María SUÁREZ
Londres
INICIATIVA POR LA INTEGRACIÓN EN LA UNIVERSIDAD DE LONDRES

REFUGIADOS CONVERTIDOS EN PROFESORES DE IDIOMAS

Árabe, suajili, kurdo, turco, bengalí, coreano... Decenas de refugiados con estudios universitarios ofrecen clases de sus idiomas nativos en la Universidad de Londres, gracias a una novedosa iniciativa ideada por una joven cuya familia llegó huyendo de Afganistán.

Hekma Yagoub enseña árabe todas las semanas en un aula comunitaria de la Universidad de Londres, en pleno barrio de Bloomsbury. «Tratamos de practicar sobre todo conversación en árabe. Solemos escoger un tema y hablar de él, nos centramos en asuntos concretos, en muchas ocasiones relacionados con la carrera universitaria del alumno», explica en un perfecto inglés. «Hoy he venido antes porque tenía una entrevista con Reuters y luego contigo, y dentro de un rato tengo la clase».

Hekma es abogada. Estudió Derecho en Sudán, desde donde llegó a Gran Bretaña hace dos años y donde tiene actualmente el estatus de refugiada. Su lugar de nacimiento es, desgraciadamente, una de las áreas de Sudán más conocidas internacionalmente por el genocidio y la guerra que aún se mantiene en curso. En Darfur tenía Hekma su empleo, una organización que luchaba por los derechos humanos. Hasta que la situación explotó. «La Policía de Sudán me detuvo por mi trabajo reclamando el cumplimiento de los derechos humanos. Estaba en riesgo. De hecho, la organización ya ha cerrado, la mayoría de los que trabajábamos en ella estamos fuera del país y el director está preso –relata con emoción pero con entereza–. Además, la situación para la mujer es aún peor. La Policía sudanesa te puede pegar por llevar pantalones y no puedes salir a la calle sin velo, porque rige la sharia».

A pesar de su experiencia en el campo de la legislación y los derechos humanos, Hekma no ha encontrado trabajo en Gran Bretaña. El sistema está construido de forma que sus estudios de abogada no tienen validez. «Tengo que hacer un examen para ser abogada aquí, y cuesta mucho dinero, no me lo puedo permitir. Quizás en un futuro», dice.

Una historia similar protagonizó hace más de veinte años la madre de Mursal Hedayat. Llegó a Londres en 1994 huyendo de la guerra de Afganistán. Su licenciatura y experiencia como ingeniera civil de poco le sirvió a la hora de encontrar un trabajo en su país de acogida. «Al ser mujer, mi madre tuvo que superar muchas dificultades políticas y sociales para poder estudiar ingeniería en Afganistán y poder posicionarse donde finalmente logró situarse», recuerda Mursal.

La guerra se volvió insostenible «y tuvo que dejar atrás no solo sus posesiones y su hogar, sino también su carrera». Mursal solo tenía cuatro años cuando llegó a Londres y tuvo que ver cómo su madre se las veía y deseaba para conseguir un empleo cualificado. Finalmente lo consiguió, un empleo relacionado con su idioma nativo. Por eso, años después y una vez graduada en Económicas, la experiencia de su madre le ha inspirado para fundar una iniciativa donde las habilidades idiomáticas de los refugiados con estudios se orientan hacia la docencia profesional: la academia de idiomas Chatterbox, donde las personas que han obtenido refugio en Gran Bretaña se convierten en profesores de sus idiomas nativos.

En Gran Bretaña existen más de 117.000 personas con el estatus de refugiado, muchas de ellas con estudios superiores. Sin embargo, estas personas tienen más posibilidades de engrosar las listas del desempleo o de acceder a trabajos abusivos y mal pagados. Paralelamente, se estima que Gran Bretaña deja de ingresar aproximadamente 48.000 millones de libras anuales por oportunidades de negocio perdidas debido al desconocimiento de lenguas extranjeras por parte de la población. Se trataba por tanto, de atender una necesidad con un talento hasta ahora desaprovechado.

La idea surgió el pasado mayo y para setiembre ya estaba en marcha. «Envié un montón de e-mails a universidades y organizaciones y me respondió el director del Departamento de Estudios Lingüísticos de SOAS University of London –una de las universidades líderes en estudios asiáticos y de África– interesándose por la iniciativa». A día de hoy, treinta y una personas enseñan un amplio abanico de idiomas. «Ofrecemos clases de coreano, kurdo, turco, suajili, árabe, francés, español, bengalí...».

