ha descrito el 15M, es el «presentaos a las elecciones». Pues bien. Lo hicieron. Y esta es una de las consecuencias de un movimiento que es probable que haya desaparecido como algo físico, pero cuyas consecuencias siguen presentes en la política del Estado. Como él, muchos activistas dieron el salto y llegaron a las instituciones, previa politización social a través de las tertulias, que sustituyeron a los programas del corazón en el ‘prime time’».

Quien mejor supo aprovechar el contexto fue Iglesias, que fundó Podemos cuando IU se veía a sí mismo como una ascendente muleta del PSOE. ¿Estaban pensando los activistas en que años después terminarían ocupando los mismos escaños que entonces despreciaban? González asegura que convertirse en parlamentarios y concejales no estaba entre las prioridades de los acampados. Aunque considera que el agotamiento de un ciclo movilizador que no logró sus objetivos ante el rodillo del PP y su mayoría absoluta les obligó a plantearse que sin alcanzar el poder político no se podían cambiar las cosas. «La sociedad se politizó y años después se abrió la posibilidad institucional cuando vimos que las movilizaciones no conseguían cumplir sus objetivos», dice. En realidad, los puntos aprobados en aquellos primeros días (cambio en la ley electoral, dación en pago para evitar los desahucios, fin de los privilegios de la clase política, transparencia en las instituciones) tampoco se han conseguido. Pero sí que es cierto que se han convertido en elementos básicos en el discurso político. Por ejemplo: hace unos años, quien perdía su vivienda por no poder hacer frente a la hipoteca iba a ser señalado por líderes de partidos como PP o PSOE como culpable de su propia situación. Un contexto muy distinto al de hoy en día, donde argumentos inhumanos como el «desahucio exprés» no son aceptables. Basta con recordar las lágrimas de cocodrilo de Soraya Sáenz de Santamaría al hablar sobre las ejecuciones hipotecarias. Aunque se siga rescatando a los bancos y hundiendo a las personas, hay que hacer como que uno se preocupa.

Un «Pepito grillo» que vigila

«Podemos no representa el 15M», insiste González. No obstante, admite que sin aquella acampada no se habría generado el caldo de cultivo para deslegitimar el bipartidismo de PP y PSOE y la ascensión de un partido como el que fundó Pablo Iglesias. Un líder que, por cierto, reconoció recientemente en “El Mundo” que no asistió a la marcha convocada por Democracia Real Ya y Juventud sin Futuro. «Dos años antes de Ahora Madrid, de la llegada de Manuela Carmena, pensaba que se podía ganar. Hace cinco no», reconoce Jorge García Castaño. Esta es una clave importante. «Se abrió el campo de juego», argumenta el concejal madrileño. En su opinión, el ciclo de movilizaciones previo, el que protestó contra la guerra de Irak, la LOU o por el desastre del Prestige, «no tuvo reflejo en los municipios». Sin embargo, el 15M trajo tras de sí huertos urbanos, grupos de consumo, procesos participativos o centros sociales. «Se abre un abanico muy en clave urbana», considera el edil.

Ha pasado el tiempo suficiente como para que la épica sustituya a la historia. Aunque, por el momento, no hay «nostalgia» ni añoranza de tiempos acampados. Quizás porque el ciclo abierto desde el 15M ha sido vertiginoso, según analiza Juan Luis Sánchez, que observa a los protagonistas más agotados por su día a día que con la mirada en el pasado. En su opinión, el 15M es una especie de Pepito Grillo que vigila desde la lejanía para que quienes acamparon hace cinco años no se desvíen de los objetivos.