Según el acuerdo alcanzado, los alumnos de la Universidad que estén estudiando un idioma concreto dentro de su carrera tienen la oportunidad de apuntarse a una hora de conversación con un tutor nativo procedente de Corea del Norte, Sudán, Siria, Afganistán, Irak, Irán o la República Democrática del Congo, entre otros países.

Nadie se lleva su título en la huida

También existen sesiones online que ofrecen los refugiados que no se encuentran en Londres. Ya se han reservado al menos cuatrocientas horas de conversación.

La mayoría de las veces, los estudios de los refugiados carecen de validez en sus países de acogida y tienen que emplear tiempo y dinero para cualificarse según el sistema del país, empezar desde cero otra vez o desempeñar otro tipo de trabajos para los que no hace falta cualificación. Al huir de un conflicto no hay tiempo de llevarse más equipaje que uno mismo y, por eso, «quienes huyen de la guerra no se llevan consigo el título de la Universidad. Y en muchas ocasiones, cuando llegan a un país nuevo, carecen de documentos que prueben que realmente han estudiado lo que aseguran», explica Mursal, apoyándose en la experiencia de su madre. «Mi madre se licenció en la Universidad de Kabul. Para cuando escapó de la ciudad, la Universidad ya no existía. Era imposible probar que había estudiado allí», remarca. Lo mismo ocurre con un caso reciente de un refugiado que ha comenzado a trabajar en Chatterbox.

«Él estaba haciendo el doctorado en Turquía antes de que la situación se tornara violenta, y escapó del país sin su certificado. Cuando tu casa ve se envuelta en una guerra, esos documentos se pierden», señala.

Al margen de los beneficios obvios para los alumnos, que reciben clases de profesores nativos, esta iniciativa tiene algo muy importante para los propios refugiados: «Además del evidente beneficio que supone tener un salario digno, las personas que llegan continúan haciendo currículum. En este país se perdona muy poco el haber estado unos años sin trabajar, da la sensación de que no eres hábil. Evidentemente, un refugiado va a estar tiempo sin trabajar, como mínimo el del viaje hasta llegar a su país de acogida». Por eso, el que nada más llegar a Gran Bretaña puedan trabajar en Chatterbox evita un gran vacío en el currículum, que también reflejará que han trabajado para una empresa del país.

«Además tienen la oportunidad de interactuar, conocer personas con estudios, participar activamente en la sociedad», añade Mursal. «Muchas veces los refugiados se ven atrapados en trabajos mal pagados y socialmente menos apreciados. Además, normalmente sus contactos o están desempleados o trabajan en lo mismo. Eso hace que entren en ese círculo vicioso que les imposibilitará acceder a un empleo mejor», relata.

Para trabajar en Chatterbox hay que pasar el proceso de selección y, posteriormente, recibir una formación dentro de la empresa sobre la docencia de idiomas. «No todo el mundo puede ser profesor. Hay que tener habilidades concretas y paciencia, y es cierto que hay algunas personas (muy pocas) que no pasan la entrevista por eso. Por lo demás, todo el que tiene estudios académicos, experiencia y se encuentra desempleado puede unirse a nuestro equipo». En Chatterbox encontramos abogados, arquitectos, profesores, médicos, matemáticos, farmacéuticos, una productora de cine.... «Sus cualificaciones y experiencia son una garantía sobre el dominio de la lengua», explica.

Es necesario tener estudios. Pero hay ocasiones en las que, desgraciadamente, no basta con eso. «Tenemos el caso de una mujer que es una brillante profesora de Estudios Medioambientales de la Universidad de Damasco a la que, por ahora, no hemos podido añadir a nuestro equipo porque no puede permitirse la conexión a Internet en casa. Y gran parte de nuestro trabajo se hace vía Internet. En un futuro esperamos contar con ella, costeándole nosotros esa conexión, porque es una gran profesional», sostiene.

El equipo de Chatterbox planea expandirse en los próximos meses. «Queremos trabajar con más universidades y organizaciones. Tenemos una lista de espera de unas 150 personas que quieren trabajar con nosotros». Asimismo, no descartan extender su proyecto a otros países donde el número de refugiados es mayor que en Gran Bretaña.